ELENA LEVY YEYATI

En El DSM en cuestión, la psicoanalista y psiquiatra Elena Levy Yeyati disecciona el sistema de categorías diagnósticas que organiza las últimas versiones del manual, sin caer en una crítica exclusivamente política (pero sin evitarla) mostrando su asombro por la indiferencia que la historia sociocultural de la psiquiatría tiene entre nosotros.

El libro, publicado por la editorial Polemos, lleva por subtítulo Una crítica de la categoría de estrés postraumático, justamente uno de los núcleos duros de este ejemplar volumen de doctorado.

Levy Yeyati es doctora por la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA); psicoanalista y psiquiatra; miembro de la Fundación Descartes, de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : El DSM en cuestión. ¿Cuál es la cuestión que te preocupa particularmente en este trabajo, al punto de poner a ese sistema en cuestión?
LY : En este trabajo cuestiono el sistema de categorías diagnósticas del DSM basándome en el estudio del estrés postraumático. Me preocupa que el diagnóstico se siga tomando como un constructo científico cuando la importante colaboración de factores sociales y políticos en la creación del mismo en 1980 ya ha sido demostrada. Al investigar la recepción del diagnóstico en nuestro país advertí que a pesar de las fuertes corrientes de oposición a la asimilación del manual, sucedía algo curioso.

Hasta los primero años de la década del 90, el loquito de Vietnam, devastado por unos flashbacks inverosímiles, era considerado un personaje de película norteamericana. Pero a partir de los atentados terroristas contra la Embajada de Israel y más claramente, contra la AMIA, el diagnóstico fue tomado en serio en la Argentina de buenas a primeras. Luego, se ensayó su eficacia clínica, fue tema de publicaciones especializadas y finalmente, en 1996 se lo incluyó en la tabla de incapacidades empleadas por el Cuerpo Médico Forense.

Un ejemplo claro de este súbito proceso de incorporación fue el re-diagnóstico de excombatientes, que luego de 15 años de finalizada Malvinas pudieron reclamar resarcimiento por sufrir una nueva enfermedad definida según criterios estandarizados internacionalmente. En lengua inglesa hay muchas investigaciones historiográficas, poco difundidas entre nosotros, sobre la genealogía que va de las neurosis traumáticas de ferrocarril y de guerra del siglo XIX hasta el estrés postraumático de 1980.

A lo largo de ese material se cuentan innumerables evidencias del modo en que los intereses del Estado afectaron (y afectan) directamente la vida de las personas diagnosticadas. Lo que me importa es abatir la extraña indiferencia con que todavía hoy se rechaza entre nosotros la investigación de la historia sociocultural de los diagnósticos en psiquiatría. Parto de la hipótesis de que de que esa indolencia, lejos de provocar una independencia mental respecto de paradigmas dominantes,  favorece la cristalización de diagnósticos de dudosa utilidad clínica como si fueran constructos científicos probados.

T : Es un lugar común, creo, decir que el protocolo que organiza la última versión del DSM, no sólo tabula sino que también amplía los males (el malestar), al punto que pocos de nosotros quedaríamos afuera de esa clasificación. ¿Es así? ¿Se trata, como pensaba William Burroughs, de estigmatizar el desvío de ciertas normas y fortalecer el poder represivo de las neurociencias, los laboratorios, la policía?
LY : Así es. Aunque no en el sentido en que Freud y Lacan decían que todos somos neuróticos o deliramos. Según el manual estamos todos trastornados y se van catalogando todos los desvíos pero ¿quién hace el catálogo?, ¿quién lo quiere? Por poner el ejemplo más escandaloso, es un asunto muy conocido como la industria farmacéutica se benefició de la simplificación diagnóstica de los DSM. En 2008 una investigación del Senado de los Estados Unidos mostró la existencia de serios conflictos de interés no declarados de prestigiosos miembros de la Asociación de Psiquiatría Norteamericana (APA): se trataba de investigadores que recibían millones de dólares de la industria mientras a su vez trabajaban en la confección del manual. Pero hay otros modos en que se ejerce el poder de nominación. A través de la investigación del surgimiento de ciertos diagnósticos podemos ver que además de asociaciones científicas colaboran en su confección numerosas asociaciones civiles.

El DSM es como un muestrario de la sociedad norteamericana. Allí dejan su impronta grupos de familiares y enfermos llamados mentales (que no quieren que se pierda un determinado diagnóstico porque a través de él reciben subsidios y pensiones); organizaciones trans-gay-lésbicas (para que quienes obtengan, por ejemplo, el diagnóstico de disforia de género, en lugar de trastorno de la identidad sexual, puedan acceder a cirugías de reasignación de sexo); organizaciones militares y de veteranos (que en 1980 desempañaron una militancia activa para que se reconociera de algún modo el vergonzoso papel que desempeñaron en Vietnam, al menos a través del establecimiento de un diagnóstico exculpatorio como el estrés postraumático); etcétera. Vale decir, el ejercicio del poder de nominación a través de las etiquetas diagnósticas no sólo se ejerce desde los que detentan el poder de policía o el poder económico-desde arriba hacia abajo, por así decir-, sino también desde abajo hacia arriba, desde los movimientos sociales hacia los dispositivos a través de los que el Estado gestiona las vidas de las personas. En este caso, es como un camino en busca de legitimación, que se juega mucho más en el terreno jurídico-administrativo que en el campo clínico.

