CURSO: ADOLESCENCIA Y CRIMEN

PROFESOR: MARIO ELKIN RAMIREZ

ESTUDIANTE: Hánder Andrés Henao

FECHA DE LA CLASE: 2 DE MARZO DE 2016 (continuación)

 

Tema: Exposición sobre el texto de Freud Psicología del colegial

La identificación manifiesta en la melancolía es la que le permite vislumbrar a Freud los caracteres esenciales de la interconexión entre el desarrollo ontogenético y el filogenético. En la melancolía “la sombra del objeto recae sobre el propio yo”, pues,  un rasgo principal de estos casos, es un auto reproche, una autocrítica y aun autocastigo hacia el Yo. Ahora bien, Freud (1921) vio que tales reproches se aplican más al objeto que al propio Yo, constituyéndose más en una venganza del Yo contra el objeto perdido real y afectivamente. Aparece entonces el Yo dividido en dos instancias: a) un Yo alterado por la introyección del objeto perdido y, b)   un Yo que castiga la parte que introyectó el objeto. Esta última instancia, la llama Freud el «Ideal Yo», a la cual se le atribuye la observación de sí, la censura onírica y el ejercicio de la principal influencia en la «represión». En definitiva, esta instancia es la Consciencia Moral, lugar de anudamiento entre el deseo y la ley.

Freud recoge la tesis de Darwin según la cual la forma primordial de la sociedad es una horda dominada despóticamente por un marcho fuerte. El ser humano no es un animal gregario, sino que es un animal de horda; la estructura de su personalidad y las maneras en que se relaciona con el otro, llevan dentro de sí el recuerdo de una hermandad de hermanos dominado por un padre súper fuerte que imponía la prohibición. Las dos psicologías, la del padre líder y la de la masa de hermanos, posibilita comprender cómo en el desarrollo filogenético se hace posible la creación en el desarrollo ontogenético de una instancia que contuviera a la autoridad una vez asesinado y divinizado el padre en el Totem. En el “Malestar en la Cultura” de 1930, dice Freud:

«[…] Se puede decir que el niño, cuando reacciona frente a las primeras grandes privaciones instintuales con agresión excesiva […] no hace sino repetir un desarrollo filogenético […] pues el padre prehistórico seguramente terrible y bien podría atribuírsele […] la más extrema agresividad […] No podemos eludir la suposición de que el sentimiento de culpabilidad de la especie humana procede del complejo de Edipo y fue adquirido al ser asesinado el padre por la coalición de hermanos […]»

La culpabilidad, el remordimiento, la ambivalencia primitiva de los hijos frente al padre despótico de la horda, hace posible la interiorización de su autoridad en el individuo. La comunidad de hermanos que cometieron el «Parricidio»,  en todo un ritual ancestral, devoran a su padre, introyectan su poder y lo divinizan en el símbolo, en el tótem. La tendencia agresiva contra el padre, es devuelta a su origen, es decir, se establece contra el propio Yo y, se instala como una figura inconsciente de autoridad. El nombre del padre es el nombre del  súper Yo. Todo lo que fue del padre despótico, se repite ahora en el interior del propio Yo.

El maestro despierta en el individuo adolescente una herencia arcaica que también se había transmutado en los padres (o en cualquier figura de autoridad): el regreso del temor al padre primordial de la horda, un ser todo poderoso, sobre el cual no se puede sino tener una actitud pasiva y masoquista. El maestro, al igual que el hipnotizador y el psicoanalista, ocupa el lugar de este padre originario, por lo cual, se hace perder toda voluntad  al sujeto y de ahí el automatismo de la obediencia de Freud.

Según nos comenta el profesor Mario Elkin Ramírez, el adolescente criminal, está lejos de la casa, de sus padres y, está lejos aún más de la escuela. El maestro para el adolescente abandonado, no es para nada una figura con la cual identificarse, antes bien, muestra una hostilidad y antipatía frente a estas figuras. La unificación entre el deseo y la ley, la instalación del nombre del padre, es algo que no se produce en el adolescente criminal. ¿A quién obedece el adolescente criminal?

El profesor Mario Elkin Ramírez nos comenta que en los grupos armados, los principales actores del conflicto violento en Colombia, tenían a los adolescentes como una de sus reclutas más importantes. Tanto el ejército como los grupos insurgentes, así como los grupos paramilitares, sacaron al adolescente de la institución escolar y los incursionaron en instituciones militares. Ahora bien, el profesor precisa que, en una ciudad como Medellín, así como en varias ciudades de Latinoamérica, como porto alegre por ejemplo, las grupalidades juveniles son urbanas y  criminales, son ahora las principales reclutadoras de adolescentes para la guerra.

