RELATORÍA del 21 de Junio de 2013
PROFESOR MARIO ELKIN
Estudiante: LAURA VÉLEZ BURGOS
La clase pasada, el día 21 de junio, dio inicio con la exposición del texto “El amor al prójimo” Del seminario 7 de Lacan, en el que se retoma lo dicho por Freud en el Malestar en la cultura y se pone en evidencia la inverosimilitud del mandamiento “Ama al prójimo como ti mismo”. ¿Puede amarse al otro como nos amamos a nosotros mismos? ¿Qué es lo que implica dicho amor? ¿No es este imperativo una insinuación de la naturaleza narcisista del hombre?
El amor, el dio o la generosidad siempre parten de uno mismo y es en la aparición del otro en el que ellas se extienden y se proyectan en ese otro “yo”. Un ejemplo sencillo son las acciones altruistas, o los actos caritativos, que son la forma en la que según la tradición judeocristiana se manifiesta el amor al prójimo: El sujeto que los lleva a cabo hace una interpretación de los deseos o necesidades del otro y los cumple motivado por la recompensa moral que implica ¿Estas acciones ayudan realmente a ese otro o son sólo aportes banales para engrandecer el propio ego, tomar poder sobre el otro, o proyectar nuestras mismas necesidades?
El bien y el mal que hacemos a otros, los sentimientos que profesamos a ellos, son una búsqueda de satisfacción de nuestros deseos.
Lacan cita a Freud, quien afirma que el hombre tiene una clara tendencia al mal. Que somos seres agresivos, y toda esta agresividad la dirigimos a los sujetos y objetos del exterior, como una sublimación de nuestra pulsión de muerte, que originalmente van destinadas a nosotros mismos.
Anhelamos el sufrimiento ajeno, porque anhelamos nuestro propio sufrimiento. Destruimos porque la autodestrucción es definitiva y en la inexistencia no puede gozarse ni del sufrimiento ni de la muerte, es preciso hallar un sustituto.
No es entonces amar al prójimo como a si mismo lo que hace o puede hacer el hombre, sino amarse y odiarse a sí mismo a través del prójimo.
Una vez finalizada esta sección de la clase, se expone y discute el discurso de Agatón en El banquete de Platón.
En este discurso, Agatón comienza desprestigiando los anteriores, afirmando que el objeto al que estos iban dirigidos erróneamente era al hombre y no al amor mismo, al que Agatón se presta a elogiar: Contrapone lo dicho por Fedro a propósito de la antigüedad de Eros, proponiendo que este es el más joven de los dioses, y que por lo tanto, siempre vive en los jóvenes y desprecia la vejez y la muerte. Dice también que es el más bello y que está en contra de todo lo feo. Es decir, que el amor esta privado para los ancianos y las persona desprovistas de belleza.
Habla de la naturaleza alegre y pacífica de Eros y de que es joven porque, de ser antiguo, nunca habría existido la violencia, dando a entender que en su época no eran comunes en Atenas los actos violentos.
Dice que Eros es más valiente que Ares, el dios de la guerra, y es el dios más sabio. Se puede deducir de esto las ideas pacifistas de Agatón, quien afirma que además de estas características, el amor es blando, por ello sólo puede disfrutar de él quien se permite a sí mismo ablandarse, y es un ser delicado, no mantiene sus pies en la tierra, sino en las cabezas de los hombres: Su fragilidad causa la locura a los amantes y sólo persigue lo bueno.
Su discurso pacifista y poético, esconde una concepción del amor totalmente homogéneo, uno que alienta a la segregación, casi al elitismo.
También plantea una paradoja, ya que afirma que el amor es un regalo, pero si busca lo que se le asemeja, ¿qué es lo nuevo que ofrece dicho regalo? Si se es joven, sabio, bueno, feliz y bello, y el amor es igual ¿Para qué necesito del amor?