CURSO: INTRODUCCIÓN AL PSICOANÁLISIS
PROFESOR: MARIO ELKIN RAMÍREZ
ESTUDIANTE: Linda Carolyne Rodríguez Marín
FECHA DE LA CLASE: 29 DE MARZO DE 2016
Esta clase corresponde al tema tratado en la Conferencia No. 13 del libro Introducción al Psicoanálisis de Sigmund Freud, llamada “rasgos arcaicos e infantilismo del sueño”.
El profesor Mario Elkin Ramírez da inicio a la clase preguntando las inquietudes o dudas que hay hasta el momento sobre los temas tratados para tratar de aclararlos. Surge la pregunta sobre qué es lo latente y qué es lo manifiesto del sueño, a lo que el profesor responde que los sueños son experiencias a las que todo humano tiene acceso, formaciones del inconsciente (cosa intangible que no se ve pero que existe –el lenguaje es la única materialidad que permite asir algo del inconsciente–, y se llega a saber de él a través del instrumento del psicoanálisis), cuyo el contenido manifiesto es lo que el soñante cuenta, mientras que lo latente es algo que está en el sueño pero que no se ve, no es evidente, pero actúan. Freud opone el contenido manifiesto al pensamiento latente, ya que este último se encuentra detrás de todo sueño esperando cualquier oportunidad para manifestarse, pero de manera deformada debido a la existencia de unas fuerzas que impiden que se manifieste como tal, para hacerlo presentable como contenido manifiesto, el cual debe ser interpretado para deshacer dicha deformación y que aparezca lo latente.
Luego de la lectura del protocolo de la clase anterior, el profesor da inicio a sus comentarios sobre la conferencia correspondiente a la clase, diciendo que Freud parte de una hipótesis darwiniana que sostiene que cada uno en su vida personal tiende a repetir lo que ha vivido la especie humana, lo que le permite acercar el pensamiento primitivo (desde la consideración eurocéntrica) al pensamiento infantil, afirmando que tienen rasgos comunes. Claude Lévi-Strauss niega que las culturas antepasadas fueran primitivas, demostrando que tenían conocimientos que los occidentales no –por ejemplo en botánica– y descubrió que son pueblos que tienen mitos y tradiciones orales, a diferencia de occidente que es una cultura de tradición escrita. El mito es la ciencia del salvaje, y es la forma de ellos explicar el origen del universo, el sentido de la vida, el orden de las cosas, entre otros, y creen en ellos como los occidentales en la ciencia, siendo pueblos sin historia debido a que los mitos son atemporales. Sin embargo, Freud reconoce que había formas más elementales de pensar las cosas, afirmando que tal vez el “lenguaje figural (de señas)”, “la referencia simbólica”, han existido incluso antes de que se desarrollara el lenguaje articulado de hoy, y es en este sentido que llama “arcaico” al lenguaje onírico, como si el sueño se expresara en un lenguaje de señas, de símbolos, o de señales. Dice que tal vez prehistoria del trabajo del sueño conduce a dos prehistorias: una individual y una de la especie humana; pero Freud se contenta con pensar que el sueño está hablando de la prehistoria individual de cada uno, es decir, de las madres, resaltando que hay un elemento infantil en todos los sueños, siendo la infancia una de las fuentes del sueño, al igual que los estímulos del mundo exterior y los restos diurnos, motivo por el cual piensa que la referencia simbólica tal vez sea la manifestación de la dimensión arcaica del pensamiento humano, más cerca de la imagen que del lenguaje articulado.
