por Nathalie Georges-Lambrichs

Nathalie Jaudel ha elevado el método histórico de É. Roudinesco tal como ésta lo ha puesto en práctica en su Jacques Lacan a la dignidad de un objeto de estudio. Se apoya, ¡divina sorpresa! sobre una erudición alegre y un raro rigor en la argumentación, un análisis exhaustivo de la “leyenda negra” de Jacques Lacan: identifica los componentes, los estudia y los pone a prueba de un principio de razón psicoanalítica – lo que en un punto es también un asunto de gusto.

Élizabeth Roudinesco puede así jactarse de haber provocado al menos a una lectora que ha escrutado su texto sin saltarse una línea. Cuando Nathalie Jaudel haya elucidado todas las facetas de la transferencia negativa de Élizabeth Roudinesco sobre Jacques Lacan, habrá demostrado que tal transferencia no es propicia al progreso del saber cuando se fija imaginariamente sobre la persona del psicoanalista (Cf. p. 86-87 et p. 95-96). Ella habrá también mostrado, en acto, que esa transferencia ha provocado la suya propia, cuyo valor epistémico se prueba, tan enriquecedora como saludable.

El objetivo de Nathalie Jaudel no es pues pelearse, ni polemizar por el gusto de la polémica, sino de llamar al pan pan. En este caso, a una biografía una biografía, o sea, un género que tiene sus leyes. La finalidad de Nathalie Jaudel es más bien el descoser una a una las hojas en los cuales Élizabeth Roudinesco ha embalsamado a Jacques Lacan y devolverle a éste su estilo, aprehendido en la órbita de su enseñanza(Cf. in fine p. 213). Viene en el momento oportuno para animar la vida intelectual en Francia, de la que Jean-Claude Milner ponía en duda hace doce años que todavía existiese (Elucidation n°2, recogido en Verdier).

Razones de un fracaso

Nathalie Jaudel plantea: ¿É. Roudinesco es historiadora o testigo? ¿Puede ser a la vez una y otro? El hecho de que ella misma revele haber sometido su cuestión a Jacques Derrida en cuanto al uso que podría hacer o no hacer del pronombre “je” para relatar acontecimientos vividos por ella misma y probados, la respuesta que ha recibido de este último y el uso que hace de ello (Cf. p. 28) ¿Son suficientes para convencer a la lectora exigente que es Nathalie Jaudel? Pues no. Nathalie Jaudel no quiere (no más que Derrida por otra parte) que la empujen a dar un paso en falso al que la memoria querría arrastrar a la historia (p. 24 puis p. 27 et sq.).

Mantiene que son dos géneros: las obras de los memorialistas alimentan el trabajo del historiador, pero no se las debe confundir con éste. Nathalie Jaudel no respeta pues la obra de Élizabeth Roudinesco de la misma manera que la de Julio César (ibid.). Subraya solamente que la disciplina histórica contemporánea consiste en liberar su objeto de la ficción o del panfleto (p. 29) tan cierto como, según escribe Kracauer, “la historia es la tarea del exiliado” (p.30). El testigo, si se implica en su empresa ¿no se arriesga a ver cómo ésta se reduce al dominio de su única y propia voz?

Élizabeth Roudinesco ha expuesto la solución elegida por ella para salir de un impasse que no ignoraba: tanto el presente narrativo convendría a la escritura del relato de La batalla de los cien años, cuanto el pasado parecía imponérsele para la de “la aventura lacaniana”. NathalieJaudel propone una interpretación de esta elección, y pide una explicación de ésta a la autora (p. 31). Más: expone con un lenguaje transparente las razones de su fracaso(p. 32 et q.) Avanzando en el ensayo de Nathalie Jaudel, se ve cómo en la obra de Élizabeth Roudinesco se va haciendo cada vez más profundo el foso entre lo que es su objeto, y la manera de tratarlo, entre peticiones del principio de imparcialidad y objetividad, el material que recubren, y que las desmienten (Cf. p. 80). Abundan los ejemplos, que hacen robusta la demostración.

El debunking, su método o sus procedimientos retorcidos

Después de haber hecho la distinción entre el memorialista y el historiador, Nathalie Jaudel atrae nuestra atención sobre lo que llama “intrusiones de autor” (primera parte, capítulo 3) citando como es su costumbre bastantes pasajes para mostrar que no solamente ella no inventa nada, sino que ha verificado lo que avanza para acusar a Élizabeth Roudinesco de una actitud despreciativa con respecto a Jacques Lacan, fundada sobre el poder de ilusión descriptiva resaltado por Roland Barthes (Cf. p. 41), ilusión al servicio de la cual el autor comete inexactitudes probadas (Cf. par exemple p. 38 et sq.). Más que de un método expuesto, Élizabeth Roudinesco parece hacer uso entonces de “procedimientos”, discutibles ya que introducen en el ánimo del lector supuestas verdades no demostradas. Más adelante vendrán extrañas torsiones y lagunas (Cf. p. 103 et sq). ¿No será que Élizabeth Roudinesco está afectada por la pasión contemporánea, el supuesto democrático del debunking…? (Cf. p. 82)

El desarrollo relativo a la diferencia entre rememoración y reminiscencia (Cf. p. 57 ) ilustrada por la última enseñanza de Lacan, la de las páginas 58-60 en las que Nathalie Jaudel delimita magistralmente el punto sobre el cual tropieza Élizabeth Roudinesco en Lacan y que concierne a lo que es la historia –y en consecuencia lo que no es- ilustra la esterilidad de la pasión del archivo por el archivo. Esta pasión, si no tiene tendencia a abolirla, falla en situar al Campo freudiano que surgió “cuando la Historia irrumpe en el presente, sin ser construida por los historiadores” y hace que “reencuentre el ámbito clausurado de la tragedia antigua y del mito:  la familia” (J.-C. Milner L’arrogance du présent, p. 170). Esta pasión, que Élizabeth Roudinesco no oculta, se presenta sin embargo, quizá sin que ella se percate, como el lugar de la imposible conciliación entre la Historia y el psicoanálisis, el cual no subsiste más que gracias al deseo de que esta irrupción pueda encontrar su lugar y su dirección.

