Curso: Principios Clínicos del Psicoanálisis
Profesor: Mario Elkin Ramírez
Relatora: Jessica Lizeth Rubiano
Protocolo de la clase del: Octubre 10 de 2015.
El profesor Mario Elkin Ramírez inicia la clase correspondiente al principio número cinco haciendo una lectura del mismo, para más adelante, explicar detenidamente cada una de las ideas del cual se compone.
Este principio inicia explicitando que no existe una cura estándar o un protocolo que direccione la cura psicoanalítica. Tomando de esta manera distancia de las otras psicoterapias en donde el protocolo dice qué hacer. Se hace referencia entonces a las pruebas y los test que se usan para el diagnóstico y la intervención a la hora de abordar un sujeto. En este momento, se rescata un elemento de suma valía para la comprensión de este principio, hay un sin número diverso de curas posibles, como sujetos mismos.
Siguiendo con este planteamiento, se hace referencia al problema que representa esta particularidad del psicoanálisis pues, al no haber protocolo o estandarización alguna, no sabemos con exactitud el curso del análisis mismo. En este momento se señala la metáfora descrita por Freud, en sus escritos técnicos, que se encarga de asemejar el análisis a una partida de ajedrez. Solo hay reglas para el inicio o el final de la partida mientras se juega con múltiples posibilidades. Cada partida es única dependiendo del jugador, rescatando entonces la singularidad del sujeto.
De esta manera, no hay un histérico, un obsesivo o un psicótico igual a otro, el psicoanalista no cuenta con la posibilidad de una experiencia acumulada. Siempre la partida es nueva. Siempre el analista tiene las cartas abiertas y el analizante debe jugar con su propio inconciente, como lo replanteo Lacan.
Pasando ahora por esta cualidad propia del análisis, se resalta la contingencia que va en contravía de lo predeterminado primeramente propuesto en la teoría Freudiana. Esta contingencia permite la variación, el valor de la modificación en la constitución del sujeto. Lo súbito, lo incalculable, lo real. Así, se da cabida a detenerse por un momento en el azar, en lo abstracto, lo simbólico, en el papel primordial que cumple la variabilidad que ofrece la realidad en la constitución subjetiva y cómo el psicoanálisis va de la mano atendiendo al llamado de esta variabilidad. Atendiendo al deseo.
Se continua rescatando cómo Freud con textos como psicopatología de la vida cotidiana y el chiste y su relación con el inconsciente pretende mostrar los hallazgos relacionados con el inconsciente y su contenido, los sueños, la represión, el síntoma y su formación y para mostrar su trabajo usó casos que si bien servirían como vitrina de su trabajo, no pretendían ser un eje rector de la práctica clínica. Casos como Dora, Juanito y el pequeño Hans ejemplifican la práctica clínica frente a diferentes estructuras resaltando siempre la singularidad.
Continuando con la presentación del principio, se hace uso del caso Dora para narrar las dinámicas propias de un análisis, el lugar de la transferencia, la repetición, el sentido de la palabra, la verdad del sujeto, que difiere de la exactitud, además de todo lo que se instaura en el dispositivo analítico y como se pone en juego las diferentes fantasías primordiales y fijaciones.
Es resaltado el inicio del análisis, la voz del sujeto y la posición del analista frente a esa verdad. Este elemento se anuda en la inmediatez con la pregunta por la responsabilidad subjetiva: ¿Usted de que es responsable en el caos del cual se queja? pregunta que da un giro en el dispositivo analítico y posibilita un nuevo desarrollo de esa verdad mientras se reevalúa esa posición común de víctima.
La formulación de la demanda, que es el resultado de este re direccionamiento, es el elemento asidero de la cura.
Más tarde, se explicita la oportunidad de que el analista se encargue de su deseo antes de empezar el ejercicio como analista, de manera contraria, se caerá preso de la repetición y los axiomas de los futuros analizantes además de sus propios fantasmas. Freud por ejemplo, no se despojó de su deseo de saber y junto con su hipótesis fijada, no le permitió ver lo que ocurría realmente con Dora.