Freud evidencia en sus pacientes que hay una vivencia infantil hasta alrededor de los 8 años, pero cuando alguien tiene más de 10 o 12 años difícilmente recuerda eso y tiene que recurrir a fuentes externas para reconstruirla, porque hay una amnesia infantil, una represión que recae sobre las vivencias infantiles de una manera muy fuerte, como que la latencia –luego de la infancia y antes de la pubertad–, es un periodo en el cual se instalan el pudor, la vergüenza, la moral, el asco, los sentimientos de compasión y de piedad, y al mismo tiempo que se instala esa axiología nueva, hay una represión sobre toda la infancia. Freud dice que hay un vacío de recuerdo que envuelve los primeros años de la infancia, y solo quedan algunos recuerdos infantiles que perviven en ese olvido generalizado, a través de imágenes y no de palabras, a lo cuales llama “recuerdos encubridores”, que constituyen un material –como el sueño y el lapsus– para saber de lo inconsciente reprimido, ya que en ellos hay procesos de deformación (condensación, desplazamiento) que permite que lo importante este subrogado a lo aparentemente insignificante. Por este motivo, los tratamientos psicoanalíticos se plantean con regularidad la tarea de rellenar las lagunas del recuerdo infantil, por este no ha desaparecido sino que permanece como inasequible, pero están ahí, pertenecen al inconsciente, por lo que pueden emerger espontáneamente desde éste, y eso acontece precisamente por medio de los sueños, lo cual constituye la dimensión infantil del sueño, constituyendo estos una rica fuente para uno saber de su propia infancia. El lenguaje onírico es arcaico porque puede disponer del material infantil olvidado, reprimido, que aparece como una cosa misteriosa debido a la amnesia infantil. El profesor continúa dando ejemplos sobre el tema.
Según lo planteado por Freud, puede mostrarse que gran número de mociones parecidas de odio tienen idéntico origen, ya que son recuerdos de algo que perteneció al pasado, que fue una vez consciente, que tuvo su papel en la vida anímica, pero que pasaron al inconsciente que es atemporal (sin tiempo) y atópico (no está en ningún lugar), en donde se revuelve el elemento actual con el infantil, por lo que en los sueños nos comportamos como niños egoístas, que queremos todo ya y todo. Freud quiere conformar una prueba fáctica de que el deseo superado en la infancia se puede rastrear como algo que excita el sueño, es decir, que hay deseos infantiles que provocan los sueños. Hay sueños asesinos, sin importar de quien se trata, que demuestran la perversidad de la naturaleza humana, de los que Freud no se inclina a aceptar con exactitud la interpretación de ese sueño, pero advierte cual es el origen de esos deseos que se encuentran en el pasado y descubre el periodo del pasado individual en el que ese egoísmo y las mociones de deseo, aun hacia los más allegados, nada tienen de sorprendente, ya que el niño es precisamente aquel que se ama primero y solo después aprende a amar a los demás, porque es un aprendizaje que implica sacrificio por lo que requiere un proceso educativo de transmisión de valores, porque de manera natural tiende a una perversidad egoísta en la que quiere todo para él y de manera inmediata. Es decir, el principio de la realidad es el que nos va sacando del principio del placer que domina la infancia, al enseñarnos que debemos conformarnos con pocos placeres, negociar las circunstancias, aprender a aplazar, pero el niño que funciona bajo el principio del placer nada tiene que ver con la realidad, con la castración, y la fuente de esa actitud son los complejos familiares. El profesor continúa dando ejemplos sobre el tema, y evidencia como la perversidad natural de la especie humana es reprimida por la cultura a través de la imposición del sentimiento de culpa y de vergüenza.
El profesor finaliza la clase diciendo que esa dimensión perversa que llamamos en los adultos, en los niños parece natural. El asco se instala también en esta dimensión de latencia, porque en la infancia no se siente, pero cuando adulto es una perversión, al igual que la barrera del incesto, que en los niños aparece como exploración, se normaliza la perversión infantil. El niño no tiene moral, no tiene pudor, no tiene vergüenza, y esas actitudes infantiles quedan en el inconsciente por lo que el adulto sigue siendo el mismo pequeño perverso polimorfo de la infancia. Esas son las fuentes del trabajo arcaico infantil de ese reino anímico particular, con esas mociones de deseo propias, con sus propios modos de expresión y sus mecanismos peculiares que se llama el inconsciente.
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