CURSO: Sujeto, memoria y conflicto
DOCENTE: Mario Elkin Ramírez
ESTUDIANTE: Juliana Galeano Ruiz
Protocolo del 3 de Noviembre 2016
Tras la lectura del protocolo de la clase anterior, el profesor Mario Elkin Ramírez retoma las exposiciones pasadas y los mini-relatos o mini-testimonios acerca de la guerra urbana que la mayoría hemos vivido en la ciudad de Medellín y en otras partes del país. Con estas experiencias compartidas por los compañeros en la sesión anterior, el profesor realiza una reflexión sobre el papel del testimonio como género literario que emerge a partir de la Segunda Guerra Mundial, ya no para hacer una historia positivista, sino como un ejercicio de memoria escrita. Ejemplo de esto es la trilogía de Primo Levi quien, sin ser escritor, narra a detalle su experiencia en los campos de concentración nazi, contando verdades que nadie quería escuchar. Hay otros testimonios elaborados de manera más literaria y otros que se escriben como poesía, todos ellos inaugurando un estilo de contar los acontecimientos traumáticos vividos y que pretenden no quedar en el olvido.
El profesor resalta el trabajo de Patricia Nieto al dar la palabra en primera voz a quién vivió los hechos, sin incluir ningún tipo de notas analíticas, se trata de una crónica desde la subjetividad, no es una pretensión de objetividad. Es una forma de incluir la subjetividad en la historia allí donde el positivimo la había excluido. Sin embargo, no es solo ficción aunque pueda haber algo de imaginación en la recreación de los hechos. Desde el psicoanálisis, el testimonio, es una manera de retornar aquello que la ciencia había excluido: Al sujeto, ese sujeto excluido desde la oficialidad, retorna en los testimonios de las víctimas y ofrece a los investigadores sociales un saber que no es epistémico pero que tiene una dignidad de verdad, un saber que emerge desde las entrañas.
En un segundo momento, el profesor Ramírez se refiere al caso del hijo que desaparece, a propósito de «Los Escogidos», en el cual se ejemplifica una diferencia entre un duelo con un cadáver recuperado y el estado de angustia flotante cuando solo se tiene el dato del desaparecido. Este último se convierte en un duelo en suspenso ya que persiste la esperanza de un regreso creando un estado de melancolía permanente. Desde lo psíquico el caso del desaparecido presenta un alto grado de crueldad, la guerra también es psicológica y sumir a alguien en la zozobra de no saber si su ser querido va a aparecer se convierte en un estado de tortura psicológica aun mayor que el causado por una pérdida irreparable en la que se pudo realizar un duelo, es decir, un acto humano de localización del dolor porque permite el duelo al saber que hay un cadáver en un cementerio o en un osario.
Sobre los relatos expuestos en sesiones anteriores, el profesor resalta dos aspectos: El primero es una intención pedagógica en la escritura de las víctimas para hacer reflexionar a los verdugos acerca de todo el dolor que causan. Se da una “Pedagogía del dolor” en la cual se apela a la compasión del guerrero que actúa de manera inhumana. En los relatos no se menciona quien fue el victimario, esto lo deduce el lector según el contexto. En segundo lugar, aparece la función del testimonio para evitar el olvido, es decir, la elaboración de memoria para una reconstrucción histórica desde los relatos de las víctimas.
Retomando ahora el testimonio de la víctima de la bomba expuesto por la compañera Dayana la clase anterior, aparece el elemento de perplejidad, entendido como el estado en el que queda inmerso un sujeto cuando no encuentra una explicación coherente de un suceso. Esa búsqueda de sentido de un acto puede hacer aparecer otro sentimiento: la culpa, pensar que merecemos un castigo porque nos está yendo bien en la vida, se trata de un razonamiento neurótico influenciado por la religión católica, en la cual todos nacemos culpables gracias al pecado original. También, en esa necesidad de encontrar algún sentido aparece la denegación como una cuestión maníaca en la que se niega la realidad cuando esta es destructora, horrorosa e incoherente.
En los testimonios comentados por los compañeros, el profesor destaca la existencia de juegos de poder, donde no hay neutralidad, donde se debe estar de un bando o de otro y se ponen sobretodo cuotas de sangre. También, es común en los relatos el elemento de «limpieza social», la cual se constituye dentro de un discurso capitalista y que ofrece un sinfín de productos contra lo más natural del cuerpo que es la suciedad. Este discurso, piensa la sociedad desde la oposición limpio/sucio deshumanizando al otro, reduciéndolo a una basura, una plaga, un insecto, una rata que hay que aniquilar para evitar el contagio. En nuestros barrios, las bandas delincuenciales encuentran legitimidad a través de la limpieza social en la que ofrecen seguridad exterminando a ladrones, drogadictos y violadores. Esta legitimidad se basa en un principio de utilidad inmediata de la sociedad y no en una reflexión de lo que es la civilidad, los derechos humanos y la legalidad.