T : El tuyo es un trabajo académico, que incorpora aportes y críticas, y que lee al DSM desde una perspectiva psicoanalítica. ¿Podrías desplegar esa idea?
LY : Cuando estallaba la Gran Guerra y la neurosis traumática crecía epidémicamente, Freud escribía a propósito de la psiquiatría y el psicoanálisis algunas de sus Conferencias introductorias. Distinguió los síntomas típicos, aquellos con los que se hace el diagnóstico psiquiátrico, de los síntomas individuales, que para él son una variación singularizada de los típicos, más fáciles de reconducir a la biografía de cada uno mediante el análisis.

Lacan, a su vez, reconoció la existencia de tipos de síntomas, lo que se llama una clínica, que es anterior al discurso analítico. Es decir, que lo que contaba para la psiquiatría como rasgos descriptivos para formar clases clínicas y diagnosticar no fue descartado por el psicoanálisis -hay homonimias-, pero los diagnósticos sufren, por el advenimiento del discurso analítico, una transformación. A partir de entonces se busca el sentido, la función de los síntomas, tanto a nivel general como individual. Entre los psi, es común decir que hay que enriquecer la psicopatología empobrecida del DSM retornando a los clásicos. Eso da por supuesto que los clásicos son los psiquiatras clásicos (Falret, Kraepelin, Bleuler, etcétera) anteriores al psicoanálisis. Yo considero que Freud es el clásico al que hay que volver, que en materia de psicopatología es insuperable.

T : Las consideraciones políticas parecen ausentes del libro, si se lo lee – dirás si estoy equivocado – desde una mirada antipsiquiátrica,contracultural, hasta foucaultiana. ¿Cuál es tu opinión?
LY : Estás y no estás equivocado. En efecto, mi trabajo no tiene un punto de vista antipsiquiátrico, que en un sentido estricto, es el que afirma que la enfermedad mental no existe y que el mundo estaría mejor sin esa idea. Pienso que si atendemos personas debe haber un discurso que oriente a los clínicos para juzgar, tomar decisiones, disponer de algunas claves para la interpretación de los casos Por otra parte, en el trabajo me propongo abrir un enfoque conceptual que permita entender cuestiones cruciales de la clínica basándome en algunas ideas del psicoanálisis y de Ian Hacking, que es un filósofo canadiense que ha tenido una importancia decisiva en la recepción de Foucault en el mundo angloparlante desde hace más de 40 años. El problema que quiero cernir es de qué modo se puede tener en cuenta la construcción social de un diagnóstico y a la vez conservar un punto de vista clínico. 

T : Según la OMS, habrá más depresiones, más soledad, más obesidad, entre otras manifestaciones. Un libro sobre el DSM, ¿en qué puede ayudar a cambiar este, digámoslo así también, lugar común?
LY : Una crítica, como un análisis, ya es un trabajo de deconstrucción de lugares comunes. Además, hay que hacer algunas distinciones. Mientras que la OMS tiene un enfoque político-sanitario, entiende la enfermedad o la infelicidad como un factor que se traduce en gestión de recursos, donde el que gestiona está afuera. Mi libro sobre el DSM tiene un enfoque clínico y si bien reconoce que la clínica de lo traumático tiene una notoria significación política, se propone mostrar como el practicante forma parte del mal que diagnostica. Eso nos vuelve mucho más responsables de lo que decimos. ¿En qué puede un libro sobre el DSM ayudar a cambiar el panorama que da la OMS? No sé, hay muchos libros sobre el tema, habría que calibrar si tienen o no consecuencias.

T : Finalmente. Enfrentados a lo real de la época, fuera de cualquier cosmovisión, ¿qué puede decir un psicoanalista cuando dios ha muerto, las religiones no alcanzan, los placebos se multiplican, etcétera, y nada de eso está o parece estar en los genes o en las disposiciones innatas pero sucede de manera violenta o muy violenta, en una sociedad que ha elevado el Espectáculo a la dignidad de la Cosa?
LY : Parafraseando a Wittgenstein diría que el juego del lenguaje en la sociedad del espectáculo en el que se participa no es el de expresarse con sinceridad como entre amantes, se puede mentir o callar y nadie estará seguro de lo que pienso. La imagen y el semblante reinan. Pero el diálogo con el analista es íntimo, está más próximo al juego de lenguaje de los amantes que a la dimensión espectacular. A pesar del uso que pueda hacerse de ellos, los semblantes tambalean. El analista es el que sigue afirmando que se defina como se quiera la época en que vivimos, si se da el encuentro que conviene, ese juego del lenguaje es posible siempre que dos personas hablen sinconsentir a la relación sexual. 

Tomado de: http://www.telam.com.ar/notas/201409/78513-considero-que-freud-en-materia-de-psicopatologia-es-insuperable.html
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