Es imposible para Élizabeth Roudinesco acusar el hecho de que el material de archivo concerniente a Lacan sea escaso, sin postular que un Otro malvado le impide su acceso (Cf. p. 129 ). Al mismo tiempo, ella renuncia voluntariamente a ciertas fuentes, lo que Nathalie Jaudel muestra invitando a otros testigos que no son la doxa o el rumor, para decir por ejemplo, lo que es la sesión corta (Cf. p. 74 et sq.) sobre la cual la autora se indigna; ella se priva como muchos “lacanianos”, de la última y ultimísima enseñanza de Lacan, por lo que su rechazo a la enseñanza de Jacques-Alain Miller hace que no encuentre la entrada (Cf. p. 92-93).

Más allá del bien y del mal, torpezas, impasses y falta

El ensayo de Nathalie Jaudel pivota en torno a un eje, la recusaación por parte de Élizabeth Roudinesco de un testigo eminente que no es otro que el propio Jacques Lacan. Ahí está su principio de autoridad. Nathalie Jaudel forma parte de esos que, atentos a los dichos, hacen caso especialmente de los dichos de Jacques Lacan. Muy ilustrativo a este respecto es el análisis que procede de una breve reflexión que Lacan hace a propósito de su tesis, más de cuarenta años después (Cf. p. 92-93). La cuestión que de ahí se deriva encuentra ahí su pertinencia: “¿de qué habla ella [Élizabeth Roudinesco] verdaderamente?” (p. 153 y 154). Y entonces, da en el blanco: “ Además yo formulo la hipótesis de que rechazando escuchar a Lacan, tomando de manera sistemática sus declaraciones sobre sí mismo con pinzas o ignorándolas, Élizabeth Roudinesco ha pasado al lado del personaje, se ha perdido su diferencia. No es sin embargo una cuestión de buenas o malas intenciones –que después de todo no nos importan; es una cuestión de la ética de las consecuencias: lo que es imperdonable, es dejarlas escapar. ¿Cómo, en efecto, atrapar la verdad de un sujeto sin tomar en serio lo que dice de sí mismo, sin interesarse en su enunciación, tanto más cuanto el que enuncia afirma hacerlo en su Seminario “desde el lugar del analizante”?” (p. 154).

El método de Nathalie Jaudel

¿Se puede hablar aún de método de Élizabeth Roudinesco?. Si fuera sí, ¿no sería un antimétodo, que peligra por un síntoma que se opone al logro del objetivo que ella se propuso? Ojalá hubiera sabido y asumido que Lacan era para ella el diablo probablemente, un diablo completamente ocupado en no dejar la exclusividad del psicoanálisis a los historiadores. Quisiera Dios, que es inconsciente, que ella se hubiera dado cuenta, en el espejo de los mil y un pliegues del alma de ese diablo, la cifra de su deseo! (Cf. p. 101).

Quieran los lectores de este libro captar cuánto fecundan estas líneas el mantillo lacaniano, repleto del saber chino (Cf. in fne p. 160) recordado por Simon Leys, que nada de lo que aquíse enuncia tiene verdadera importancia,salvo que en el enunciado se injerta la ética del bien decir. Ahí reside el método de Nathalie Jaudel: abrazar el terreno y no las querellas, señalar sus accidentes, su relieve, estudiar su composición –tratándose de un libro, someterlo a la prueba de una lectura textual para experimentar en ella la fuerza creativa y hacer que aparezca el defecto. Pero también está el arte: no solamente una retórica clásica e informada, sino un sentido de la representación del lector: sensibilizarlo con pequeños toques, darle un golpe un poco más fuerte, después mecerlo todavía, para terminar, al término de un crescendo imperceptible, para hacer que se de cuenta de eso que está ahí escrito, y que es propiamente increíble.

Y si no supiéramos que todo el mundo delira, las elucubraciones psicológicas pasmosas a las que la ceguera puede conducir constituirían una prueba imparable, porque Nathalie Jaudel las vuelve desesperadamente legibles, ahí donde su contexto de sobreentendido las atenúa.

Quedan las cuestiones del valor y del precio, abordadas bajo sus diferentes aspectos en las páginas finales del ensayo (272 y sq) . Pilares de la economía del deseo, entrañan la prima de placer. Haber sabido reunir el rigor, la elegancia y la reserva para soltarles la brida en el momento justo y conseguir que se perciba todo áquello de lo que sin embargo sería inútil sobrecargarse, es un gran arte. ¡Es el método de Don Basilio vuelto contra su objeto!

¿La gran conspiración mediática parisina llegará a levantar alrededor de esta obra polémica una muralla de silencio, para intentar que pase desapercibida a fin de que el box-office pueda continuar promoviendo el Jacques Lacan de Élizabet Roudinesco? (Cf. in fne les pages 208 y sq). Las apuestas están abiertas, las bocas y las orejas también.

Notas:
1.-Nathalie Jaudel, La légende noire de Jacques Lacan, Navarin Le Champ freudien, Paris, 2014

NT : El significado de la expresión del título “la montagne accouché une souris” se refiere a lo decepcionante del resultado de un proyecto en relación a sus expectativas; en este caso, un libro con revelaciones supuestamente explosivas que quedan en nada. En castellano equivaldría al dicho: mucho ruido y pocas nueces.

Traductora Fe LaCruz

Tomado de Lacan Cotidiano N°420

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