SEMINARIO CONCEPTOS 1

RELATORÍA DEL DÍA 19 DE MARZO DE 2015

Por: Juan Felipe Gómez Montoya

Profesor Mario Elkin Ramírez

Los conceptos centrales del presente texto son: inconsciente, memoria orgánica, sueños, lenguaje, palabra, reconocimiento, sujeto, deseo y pulsión.

Los anteriores conceptos se desarrollarán en los cuatro momentos de la clase:

1. Lectura de la relatoría del día viernes 13 de marzo, llevada a cabo por Gerson.

2. Exposición del “Apéndice A. Freud y Ewald Hering”, a cargo de Juan David.

3. Presentación del “Apéndice B. El paralelismo psicofísico”, por parte de Luz Marina.

4. Disertación sobre los temas anteriormente expuestos y desarrollo de la interpretación lacaniana de Freud con base en varias lecciones del Seminario 5: Las formaciones del inconsciente, a partir del asunto del deseo. Esta elaboración fue realizada por Mario Elkin.

La clase  inició con la presentación de la relatoría de Gerson, la cual, después de su lectora, sólo recibió una precisión conceptual por parte de Mario Elkin: “Hay pensamiento inconsciente, pero no todo pensamiento es inconsciente”.

Luego se le dio paso a la exposición de Juan David, quien trabajó el “Apéndice A. Freud y Ewald Hering” del texto freudiano: Lo inconsciente (1915).

De entrada, el expositor aclara que dicho “Apéndice” es realmente corto y para comprenderlo es necesario, además de buscar la biografía de los autores que aparecen en él, hallar sus aportes y precisar cómo estos influyeron en el trabajo de Freud.

El “Apéndice A” del texto Lo inconsciente tiene como contenido principal un comentario que Freud –a modo de nota al pie- le añadió a un capítulo de la versión alemana de la obra de Israel Levine: The Unconscious (El inconsciente [1923]). Dentro de esta obra se encuentra un capítulo que fue dedicado a un libro de Samuel Butler: Unconscious Memory (Memoria inconsciente). En este libro, que Bluter publicó en 1880, hay una referencia a la conferencia que Ewald Hering (1834-1918) presentó en 1870 y que se tituló Sobre la memoria como función universal de la materia organizada. Pues bien, Freud, en 1926, se interesó por traducir del inglés al alemán la parte I, sección 13 de aquel capítulo de Levine, donde Butler cita la conferencia de Hering. Y de tal interés de Freud surgió el pasaje que aparece como “Apéndice A”.

Para abordar el tema de la memoria, Hering, en su conferencia, asume la vía de la especulación, pero sin dejar a un lado el camino de las ciencias naturales, como lo es específicamente el caso de la fisiología.

Hering pretende postular una dependencia recíproca entre la materia y la consciencia, para redefinir la función de la memoria desde el punto de vista orgánico. “Tenemos todo el derecho de extender nuestra concepción de la memoria de forma tal que ella abarque reproducciones involuntarias de sensaciones, ideas, percepciones y esfuerzos; pero hallamos que al obrar así hemos extendido tanto sus límites que ella demuestra ser un poder original y primordial, la fuente, a la vez que el elemento unificador, de la totalidad de nuestra vida conciente”[1].

Para Hering, la vida orgánica –que está basada en sensaciones, percepciones, coordinaciones motoras, entre otras funciones- reside en la memoria, memoria que no sólo se fundamenta en lo vivido por un individuo, sino también en su carácter hereditario, en las experiencias, las ideas y los recuerdos de sus antepasados, donde se pone en juego las nociones haeckelianas y lamarckianas que Freud compartía con Hering.

Esas nociones conjugan el tema del instinto (que se caracteriza como aquellas acciones o aquellos comportamientos que se repiten constantemente dentro de la historia de las especies y generaciones) y la concepción de la herencia. Al respecto, Hering asevera lo siguiente:

¿Qué es la herencia de peculiaridades especiales sino una reproducción, por parte de la materia organizada, de procesos de los cuales una vez formó parte en calidad de germen en los órganos (contenedores de gérmenes) de su padre (…)? …cuando éste [el germen] se halla en una nueva esfera, para extenderse, y desarrollar una nueva criatura –(cuyas partes individuales son siempre la criatura misma [el progenitor] y carne de su carne, de modo que lo reproducido es el ser en compañía del cual el germen una vez vivió, y del cual de hecho era una parte)…[2].