Si como hemos visto de la mano de la lectura de Freud que nos presenta el profesor Mario Elkin Ramírez, la configuración de la grupalidad y de la identificación tiene un fundamental papel en la configuración de la consciencia moral, los adolescentes que entran en estos grupos, los adolescentes criminales, no configuran un nombre del padre, sino una serie de «ordenes de hierro». Siguiendo a Lacan en este punto, el profesor nos dice que lo «forcluido» en lo simbólico, retorna en lo real bajo la autoridad de las  armas, retorna en una imposición de la ley por la fuerza, en una agresividad en general. La calle es la institución principal que dota a estos «adolescentes abandonados»   de normas y leyes específicas, solo que estas normas, no se fundamentan en un principio de realidad rígido, que instale una castración fuerte, sino que se fundamentan en el  despliegue del principio de placer. Los adolescentes criminales se dedican por completo en satisfacer su principio de placer, no en sublimarlo, sino en dejarle vía libre a su realización.

Los adolescentes abandonados a su suerte, por su familia y por el Estado, quedan inmersos en contextos, en formaciones de grupos, en los que se configura un «Modelo del Yo», un ideal, en particular. La única figura de autoridad que encuentran se ve representada por el líder criminal, él es el padre despótico que posee el monopolio del placer y la fuerza; posee los medio más eficaces para una completa satisfacción de la pulsión, tanto erótica como agresiva. Ocurre una rectificación subjetiva del adolescente dada por la posición del padre. La organización criminal, refleja casi fielmente la situación primitiva fundamental: La horda primordial es reestablecida y el adolescente se orienta fuertemente hacia  el parricidio. Las «ordenes de Hierro», son una perversión de la ley, puesto que en estas formaciones de masa, no se estimula el establecimiento de un sentimiento de «culpabilidad», eje fundamental en la cultura, ya que estimula la anudación entre el deseo y la ley, sino que por el contrario, se ve estimulado el despliegue del placer y aún más de la agresividad.

Los «Ciclos de Repetición» que vislumbra el profesor Mario Elkin Ramírez en su exposición, están justificados en esta especificidad de gupalidad y de configuración de personalidad que de ahí se deriva, ya que la noción de autoridad, es una amalgama de prácticas en las que se ve pronunciado el elemento tanatico; ejemplo de ello, son las serie de “limpiezas sociales”, como practica de moralización que realizan. El súper yo, como hemos visto, es una instancia agresiva y cruel en esencia, pero la ambivalencia que se presentó en el momento del parricidio, hizo de la culpabilidad el problema fundamental del proceso civilizatorio, inhibiendo principalmente la agresividad humana frente a la erotica. En estos grupos de lo que se trata es de aniquilar la culpabilidad, pues como nos comenta el profesor Mario Elkin Ramírez en su clase, muchos de los ritos de iniciación de estos grupos están fundamentados en la destrucción paulatina de toda culpabilidad en el adolescente por sus acciones. El ciclo se repite una y otra vez, al igual que se repetía el ciclo en la comunidad primitiva de hermanos antes de la cena totémica que divinizo al padre e hizo interiorizable, por vía de identificación, su prohibición, la culpa.

En los adolescentes criminales, la ley es abandonada  y es se reestablece la ley de la agresividad, de la fuerza o como lo expresa el profesor, la “Orden de hierro se impone como imperativo categórico”. La clase se termina, dejando abierta la posibilidad de reflexionar sobre las profundidades de estos procesos, configuración de conciencia moral e identificación, sepultamiento del Edipo y la configuración de la adolescencia criminal, pues, aún nos falta ver la relación que se establece entre la madre y el hijo (menor como se expone en un apéndice de psicología de las masas y análisis del yo), la religiosidad y los procesos que nos trae la hipermodernidad como la forclución de la castración en el capitalismo.

Trabajos citados de Freud

(1905). Tres Ensayos de Teoría Sexual. Madrid: Alianza Editorial.

(1912). Sobre la Dinamica de la Transferencia.

(1914). Psicología del Colegial.

(1921). Psicología de las Masas y Análisis del Yo.

(1930). El Malestar en La Cultura. . Taurus.

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