El profesor considera también los mecanismos psicológicos que actúan tras las vivencias de la violencia, se trata de la neurosis de guerra que aparecieron tras la Primera Guerra Mundial en la que los médicos y psiquiatras de guerra encontraron soldados que enfermaban en el combate, no por algo físico u orgánico, sino por la vivencia. Esto les ocasionaba insomnio, hiperacusia, hipersensibilidad, desamparo absoluto, incapacidad para caminar entre otros síntomas de una dimensión paranoica exacerbada por el contexto de guerra.
Finalmente, el profesor Mario Elkin Ramírez cierra su intervención hablando de la ficción. Desde Lacan, se habla de una fixión referida a una fixación, a una fijación que dejan las vivencias en nosotros como un punto de fijación libidinal que queda como un agujero en cada uno de nosotros ya que nosotros mismos nos sentimos en peligro ante ese acontecimiento
Tras la intervención del profesor se da paso a las exposiciones de los compañeros. La primera de ellas a cargo de la compañera Margarita Cardona corresponde al capítulo titulado “Perdí el miedo” del libro “El cielo no me abandona” de Patricia Nieto. Este relato cuenta la historia de un sacerdote que llegó a un sector conflictivo en el cual no se sentía acogido y vivía con temor dada la situación de inseguridad que allí se presentaba. Un día ocurrió una balacera en la que el ejército dio de baja a dos jóvenes del sector, uno de ellos el hijo del sacristán de la iglesia. Este joven, aunque el sacristán y su esposa no lo sabían, era el jefe del combo que allí operaba por lo que su funeral se realizó entre música, drogas y alcohol. El sacerdote da apoyo a la madre y le explica que, si bien para ella fue mala suerte perder a su hijo, para muchas otras personas fue buena suerte ya que el joven no podría hacer más daño. Finalmente, el sacerdote pierde el miedo, al darse cuenta de que esta comunidad golpeada por el conflicto necesitaba su ayuda.
La segunda exposición fue realizada por Cristina Tamayo, esta vez del libro “Jamás olvidaré tu nombre” de Patricia Nieto. El capítulo se titula “Mi amigo Mello” y cuanta la historia de Jesús y su amigo a quién apodaban Mello. Este último es descrito por Jesús como un buen muchacho, un buen estudiante que había conseguido una beca para ir a la universidad pero que se vio fuertemente afectado por la limpieza social: su hermano fue asesinado por «vicioso» y su tía por «sapa». En el relato, Jesús afirma que a Mello lo transformó el rencor convirtiéndolo en un miliciano, Mello fue capturado y Jesús vuelve a verlo libre cerca de un año después y descubre que ahora tiene mujer, un hijo y planes de estudiar y cambiar su vida. Sin embargo, días después aparece asesinado en la terminal de buses, con un cartel que dice “Por sapo”. Para Jesús semejante acto solo pudo ser realizado por alguien sin sentimientos y que no conoce el dolor de una madre.
Una tercera exposición fue realizada por el compañero Ricardo Alarcón sobre el capítulo titulado “Urabá manchado de sangre” también del libro “Jamás olvidaré tu nombre”. Aquí una niña cuenta como encapuchados asesinaban niños, ancianas y mujeres embarazadas, como su madre fue amenazada ya que la inculpaban por esconder armas y municiones en la orilla del río donde solía ir a bañarse y como su padre tuvo que presenciar el asesinato de sus compañeros de trabajo. Después de estos sucesos se desplazan hacia Medellín donde se encuentran a algunos de sus vecinos, se ubican en un lote de invasión, son desalojados y finalmente deben irse a vivir a la casa de un familiar. El deseo de la niña es crecer rápido para poder ayudar económicamente a su familia. La reflexión del compañero es hacia la importancia de estos relatos en la visibilización de este tipo de victimas que muchas veces no son tenidas en cuenta.
Concluye la clase con la exposición del compañero Oscar Correa, del capítulo “Lo mío fue un milagro” del libro “El Cielo no me abandona”. Desde el principio el compañero Óscar manifiesta cierta inconformidad con el relato ya que los hechos se presentan con un alto grado de ficción. El protagonista de la historia relata un sueño que tuvo la noche anterior en el cual su hija era secuestrada. Al día siguiente su sueño parece hacerse realidad: a la salida de un restaurante su auto es interceptado por sujetos armados que le solicitan a su hija, tal como en su sueño él se opone y se canjea por ella. Pasa secuestrado 4 días y es liberado tras pagar una suma de dinero solicitada por sus captores. Se da un pequeño debate en torno a este texto con las intervenciones de la compañera Margarita y de Manuela, la primera resalta que el título del relato puede ser apropiado en cuanto se conocen muchas historias en los que los secuestrados, así paguen lo que sus captores solicitan, son asesinados ya que la humanidad del secuestrado está por debajo de los intereses económicos, Manuela por su parte propone que quizás el narrador se impone en el relato como un héroe ya que dentro de su subjetividad así se siente y esa es la verdad para él y que precisamente así se construye la memoria, a través del entramado de diferentes versiones y posturas.
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