La vida del hombre contemporáneo, caracterizada por la caída de los fundamentos metafísicos que reglaban la conducta hasta al final del siglo XIX, parece en la actualidad tener dificultad para encontrar un principio sólido de orientación de la acción. Freud nos revelo los impasses de la vía utilitarista, la más difundida en el mundo actual, con su teorización del más allá del principio de placer. Después de Freud, Jacques Lacan, en el Seminario La ética del psicoanálisis (1959-60), puso en cuestión la identificación de la ética a una moral universal, diferenciando la singularidad de la ética de la universalidad de cada moral. La propuesta del psicoanálisis de Freud y Lacan es la de una ética del deseo singular y de sus consecuencias reales como brújula para la acción del sujeto. Esta ética nos parece la más consecuente con un mundo que ha perdido sus garantías fundamentales, pero que ha dejado al sujeto el problema de la responsabilidad de su destino y del estrecho espacio de elección que su vida le permite.
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