CURSO: ADOLESCENCIA Y CRIMEN
PROFESOR: MARIO ELKIN RAMIREZ
ESTUDIANTES: Izzmay Nemessis Castañeda y Hánder Andrés Henao
FECHA DE LAS CLASES: 29 DE FEBRERO y 2 DE MARZO DE 2016
Se comienza la clase con la exposición del texto “Psicología del colegial” de Freud por un estudiante. El profesor aclara que en el texto Freud no trata directamente el tema de la adolescencia pero si hace referencia a una experiencia inherente a la adolescencia como lo es la experiencia colegial, inicialmente se contextualiza la razón por la que fue escrito este texto, Freud es abordado por uno de sus profesores del Gimnasio el cual le pide que realice un escrito sobre el colegio donde estudio, con ocasión de la celebración de los 50 años de la institución; en el desarrollo del texto Freud cuenta como esta solicitud, inconscientemente, fue asumida por el como una orden, por el hecho de venir de un maestro, el obedece a ella de manera automática, de cierta forma interioriza la relación de sometimiento que tenía con sus maestros, a pesar de que han pasado muchos años desde cuando fue un alumno.
El profesor aclara que esta relación maestro-alumno significa para el adolescente un encuentro similar al encuentro con el padre, en donde se da un proceso de rompimiento con la cultura tradicional de sus padres (el sepultamiento del Complejo de Edipo) y una vez cae esta figura, los maestros entran a ocupar su lugar, se convierten en el sustituto ideal del padre. En este sentido el alumno se forma una imagen propia de su maestro la cual inconscientemente lo lleva a tomar ciertos rasgos de este para su propia construcción del Yo, más que un proceso intelectual, con el maestro es un proceso sentimental en el cual el alumno se ocupa de la personalidad de su maestro y de esta forma este contribuye a la creación del carácter del adolescente; por otra parte, se responsabiliza al maestro de ser amado u odiado, o simultáneamente se genera una ambivalencia entre estos dos sentimientos. Es aquí donde se llega al proceso de identificación y se da un llamado a la imitación de manera inconsciente.
Se aclara que este concepto de identificación aunque queda presentado de manera indirecta en este texto de Psicología del colegial en 1914, solo hasta 1921 en Psicología de las masas es desarrollado específicamente como un concepto por Freud.
Todas estas afirmación las hace Freud refiriéndose a su vivencia, al recordar su paso por el colegio y es así como se presentan los procesos de regresión y fijación, en donde vuelve a su vivencia a partir del encuentro con el maestro y reviven momentos anteriores, momentos de la etapa infantil, entre otras cosas, los afectos del adolescente en la escuela como los son: presentimientos, errores, transformaciones dolorosas, éxitos entusiasmantes y las primeras miradas a un mundo sepultado dela cultura.
Desde el inicio del texto se presenta como centralidad el automatismo de la identificación, su determinación inconsciente y la fuerza de los procesos que le subyacen:
«Uno tiene un raro sentimiento cuando a edad tan avanzada vuelve a recibir la orden de redactar una «composición en alemán» para el colegio; pero obedece de manera automática, como aquel veterano que a la voz de «¡Atención!» se ve constreñido a llevarse las manos a las costuras del pantalón dejando caer al suelo su paquetito. Es asombroso cuan pronto dice uno que sí, que colaborará, como si en el último medio siglo nada hubiera cambiado»
La incorporación de la autoridad, de la norma y de la ley, es lo que produce una acción inmediata automática. Así, no es la exaltación heroica a 50 años de fundación del colegio, la exaltación de las disciplinas y ciencias estudiadas y aprendidas allí por Freud, lo que mayormente lo lleva a fundamentación de su pequeña disertación; sino todo lo contrario, el automatismo mismo de su aceptación de escribir el texto frente a su maestro de antaño, el hecho de conservar la «obediencia» frente a su autoridad, es su principal y esencial interés en escribir. El psicoanalista se preocupa más por los procesos inconscientes que por los procesos conscientes, se centra en la vida anímica emocional más que en la vida intelectual; así, el texto lo que viene a describir, es la vivencia adolescente en el colegio del propio Freud, cuando este tenía entre nueve y 17 años de edad, centrándose en su relación con los maestros, pues, el interrogante es el automatismo del propio Freud frente a la petición de escribir.
