CURSO: Sujeto, memoria y conflicto

DOCENTE: Mario Elkin Ramírez

ESTUDIANTE: Anyi Carolina Giraldo Zuluaga

Protocolo del 11 de Agosto/ 2016

La clase se inicia con la lectura del protocolo de la clase anterior, el cual abordaba el apartado del texto la crueldad como estrategia de guerra.

Luego se continúa con la exposición de la íntima historia del horror, un apartado del texto la desmesura y lo prosaico una aproximación a lo inenarrable del horror paramilitar en Colombia, de Jacobo Cardona Echeverry.

La compañera encargada de la exposición, puntualiza varios asuntos. Entre ellos el hecho de que por medio de la violencia y la crueldad el perpetrador puede escapar de la cultura, y a la vez se mantiene en ella. Por una parte, porque viola los referentes y no regula el comportamiento, pero de otro lado, es en la cultura y son los humanos los que hacen uso de la sevicia y la crueldad.

Aclara que los hombres a diferencia de los animales son conscientes del dolor que están generando en el otro y pueden predecir los efectos del  comportamiento, características necesarias para poder ser cruel.

La compañera puntualiza que no puede conocerse los pensamientos de la víctima y el victimario en el momento de una matanza y que la explicación de los actos son cosas que el perpetrador tampoco puede verbalizar, pero tampoco se le da la posibilidad de expresar y se le designa como un monstruo. Afirma que los victimarios en testimonios al manifestar el porqué de sus acciones hubo quienes esquivaban la mirada, otros se justificaban, otros reconocían que era parte de sus trabajos, sus obligaciones y otros simplemente ya lo habían naturalizado.

A continuación prosiguió el docente Mario Elkin Ramírez con la clase. A lo largo de la sesión desarrolló varios puntos.

Inicia afirmando que en psicoanálisis el sujeto no es para Freud una criatura  inocente que solamente se defiende cuando es atacada, sino que en su constitución pulsional habita la agresividad, una agresividad constitutiva, sostiene que hay un binarismo de las pulsiones, entre la pulsión sexual y las pulsiones del yo o de autoconservación.

Establece aclaraciones entre el instinto y la pulsión.  Afirma que el instinto es un saber que se transmite genéticamente en los animales, y ese saber se materializa en conductas. Sostiene que en los humanos eso ha cambiado en virtud del lenguaje, que es una estructura etérea, ya que ha permitido que en cada humano se instale un yo de la enunciación. Cuando el lenguaje traspasa ese cuerpo vivo produce un sujeto humano. La comunicación animal se desarrolla a través de  signos, mientras que la humana es a través de manifestaciones como signos lingüísticos, que conlleva significados, significantes, palabras,  frases,  entre otras.

Afirma que Freud compara lo que pasa en el humano con lo que pasa en el animal, y establece coincidencias, por ejemplo, al igual que en los animales, en los humanos también hay una fuente corporal de la pulsión pero identifica una diferencia, mientras que la sexualidad en los animales es un asunto regulado, ordenado, en los humanos no es una función periódica sino permanente, se ha superado la periodicidad. El instinto en el animal tiene una fuente en una región del organismo, que desemboca una serie de mecanismos hormonales, transferidos cuando está en celo, y eso hace que haya un empuje a buscar su objeto de satisfacción para obtener un fin o una meta que es el apareamiento y la reproducción. Por ende puede afirmarse que en los animales hay una capacidad de mesura frente a la sexualidad, mientras que el humano se caracteriza por la desmesura.

En los seres humanos la zona erógena a diferencia de los animales no es una sola, sino que son múltiples. Cualquier región del cuerpo es susceptible de herogeneidad: la boca, el ano, la uretra, los ojos, la nariz, los oídos, básicamente todos los agujeros del cuerpo. El lenguaje como elemento mediador dota a los humanos de herramientas que le permiten cortejar y hacer de la sexualidad algo más periódico.