Si para Freud la vida interior de un individuo designa la actividad anímica inconsciente, entonces, ¿será que la memoria orgánica que propone Hering como reproducción involuntaria de estados y como fuente y elemento unificador de la vida consciente es teóricamente similar a los procesos inconscientes formulados por Freud?

Ante tal pregunta, que responda Freud: “Cadenas como estas de procesos nerviosos materiales inconcientes, que culminan en un eslabón acompañado de percepción conciente, han sido designadas como series de representaciones inconcientes y razonamientos inconcientes, y esto puede justificarse también desde el punto de vista de la psicología”[3]. Por lo tanto, aquella memoria orgánica (inconsciente) formulada por Hering es un antecedente conceptual del asunto de lo inconsciente propuesto por Freud.

A partir de lo anterior se puede manifestar que Freud, más que descubrir o inventar el concepto de lo inconsciente, lo reformuló hasta el punto de darle un estatuto científico, pues para su época había concepciones sobre tal concepto, que diferían en muchos aspectos de la suya, como por ejemplo la de Eduard von Hartmann (1842-1906)[4]. Para citar un caso específico, Freud dice en el capítulo “IV. La desfiguración onírica” de su texto La interpretación de los sueños, lo siguiente: “El filósofo pesimista Eduard von Hartmann está sin duda a sideral distancia de la teoría del cumplimiento de deseo. En su Philosophie des Unbewussten (1890, 2, pág. 344), escribe: «Por lo que toca al sueño, con él todas las plagas de la vida de vigilia hacen su entrada también en el estado del dormir; sólo una cosa queda fuera, la única que de algún modo puede reconciliar a las personas cultas con la vida: el goce científico y artístico. . .»”[5], con lo cual se puede demostrar el cómo Freud marca su diferencia conceptual con respecto a Hartmann, puesto que este último deja “cosas” por fuera del sueño, distinto a Freud, quien, al postular los sueños como formaciones del inconsciente y como cumplimientos de deseo, tiene presente que ellos (los sueños), además del placer, también comportan dolor y displacer. Así pues, inconsciente, sueño, deseo y placer-displacer distan teóricamente en ambos autores.

En tal comparación conceptual se percibe la relación: fisiología-metafísica, de la cual sabía Freud y con la que tuvo que enfrentarse a la hora de convertir su teoría en lo que se conoce como metapsicología (aquella práctica clínica llevada a una teoría especulativa). Strachey aporta lo siguiente:

[…] en La interpretación de los sueños (1900a), había ocurrido una extraña trasformación: no sólo desapareció por completo la explicación neurológica de la psicología, sino que buena parte de lo que Freud escribiera en el «Proyecto» en términos del sistema nervioso resultaba ser ahora válido, y mucho más inteligible, al traducírselo a términos anímicos. El inconciente quedó, de tal modo, establecido de una vez para siempre.

Pero, debe repetírselo, Freud no estableció una mera entidad metafísica. Lo que hizo en el capítulo VII de La interpretación de los sueños fue, por así decir, convertir la entidad metafísica en algo de carne y hueso. Por primera vez mostró cómo era el inconciente, cómo trabajaba, cómo difería de otras partes de la psique y cuáles eran sus relaciones recíprocas con ellas[6].

Después de la presentación del “Apéndice A. Freud y Ewald Hering”, realizada por Juan David, se continúa con la exposición del “Apéndice B. El paralelismo psicofísico”, llevada a cabo por Luz Marina.

Ella, antes de abordar el “Apéndice B”, recurre a la “Introducción” del texto Lo inconsciente, para recordar que Freud defenderá insistentemente la existencia de los procesos anímicos inconcientes[7].