No es exactamente el amor hacia el saber lo que motiva en muchos adolescentes colegiales hacia las ciencias. Es más bien una particular atracción hacia los maestros lo que guía hacia el saber. No son las nebulosas o agujeros negros lo que inspira muchas veces al alumno en la búsqueda del conocimiento del universo, sino tal o cual profesor o profesora que los enseña, tal o cual característica que lo hace enigmático pero enteramente atractivo. El saber llega como añadidura, como ganancia segundaria frente al placer de ver y admirar al maestro. Incluso, frente aquellos maestros por los que se dice se siente odio, se encuentra subrepticiamente, una atracción tan poderosa que hace que toda la vida escolar del adolescente girase en torno a dificultades causadas por tal profesor, como si se estuviera reclamando un total interés del maestro frente a su devenir escolar. En fin, como expresa Freud:
«[..]No sé qué nos reclamaba con más intensidad ni qué era más sustantivo para nosotros: ocuparnos de las ciencias que nos exponían o de la personalidad de nuestros maestros. Lo cierto es que esto último constituyó en todos nosotros una corriente subterránea nunca extinguida, y en muchos el camino hacia las ciencias pasaba exclusivamente por las personas de los maestros […] No sé si todos nuestros maestros lo han notado. Pero no se puede desconocer que adoptábamos hacia ellos una actitud particularísima, acaso de consecuencias incómodas para los afectados.»
Idilios amorosos, intrigas, suspenso, persecuciones, comedias, tragedias, en fin, toda clase de escenificaciones imaginarias y simbólicas, son puestas sobre la persona del maestro y su relación con él. Se les cortejan, se apartan de ellos, se les ama y se les odia, en una «Ambivalencia» fundamental que subyace en la relación del colegial con su maestro. Lo más importante, como lo refiere Freud, es que el adolescente estudia detenidamente, aunque de manera inconsciente, los caracteres esenciales de los maestros, su “imagen”, conservándola o deformándola, para construir a partir de allí una imagen propia de su Yo.
Pero, de ¿dónde viene tan particularísima relación con los maestros? Según nos explica el profesor Mario Elkin Ramírez en su clase, el modelo de toda relación con otros quedo establecido desde ya temprana edad, en la infancia del niño, cuando este comenzó a desarrollar su relación con el objeto Madre, Hermano y Padre, siendo este último el de mayor relevancia. La visión psicoanalítica de la adolescencia y la pubertad no es para nada teleológica, basada en la linealidad de un tránsito de una etapa a otra, antes bien, lo que se presenta en Tres Ensayos de Teoria Sexual, es todo lo contrario. Se trata de una serie dinámica donde hay momentos de «Fijación» de formas particulares de elección de objeto en etapas anteriores, que generan, como modalidad defensiva del aparato psíquico, «Regresiones» a ellas en momentos posteriores:
[…]. Así, esos conocidos posteriores han recibido una suerte de herencia de sentimientos, tropiezan con simpatías y antipatías a cuya adquisición ellos mismos han contribuido poco; toda la elección posterior de amistades y relaciones amorosas se produce sobre la base de huellas mnémicas que aquellos primeros arquetipos dejaron tras sí.
Las vivencias infantiles y la relación con los padres, producen ciertos modelos de relaciones y comportamientos, que revelan una permanencia del niño en el sujeto adolescente y también en el adulto. El encuentro con los maestros, significa para el adolescente una reminiscencia, un “reencuentro”, huella mnémica de su primera relación con su padre; por lo que es la «Imago paterna», la estructura del Edipo, el eje fundamental de la relación y la causante del automatismo:
Una necesidad objetiva orgánica ha introducido en esta relación una ambivalencia de sentimientos cuya expresión más conmovedora podemos asir en el mito griego del rey Edipo.
En un pequeño fragmento de “metamorfosis de la pubertad”, de tres ensayos de teoría sexual, Freud ya había hecho referencia al hecho de que en la adolescencia se producía un proceso de «Sepultamiento del Edipo», ya que el joven, dijéramos “se le sale de las manos” a sus padres. Demuestra rebeldía y antipatía ante ellos; su padre, que había presentado la más grande omnipotencia, sabiduría y pulcritud, ahora se presenta como objeto de las más duras críticas. El joven comienza una búsqueda de su identidad rompiendo con las antiguas figuras de identificación. El padre ha dejado de ser modelo del yo; en su interior se ha instalado un vacío en su saber y experiencia, por lo que el adolescente presentará una hostilidad frente a sus orientaciones. La «Autoridad» del padre se resquebraja, se agrieta, pero no se disuelve completamente, sino que deja un resto, una marca que se desplaza hacía otra figura de autoridad con la cual identificarse.