En los animales el empuje es el encuentro de un objeto de la misma especie de sexo contrario siempre para el mismo fin. En los humanos el objeto de satisfacción puede desviarse evidenciando una vez más la desmesura. El macho de la especie humana no solo puede encontrar una hembra de la especie humana, dando cuenta de que la sexualidad en los humanos no tiene como meta o fin la reproducción de la especie sino obtener placer. Y no solo obtener placer a partir de prácticas sexuales que involucran el coito, sino otras como el exhibicionismo, el sadismo, el masoquismo, el fetichismo, prácticas muy alejadas de las de los animales.

En el transcurso de la clase surge la pregunta de por qué se le atribuye la transformación de la sexualidad al lenguaje, si no puede haber otros factores que hayan influido en esa transformación.

El profesor aclara que se puede reconocer cuando hay un animal o un humano, porque este último utiliza signos lingüísticos y cadenas significantes. Otro compañero interviene preguntando si no sería más bien el sistema simbólico la gran diferencia que resalta al ser humano del animal, y pone el caso de los mudos.

El profesor aclara que un mudo, al igual que un sordo o un autista, entra en el lenguaje, porque construye un sistema de señales que se ajustan a las cadenas significantes. El lenguaje no se compone solo del poder verbalizado, afirma. Lo que se quiere decir se puede transmitir de muchas formas a través de otros procesos que no tienen que ser por cuerdas vocales y sigue siendo humano. No porque no hable en el sentido que el común de los humanos habla deja de ser humano. Además es un principio ético reconocer en el otro una subjetividad. Es por esto que cuando se animaliza al enemigo para aniquilarlo se le quita ese principio ético.

Otro estudiante pregunta si hay un tiempo específico en que el lenguaje se integre al ser humano y por ende en qué momento se puede reconocer como un sujeto

El profesor puntualiza que a nivel filogenético no se sabe en qué momento los primates empezaron a hablar, pero a nivel ontogenético si, afirma que como estamos inmersos en el lenguaje, en un sistema simbólico, se comienza a hacer existir un nuevo sujeto cuando se nombra, cuando se construye un proyecto de vida para él, aun sin hacer un contacto carnal, y también después de la muerte se prolonga la existencia cuando se sigue nombrando.

Surge la pregunta de si el lenguaje es algo que se puede aprender solamente en ciertas etapas de la vida. El docente aclara que no, y pone como ejemplo el niño que fue educado por lobos durante varios años de su vida y adquirió las conductas de ellos, pero al empezar un proceso de socialización con humanos aprendió a hablar, y a partir de la escucha cambio su conducta e interiorizó normas.

El docente para explicar cómo la pulsión sin la intervención social que pone las barreras pulsionales tiende a la crueldad, puntualiza que hay un momento en la vida en que se forman unos diques. Dicho momento se ubica desde la primera infancia a la adolescencia, y se reconoce como la latencia, ya que las pulsiones dejan de manifestarse permaneciendo en un estado latente. Estas vuelven a despertar con mucho furor en la adolescencia. En la latencia se instalan en el sujeto algunos valores culturales que sirven de barrera a la pulsión, como el pudor, la vergüenza, la moralidad, la piedad.

Afirma que en la infancia esas pulsiones son parciales, anárquicas, conducen a la obtención de placer y buscan la satisfacción inmediata y sin medida. Es la realidad no solamente física sino la realidad social que comienza a imponer un límite El instinto no regula la pulsión, sino todo el entramado social: las leyes, las normas, los mandamientos, las legislaciones, las constituciones,  las costumbres, la cultura.

En la latencia gracias a que se reprime la pulsión, la crueldad infantil que es la forma muchas veces en la que el niño conoce el mundo, de manera absolutamente consciente, se transforma en lo contrario. Entonces cuando despierta la pulsión, ya hay una conciencia moral constituida, compuesta por valores. Lo que lo que sucede a veces, y que argumenta los actos de crueldad y de otro tipo, sería la interrupción de la latencia, cuando esto pasa se conecta la pulsión perversa de la etapa polimorfa con la edad adulta. El profesor citando a Freud dice que si un hábil seductor, adulto interviene en una niña, de manera tal que impida la constitución en ella de los diques, impidiendo la construcción de la vergüenza, el pudor, la moralidad, es muy probable que de grande esa niña no tenga ninguna barrera para actuar, mientras que cuando se constituyen los diques es difícil sobrepasarlos. Igual acontece con la crueldad.

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