PROFESOR: MARIO ELKIN RAMÍREZ

ESTUDIANTE: JEISON DARÍO HERRERA GONZÁLEZ

FECHA: 26/ABRIL/2013

 

Protocolo:

Sesión del miércoles 24 de abril de 2013

La sesión del pasado miércoles 24 de abril comenzó con el protocolo correspondiente a la sesión del 5 de abril. En su lectura fueron introducidos los aspectos más importantes en torno a lo que ha significado el amor a lo largo de toda la historia y su importancia dentro de los intereses del curso. Luego de la reconstrucción del recorrido panorámico en la concepción del amor para los historiadores y no para los psicoanalistas, se dio paso a las últimas consideraciones frente al texto freudiano de 1908 “La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna”. Rescataremos aquí aspectos relevantes y ampliaremos aquellos puntos que lo ameritan:

1. La doble moral se ha encargado del miramiento por la natural diversidad de los sexos y ha hecho que las faltas del varón sean penadas con menor rigor. Aunque la cultura se edifica sobre la sofocación de las pulsiones, esta doble moral ha repercutido finalmente para hacer de la perversión algo más propio de los hombres y de la neurosis algo más característico de las mujeres. Freud llega a la intelección de que la perversión es a la neurosis como lo positivo a lo negativo para mostrar que las neurosis contienen, en el estado reprimido, las mismas inclinaciones que los perversos positivos. Pero a partir de esta analogía también se podría contrastar una sobrestimación sexual (en el perverso) y una represión de las mociones libidinosas (en el neurótico).

­2. Con referencia a la historia del desarrollo de la pulsión sexual podrían diferenciarse tres estadios culturales, de los cuales el segundo es aquel donde es sofocado todo de la pulsión sexual excepto lo que sirve a la reproducción. En este estadio cierto número de personas no satisfacen sus requerimientos, y al no consumarse correctamente el desarrollo de la pulsión sexual se engendran dos clases de desviaciones nocivas respecto de la sexualidad normal exigida por la cultura: los diversos géneros de perversos y los homosexuales o invertidos.

3. Las mujeres tienen la condición de ser las portadoras genuinas de los intereses sexuales del ser humano. A ellas les es concedido en menor grado el don de sublimar la pulsión, bastándoles el lactante como sustituto del objeto sexual. Esto porque las mujeres contraen neurosis graves que las perturban toda la vida bajo las desilusiones del matrimonio. Respecto a la moral sexual doble, válida para el varón en nuestra sociedad, es la mejor confesión de que la propia sociedad que ha promulgado los preceptos no los cree viables.

Una vez hechas estas consideraciones se da lectura al protocolo correspondiente a la sesión del 12 de abril. En éste se recogen los aspectos más relevantes tratados anteriormente por la expositora y por el profesor en torno al texto freudiano “La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna”.

Antes de centrarse en El banquete de Platón, el profesor hace una disertación sobre los tres aspectos antes señalados:

1. La afirmación de que los hombres son más propensos a la perversión que las mujeres se entiende desde la referencia lacaniana a que la perversión es masculina en el sentido de que las mujeres no tienen perversión, sino hijos. El destino de las mujeres hasta hace aproximadamente 50 años experimentó un viraje cultural e incluso biológico (Napoleón afirmaba que la anatomía era el destino) que hizo renunciar a las mujeres al imperativo de ser las reproductoras de la especie a partir del descubrimiento de la píldora anticonceptiva. Acerca de la anticoncepción, Freud afirma en “La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna”:

Todos los recursos de que hasta hoy se dispone para prevenir la concepción mutilan el goce sexual, perjudican la sensibilidad más fina de las dos partes o aun ejercen un directo efecto patógeno[1].

A partir del movimiento de la liberación femenina las mujeres entran en un nivel de igualdad con los hombres en el que se puede experimentar placer sexual sin el condicionamiento de la reproducción. El siglo XIX-XX (época victoriana) se caracteriza por igualar la sexualidad a la reproducción, y al ser Freud un hijo de su tiempo adquiere el prejuicio cultural de que una mujer llega a realizar su feminidad cuando llega a la maternidad (feminidad = maternidad). La mujer se inscribía culturalmente a la sexualidad como reproducción avalada por el matrimonio, pero hoy es manifiesta una separación de estos tres ámbitos: sexualidad, reproducción, matrimonio (y añadimos el amor).