Allí, en ese momento de la configuración de la adolescencia, dice Freud, es cuando aparece la relación con los maestros, quienes son el sustituto “ideal” del padre ahora aborrecido. El encuentro del adolescente con los maestros, revela que el proceso de sepultamiento del Edipo, configurará en el adolescente, una relación imaginaria y simbólica con personas que personifiquen la “imago paterna”, en este caso los maestros y de ahí el automatismo de la obediencia.
El colegial se orienta hacia sus maestros de manera fundamentalmente ambivalente; odia y ama a sus maestros al mismo tiempo. El adolescente se encuentra confundido en su orientación, más lo fundamental es la orientación en sí misma, aquel hecho de «Transferir» sentimientos de uno u otro tipo sobre la persona del profesor. Esta orientación ambivalente está dada por la construcción del vínculo primordial de «Amor»:
«Todo ser Humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en la infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa […] Esto da por resultado, digamos así, un clise (o también varios) que se repite – es reimpreso- de manera regular en la trayectoria de la vida […] » (Freud, Sobre la Dinámica de la Transferencia 1912.)
Por consiguiente, el vínculo ambivalente que se crea con el maestro, aquello que da automatismo a la obediencia del mismo Freud, está constituido por este carácter fundamental; es una predisposición metapsicológica de toda persona, que, como lo explica el profesor Mario Elkin Ramírez, es lo que permite la construcción de una instancia psíquica que organiza la vida del individuo conforme a la ley social. En otras palabras, lo que da contenido y consistencia a la multiplicidad de constelaciones anímicas que se producen en la relación del adolescente con sus maestros y, lo que está en la base del automatismo de la obediencia de Freud frente a su maestro de antaño, es precisamente la configuración Inconsciente del «Nombre del Padre», el anudamiento inconsciente del deseo y la ley.
El proceso metapsicológico de identificación aparece ahora, de manera más clara, como un elemento importante para explicar el automatismo de la obediencia y la constelación de relaciones entre el adolescente y sus maestros. En “psicología de las Masas y análisis del Yo”, Freud había dicho que el vínculo hipnótico es una formación de masa entre dos; proposición que se extiende hasta las relaciones del individuo con cualquier figura de autoridad o que se le represente: el jefe, el líder de su partido político o colectivo, el pastor religioso, el enamorado o enamorada y, más precisamente en nuestro caso, el Maestro.
La identificación es para el psicoanálisis la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona y, desempeña un papel central en la «Prehistoria» del complejo de Edipo (Freud, 1921). Como habíamos dicho, la estructura del Edipo es lo fundamental de la relación entre el adolescente y su maestro, así como la causante del automatismo que Freud tanto le preocupa en su texto de “psicología del colegia”. Ahora bien, este complejo posee una prehistoria que la ayuda a preparar:
«El varoncito manifiesta un particular interés hacia su padre; querría crecer y ser como él, hacer sus veces en todos los terrenos. Digamos simplemente: toma al padre como ideal […] Contemporáneamente a esta identificación con el padre […] el varoncito emprende una cabal investidura de objeto a la madre según el tipo de apuntalamiento […]» (Freud,1921: 99) 1.
Se desarrollan entonces dos formas de investidura libidinosa que va del Yo al Objeto: una directa, enteramente sexual, que va a la Madre y, otra de carácter inhibido en su meta, que va al padre. Esta última ligazón es la identificación, proceso inconsciente mediante el cual el sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de Otro y se transforma parcial o totalmente bajo el modelo de este. El Yo se enriquece con las propiedades del objeto, introyectando algunas de sus características, ya sea deformándolas o conservándolas. Dice el profesor Mario Elkin Ramírez, que el Yo no es más que lo que ha construido con la imagen que viene del Otro, pues la creación que se hace de sí mismo se basa en la imagen que del otro nos viene dada. El Yo es una matruska rusa, una cebolla que se conforma de infinidad de capas, que una vez se desprenden hacen frotar lagrimas del núcleo desconocido de la persona.
Es una necesidad lógica que se configure una identificación con un «ideal del Yo», para que se pueda establecer una relación con el objeto. Como lo describe Freud en “Psicología de las Masas…”, en un principio ambas formas de investidura libidinal del yo al objeto coexisten sin influirse ni contradecirse mutuamente. Pero, posteriormente en el desarrollo psicosexual, se cruzan y hacen brotar el complejo de Edipo (normal):
«[…] El pequeño nota que el padre le significa un estorbo junto a la madre; su identificación con él cobra una tonalidad hostil y, pasa a ser idéntica al deseo de sustituir al padre también junto a la madre […]» (Freud, 1921:99).
