Especialización en Psicología Clínica con Orientación Psicoanalítica

Curso: Fundamentos Clínicos del psicoanálisis

Profesor: Mario Elkin Ramírez

Estudiante: Patricia Montoya Jaramillo

Relatoría de la clase del 17 de enero de 2014

El Psicoanálisis es una práctica de la Palabra.  No se fundamenta en la observación, en la mirada, sino en la escucha.  Es una práctica de la palabra, gracias a la eficacia simbólica del Lenguaje, el ser humano, hace parte de la construcción del código lingüístico en el que está inscrito.  Corresponde también a la eficacia simbólica, la suposición de que el analista posee un saber, un saber que permite la conducción del sujeto hacia la cura.

Freud se encuentra muy tempranamente con las palabras de las histéricas, genera un punto de quiebre, nos encontramos con la novedad que introduce Freud, quien en medio de una clínica que se fundamenta en la mirada, en la observación positivista de las ciencias, establece la escucha de las palabras, como fundamento del psicoanálisis.

La palabra cumple una función de catarsis, mediante la cual se pueden purgar los sufrimientos, es decir, a través de la palabra el cuerpo puede “vaciar los sufrimientos”.  La catarsis permite sacar afuera, no para eliminar, sino para lograr un equilibrio mediante la expulsión de un exceso.  La catarsis es una forma de cura por la palabra.

Pero Freud va más allá: Si bien pasó por la hipnosis y el método catártico de Breuer, Freud se encuentra con que la palabra permite una abreacción, es decir,  una descarga de los afectos, de la angustia que se ha albergado en determinado momento.  Freud ve en la hipnosis un aspecto de sugestión y una relación de poder que situaba al paciente en el papel del esclavo, reconoce el derecho del paciente de no dejarse sugestionar.  Por el contrario a través del dispositivo de la asociación libre se puede llegar a estructuras inconcientes.

El lugar del análisis es un dispositivo de dos: analizante y analista, el analizante trae a la terapia su sufrimiento, el analista le autoriza a decirlo todo, sin ser juzgado, sin ser censurado, sin juicios morales, sin pudor, le autoriza a hablar de manera libre y sin diques. Se requiere de la presencia de los dos, analista y analizante ponen sus cuerpos, la palabra requiere de los cuerpos. A nadie se le puede analizar en ausencia. Son dos y sin embargo el analizante hace presente a un tercero: al hablar de sí mismo habla de los demás, de los Otros que han marcado con palabras su cuerpo, habla de sus sufrimientos, de su síntoma, un síntoma que está articulado a la materialidad de la palabra, a la materialidad del inconciente.  El síntoma es una formación de compromiso, que tiene una parte conciente y otra inconciente, es la manifestación de dos corrientes contrarias.

El inconciente es una palabra negativa es “no conciente”, Freud encuentra, en el discurso de las histéricas, la estructura de un aparato psíquico que se compone de varios niveles.  En la escucha del discurso, de las palabras, también escucho lo que no se dice, los silencios, los baches en el discurso, los lapsus.  En estos silencios, escuchó otro estrato del discurso, lo que estaba relegado, en el Preconciente y en el Inconciente. Propone entonces, una metáfora tópica para entender la estructura del sujeto.

El analizante trae a la terapia su sufrimiento, a través de la materialidad de la palabra, su sufrimiento esta hecho de las cosas que le hicieron mal, de las palabras que tomó del otro y que atraviesan su cuerpo, construyen su cuerpo y lo inscriben en el lenguaje.

Lacan introduce el signo lingüístico, para decirnos que el inconciente está estructurado como un lenguaje.  El signo lingüístico tiene la posibilidad de ser asociado a un efecto doloroso, está hecho de las palabras dichas al sujeto que le hicieron daño, como también lo hacen sufrir las cosas que le son imposibles de nombrar.

¿Cuál es el lugar del analista?  El analista puntúa los decires del analizante, mientras en la psicoterapia se le hace al otro una devolución, el analista, por el contrario, puntúa, actúa como un editor quien, a través del dispositivo de la escucha, lee lo que el analizante dice y a la vez no dice.  El analista lee lo que el analizante trae escrito en su cuerpo, no a partir de la mirada, sino a partir de la escucha. Puntuar el discurso es cambiarle el sentido, puntuar es señalar ese punto preciso que hace que el sentido cambie.

Ahora bien, ¿desde dónde se autoriza el analista a puntuar el discurso?, el analista se autoriza a puntuar el texto del paciente, desde el hecho, de que él, ya ha realizado su propio análisis, conoce de las formaciones del inconciente, los desplazamientos, las condensaciones, las negaciones, conoce del punto de dolor.  Es decir, que es a partir del conocimiento de su propio inconciente, que el analista puntúa los decires del analizante, puntuaciones que no son del orden del sentido, sino del orden del fonema.  Mientras el analizante habla libremente, el otro puntúa los decires, y es esto lo que permite componer el tejido del inconciente, un tejido de palabras.

Las puntuaciones en el discurso, permiten que el sujeto rectifique el sentido. Rectifique su posición subjetiva.  La cura por la palabra, es posible porque el psicoanálisis descansa en los poderes del lenguaje, creemos en el poder de las palabras: en el poder que tienen tanto, para marcar el sufrimiento de un sujeto, así como en el poder que tienen para curarlo.

El poder del lenguaje produce efectos de verdad.  El ser hablante siempre está buscando la verdad, hablar siempre tiene consecuencias.  El sujeto encuentra su verdad, por lo cual, el analista no puede situarse en el lugar del dominio, de la autoridad.

La cura analítica plantea una disimetría.  El analista no está allí para juzgar, esto es fundamental, para que la verdad pueda emerger.  El poder del lenguaje consiste en que el sujeto pueda encontrar su propia verdad, esa verdad que revela la propia perversión, ese punto de traición, de rencor, de dolor, esa verdad que revela su propia obscenidad. Se puede usar el lenguaje para decir la verdad. Pero aún la verdad puede ser “mentirosa”, la verdad no se conoce plenamente.  No se trata de una verdad que corresponde a la exactitud del relato, el psicoanálisis parte de lo que el sujeto dice, y tiene efectos de verdad en él.  El sujeto selecciona las palabras que lo marcan, a partir de estas se constituye, y en la cura analítica gracias a la interpretación, las puntuaciones tienen efectos, tienen poderes lingüísticos que permiten que el sujeto analizante transforme algo en sí mismo.

En la cura analítica, la interpretación se presenta en dos vías, el analizante también interpreta, pero él no tiene la misma relación con el inconciente, porque el analista ya hizo su propio camino, que le permite no poner su propio “yo” en juego en la terapia analítica.

Bibliografía

Freud, S. (1890) Tratamiento psíquico (Tratamiento del Alma), en Obras Completas, Buenos Aires Amorrortu, vol. 1  1976.

Cibergarfía

Terapia Psicoanalítica

Vídeo sobre este primer principio

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