2. Las madres pueden volver a sus hijos objetos de amor, mientras que los hombres encuentran los objetos de la perversión en las mujeres. El hijo puede devenir en el lugar de los vacíos que una mujer encuentra en el matrimonio; algo que también puede desatar una neurosis tal como se evidencia en el complejo de destete. En Introducción del narcisismo Freud señala:

Aun para las mujeres narcisistas, las que permanecen frías hacia el hombre, hay un camino que lleva al pleno amor de objeto. En el hijo que dan a luz se les enfrenta una parte de su cuerpo propio como un objeto extraño al que ahora pueden brindar, desde el narcisismo, el pleno amor de objeto[2].

El complejo de destete no se entiende en el sentido literal de la privación del pecho materno, sino en el sentido psicológico de la separación madre-hijo y en la que interviene el padre desde la función de mostrar la necesidad de tal separación (el ingreso a la guardería, la prestación del servicio militar, la opción matrimonial). Este complejo experimenta en nuestra sociedad un proceso culturalmente complejo, dadas las condiciones o circunstancias económicas y sociales. La cultura hoy está hecha para prolongar la adolescencia, esto es, para depender de los padres en ciertos ámbitos de la vida.

3. Que el hombre tenga perversiones era más evidente antes porque ahora hemos entrado en un proceso de democratización. La moral sexual cultural de entonces era doble e hipócrita para el hombre. Las mujeres tenían el imperativo de la represión sexual y la virginidad hasta el matrimonio, e incluso dentro de éste la sexualidad estaba ligada a la reproducción. Los hombres procuraban en cambio prácticas sexuales en ciertos lugares y con ciertas mujeres a fin de llegar experimentados al matrimonio; algo que muestra que las puertas para la perversión han estado un poco más abiertas al hombre. Desde el punto de vista freudiano la perversión no depende de un juicio moral, así éste esté asociado aparentemente con algo moral. La perversión se asumía desde una desviación de la norma; esto es, desde el desvío de la reproducción de la especie en el matrimonio. La sexualidad infantil es considerada perversa polimorfa porque el niño carece de una norma sexual que lo aleja de la perversión a través de la represión. De ahí que Freud considere la homosexualidad como perversión en el sentido de la elección de objeto y el desvío de la meta en la sexualidad. Con la distinción lacaniana de instinto y de pulsión consideramos que la sexualidad humana es perversa porque el lenguaje ha pervertido el instinto y lo ha convertido en pulsión. En Tres ensayos sobre teoría sexual Freud dice:

Llamamos objeto sexual a la persona de la que parte la atracción sexual, y meta sexual a la acción hacia la cual esfuerza la pulsión. Si tal hacemos, la experiencia espigada científicamente nos muestra la existencia de numerosas desviaciones respecto de ambos, el objeto sexual y la meta sexual desviaciones cuya relación con la norma supuesta exige una indagación a fondo[3].

Con estas consideraciones pasamos al tema central del curso: El banquete de Platón.

La narración comienza con una conversación de Apolodoro con algunos interlocutores que le preguntan acerca de una reunión sostenida por los personajes del diálogo 16 años antes. El amigo le hace rememorar a Apolodoro una historia que él piensa está referida en la actualidad, o hace menos de un año. Apolodoro le comenta que dichos diálogos en los que participó Sócrates ocurrieron en otro momento histórico en el que ellos eran niños. Aristodemo, quien sí asistió al banquete refirió el acontecimiento a Apolodoro, quien muchos años después rememora lo que pasó aquél día. La fecha en que tiene lugar El banquete es 416 a. C., fecha en la que el poeta trágico Agatón (448 a. C.) alcanzó su primera victoria y organizó la reunión a fin de festejar su triunfo en las fiestas Leneas. El que haya una distancia entre el acontecimiento y el relato es algo que nos pone en aviso de por lo menos dos características del diálogo:

1. Se trata de un relato interpuesto que tiene tres niveles del discurso: a. Lo que dice Aristodemo quien asistió. b. Lo que Apolodoro recuerda que le contó Aristodemo. c. Lo que Platón recuerda que Apolodoro le contó que Aristodemo le contó del banquete.