La relación inicialmente dual se ha hecho triangular. El deseo de «Ser» entra en contradicción con el deseo de «Tener», por lo que tal «castración» de la satisfacción libidinal inmediata, hace que se genere una ambivalencia en la identificación con el padre. El odio y amor muestra que la identificación es un convertirse en otro, hacerse otro, pero a costa de su propio eliminación. Explica el profesor Mario Elkin Ramírez que el Yo se identifica eliminando al otro real, pero conservando lo simbólico (e imaginario). La identificación es ambivalente, puede ser tierna o puede llegar al deseo de eliminación, comportándose como un retorno de la fase oral libidinal:
«El caníbal, como es sabido, permanece en esa posición, le gusta {ama} devora a su enemigo y, no devora a aquellos de los que no puede gustar de algún modo» (Freud, 1921: 99).
El Yo se identificó con el padre, quiere ser como él, pero también quiere aniquilarlo para poder tener a su madre. La relación ambivalente de los adolescentes con los maestros, es un recuentro con la ambivalencia primordial de la identificación edifica (secundaria). Los hijos odian y aman a su padre: muestran un amor inicial en la identificación (deseo de ser), pero una agresividad cuando el padre impone un objeto prohibido, una especie de dique a la posibilidad total de satisfacción.
Hasta ahora solo hemos mostrado que la constelación de relaciones ambivalentes entre adolescentes colegiales y sus maestros, es un reencuentro con el proceso de identificación primordial. Queda aún sin explicar la sugestionabilidad, la obediencia de Freud frente a su maestro. ¿Qué sucede con la autoridad y la interiorización de la norma? ¿Por qué nos comportamos de manera casi automática frente a los mandatos de ciertas personas?
El problema del automatismo de la obediencia a la autoridad y la relación con los maestros que se expone en 1914 en la “psicología del Colegial”, presentaba como indirecto, como intuición, la centralidad de un concepto metapsicológico que iba a ser revelado solo cuando la parte clínica de los trabajos de Freud, se unificarán con una reflexión sociológica mediada por la perspectiva biológica. Una vez maduras muchas reflexiones clínicas sobre el devenir individual del aparato psíquico, proporciones como la del complejo de Edipo, debían hacerse claras bajo la lupa del proceso general de la civilización humana. La única presentación sistemática del concepto de identificación se realiza en un texto en el que se entrecruzan el desarrollo de la psicología de la grupalidad, con el desarrollo de la psicología del individuo 2. como una necesidad biológica manifiesta en la configuración y desarrollo pulsional. La relación entre los colegiales y sus maestros, es análoga a la relación entre individuo y el líder de la masa, pues el profesor se comporta como el líder de la masa de alumnos que le obedecen.
Si ponemos una aguda atención al hecho de que Freud presentará al caníbal como un modelo fundamental de la identificación, veremos fácilmente que la identificación es la base y posibilidad de la configuración de la «Consciencia Moral» como una “necesidad objetiva orgánica”, producto de la interconexión del proceso de configuración ontogenético y filogenético en desarrollo del hombre. El inconsciente y la pulsión, son los restos de un desarrollo filogenético olvidado, del mismo modo que son las marcas de la pequeña prehistoria del sujeto representada en su infancia o, mejor dicho, el infante no es más que el antiguo hombre primitivo que debe volver a recorrer el camino de la civilización. Ontogénesis recapitula filogénesis, pues es más antigua una psicología social que solo posteriormente se desarrolla en psicología individual. En esa medida, así como se conserva virtualmente al hombre primordial en el individuo, la horda primordial se conserva en cualquier multitud de seres humanos, en este caso un salón de clases.
[1] En este punto, Freud describe la fenomenología del proceso con el modelo de la experiencia del machito, ya que solo hasta después de 1923, desarrollará más sistemáticamente un análisis de la especificidad del Edipo femenino, aunque sabemos ya, por lo explicado en sesiones anteriores por el profesor Mario Elkin Ramírez, que la mujer es un «continente obscuro»
[2] Por ello la particularidad del título de la obra: “Psicología de las Masas y análisis del Yo.
grey
[hr]
[hr]