Mario Elkin Ramirez

Relatoría 15 del curso Historia del amor en Grecia

By 24 septiembre, 2013mayo 28th, 2021No Comments

Relatoría: julio 19 de 2013

Profesor: Mario Elkin Ramírez

Estudiante: Cindy Vanessa Quintero Ramírez

 

 

Se da inicio a la clase con la lectura del protocolo realizado en la clase anterior, enseguida se continúa con la disertación del discurso de Sócrates de las palabras referidas por Diotima acerca del amor. El “grandísimo y engañoso amor” es como ella describe a lo que luego va a nombrar Lacan la estructura de engaño del amor. En la metáfora amado-amante se encuentra una condición de autoengaño y de engaño a la vez.

Como el mismo Sócrates le hace reconocer a Agatón en su discurso, siempre se ama lo que no se tiene, lo que se considera que hace falta, hay una suposición que esa falta se encuentra en el amado, un autoengaño del amor. La condición de engaño se da en esta misma dirección porque el amante considera que efectivamente tiene ese objeto que le falta a su amado, y aunque no sabe que es, lo asiente, engañando a su amado.

Se procede a discutir los puntos que Diotima citada por Sócrates menciona en su discurso, para ahondar en los misterios del amor. Por principio plantea que desde joven hay que dirigirse hacia los cuerpos bellos, con lo que suscita que no hay amor sin cuerpo, lo cual coincide con la afirmación psicoanalítica de que no hay goce sin cuerpo, se requiere del cuerpo para amar, para gozar. Esta es una dimensión sensible del amor, de la eikasia porque el amor comienza por los sentidos, se puede ver, oler, sentir los cuerpos bellos.

En un segundo momento Diotima continuando con su revelación a Sócrates afirma que luego de enamorarse de un cuerpo y engendrar en él bellos razonamientos, se debe comprender que la belleza que hay en cualquier cuerpo es afín a la que hay en otro, por lo que hay es que perseguir la belleza de la forma, la belleza en sí misma. Amar a todos los cuerpos bellos calmando el afán de amar solo a uno, considerándolo incluso insignificante porque no hay solo uno. A continuación se debe considerar más valiosa la belleza de las almas que la del cuerpo. El amor es amar las almas.

En última instancia se habla de un amor ya más socializado, incluyendo leyes, normas, códigos. Contemplar la belleza que reside en las normas de conducta y en las leyes, y después estas normas de conducta deben conducir a las ciencias, a un amor por la sabiduría, a la idea de lo bello, “para no ser un servil y mediocre esclavo apegado a la belleza de un solo ser”.

Si se lograra pasar por este explicito camino se encontrara por primero, que el amor existe siempre, ni nace, ni perece, ni crece, ni decrece; y por segundo que el amor no es ni bello, ni feo. No aparecerá su belleza bajo la forma de un rostro ni de unas manos ni de cualquier otra cosa de las que participa un cuerpo, ni como un razonamiento, ni como una ciencia, ni como existente de otra cosa, sino como la belleza en sí, que es siempre consigo misma.

En este discurso Sócrates con las palabras de Diotima conduce a una escala del amor desde lo más corporal, hasta la idea de la belleza en sí misma. De amar desde lo fenomenológico con imagines y símbolos, a la idea de amar en la belleza de lo abstracto. (…) Por consiguiente cuando se asciende mediante el recto amor de los jóvenes y empieza a divisar aquella belleza, de los cuerpos bellos, a las bellas normas de conducta, y de estas a los bellos conocimientos, y de estos al conocimiento absoluto de la belleza en sí, puede decirse que toca casi el fin. Esta es según Diotima la manera correcta de acercarse a las cosas del amor, por lo que le merece la pena al hombre vivir, cuando contempla la belleza en sí.

Con este discurso emitido por Sócrates sobre las palabras referidas por Diotima se termina el dialogo. Cuando los asistentes empiezan a elogiar a Sócrates porque evidentemente dio el mejor discurso, irrumpe un gran ruido, cuando ellos pensaban irse a dormir, era Alcibíades que completamente borracho había llegado a casa de Agatón, para felicitarlo y halagarlo.

Alcibíades llega haciendo elogios a Agatón, y liberado de toda vergüenza y pudor declara sus adulaciones, aunque discrepando con Sócrates, al cual lanza finas amenazas, honra a Agatón poniéndole una corona de cintas, por según él, ser el más bello y sabio de todos los asistentes al banquete.

Con la lectura de este pasaje de Alcibíades y la discusión de ciertas singularidades de su personalidad se finaliza la clase.

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