Lo que hace llamativo y curioso este diálogo platónico es que se desenvuelve como un acontecimiento de lenguaje en el que es imposible constatar empírica o históricamente lo que sucedió. Pero la dimensión de discurso interpuesto también se veía en Sócrates, quien dice que su reflexión le proviene de una sacerdotisa de Mantinea llamada Diótima de la cual él reproduce sus palabras y que es en última instancia el verdadero logos platónico sobre el amor. Este discurso es central desde el punto de vista filosófico por las referencias socráticas del amor al otro, del amor a lo bello que hay en él, del reconocer lo bello que hay en él en otros y finalmente reconocer la idea del amor.

Diótima ha desempeñado un papel fundamental y de gran significación simbólica en El banquete, texto clave en el pensamiento de Platón y, más particularmente, en el concepto de amor. Dicho concepto nos traslada, aunque indirectamente, a la consideración de aquel anhelo por la inmortalidad propio de Diótima y al que le adjudicaba el propósito de ayudar a los hombres a ascender en el conocimiento de lo divino. El amor es una unidad que guarda una diferencia, una unidad que unifica dos elementos contrapuestos: Poros y Penia.

2. Se trata de la tradición oral, pues para los griegos tenía más valor la palabra hablada que la palabra escrita, mucho más tardía ésta que aquélla. La literatura griega oral se volvió escrita en el siglo V a. C. llamado el siglo de Pericles; siglo fundamental para Grecia por el florecimiento de todas las artes y el apogeo de las diversas manifestaciones culturales. Dado que el griego no estaba estructurado como escritura definida, empieza a gestarse una gramática griega. Si antes había una cultura de la memoria y la palabra, hoy tenemos una cultura donde prima lo escrito y la letra. Platón dice que aprender o saber es recordar para mostrar que su teoría del conocimiento se basa en la memoria o en un saber proveniente de vidas pasadas.

 

3. El Eros del que se trata es un Eros mesurado, pues el ideal del amor como la medida tenía el objeto de poder relacionarse y dominar el patos (emoción, sentimiento, pasión). Hay un ideal de dominio presente en la vida de los griegos, un Eros diferente del Eros apasionado; aquél que frecuentemente se vive ligado a los placeres terrenales. Se trata de un daimon, que más tarde adquirió la significación de lo pasional, excesivo, malvado o pecaminoso, aún cuando el sentido primero hacía referencia a la falta y no a la culpa. No es un diablo, sino una entidad intermedia entre los hombres y los dioses.

En el mundo griego el amor se dice de tres maneras (Filia, Ágape y Eros). La pobreza (Penia) instala la pena; la riqueza (Poros) instala la abundancia. Eros, más que un dios, sería un demonio, pues si en el orden de Eros está el deseo, desea la belleza y el bien. Daimon está entre dos como Eros está entre Poros y Penia. Se trata de algo intermedio, de un metaxu, de un “entre”, de un “en medio de”, pues como dice Platón en El banquete: “Al estar en medio de unos y otros llena el espacio entre ambos, de suerte que el todo queda ligado consigo mismo”. Si el mito del origen de Ἔρως nos dice que éste nació de la unión de Πόρος (abundancia) y Penia (pobreza), entonces este algo intermedio es el amor.

El Eros es también es un umbral, un medio, un instrumento para ascender a lo más alto, un Eros epistémico ligado al saber. Es un Eros que une la ley, la medida y la armonía, elevando la mesura a la dignidad de una regla fundamental y práctica (justa medida). Esto aparece en el diálogo en el momento en que Erixímaco propone una ley para El banquete:

El amor reside en todos los seres. Es preciso complacer a los hombres moderados y a los que están en camino de serlo, y fomentar su amor, el amor legítimo y celeste, el de la musa Urania. Pero respecto al amor vulgar, no se le debe favorecer sino con gran reserva y de modo que el placer que procure no pueda conducir al desorden. Cuando el amor se consagra al bien y se ajusta a la templanza y a la justicia, nos procura una felicidad perfecta.

La mesura a la que llama Erixímaco tiene el propósito de recordar el objeto de la reunión: hacer un discurso sobre el amor. Pero Sócrates es caracterizado de una forma singular; una forma como excepción, como inclasificación.

 

Con estos elementos damos paso al texto freudiano de 1910 “Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre (Contribuciones a la psicología del amor, I)”.


[1] La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna, p. 174.

[2] Introducción del narcisismo, p. 86.

[3] Tres ensayos sobre teoría sexual, p. 123.

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