A la hora de presentar el “Apéndice B”, Luz Mariana manifiesta que Freud fue influenciado por el padre de la neurología moderna: Hughlings-Jackson, básicamente por la relación que este estableció entre la psique y el sistema nervioso, es decir, aquél dio su paso de neurólogo a psicólogo en virtud de las concepciones que este último autor le transmitió.

Una de tales concepciones se refleja en el hecho de que Freud no acepta la hipótesis de Meynert, la cual radica en que: “[…] el aparato del lenguaje consistiría en distintos centros corticales en cuyas células se contienen las representaciones-palabra […]”[8]. Para Freud no es válido creer que las representaciones-palabra se alojen en las células nerviosas, pues precisamente aquéllas hacen parte del material psíquico, del pensamiento latente del individuo.

Lo psíquico comporta los recuerdos y contenidos latentes. Este tipo de contenidos son una de las tantas novedades que Freud introdujo en el psicoanálisis. Dicho contenido, que está relacionado con los sueños, es netamente inconsciente, pensamiento puro.

Si bien el contenido latente es el contenido original del sueño y el contenido manifiesto es la traducción del mismo, entonces es necesario que aparezca una frase para que surja el sentido de aquel contenido, el latente. Así, pues, diría Lacan: “[…] el sueño tiene la estructura de una frase, o más bien, si hemos de atenernos a su letra, de un rébus, es decir de una escritura […]”[9] pictográfica (como la lengua del antiguo Egipto o la lengua actual de China), que designa una polisemia, es decir, una multiplicidad de significantes, significados, signos, símbolos, sentidos, etc., de los que se puede reconstruir frases.

El sueño tiene un saber que le es desconocido a la consciencia. Si al sueño se le otorga el carácter de saber, así sea desconocido para la consciencia, es porque él se puede definir como lenguaje, esto es, como un modo de expresión caracterizado por ‘desplazamientos sintácticos’ y ‘condensaciones semánticas’, por metonimias y metáforas, por signos y significados, los cuales tienen formas y leyes de articulación.

Freud aprendió muchas cosas del proceso de la interpretación de los sueños. Entre ellas comprendió algo fundamental para el psicoanálisis: los sueños son representaciones. Además, que un sólo elemento del contenido manifiesto del sueño alude a un conjunto de representaciones propias del contenido latente. Y que, por tanto, el contenido manifiesto del sueño se puede leer de dos modos: por medio del valor figural del signo (la imagen) o a través de la referencia signante (la palabra). Esto nos indica que la composición de imágenes de un sueño es muy escasa para lograr descifrar el sentido del mismo. Por esto, la importancia de la referencia signante con respecto a las imágenes del sueño, pues a éstas hay que llevarlas a las palabras para alcanzar un sentido propio del sueño.

Por lo tanto, ni las imágenes, ni las palabras y ni los sueños están en las células. Y cuando las ideas no se hallan en la consciencia, es porque se encuentran en el pensamiento inconsciente a modo de latencia e insistencia (repetición). Así, pues, lo psíquico es un proceso paralelo a lo fisiológico.

Como cuarto y último momento, el profesor Mario Elkin continúa con el decurso de la clase. Para esto, él trabajó con base en el grafo del deseo y las lecciones 14, 23, 24 y 27 del Seminario 5: Las formaciones del inconsciente.

A partir de las mencionadas lecciones, se puede retomar el tema de los sueños, en tanto que, como diría Freud, son un cumplimiento de deseos inconscientes. Sin embargo, para Lacan el deseo del sujeto gira en torno al deseo del otro, del prójimo, “[…] no tanto porque el otro detenta las llaves del objeto deseado, sino porque su primer objeto es ser reconocido por el otro”[10]. Ese es precisamente el deseo de reconocimiento, un reconocimiento del que el sujeto no es consciente.

El sujeto se traiciona por lo que habla: piensa una cosa y dice otra. Él no habla; es hablado. El inconsciente, que es realmente “eso” que habla, posee un saber; “[…] es no acordarse de lo que se sabe”[11].

Esa es la instancia paradójica del sujeto, puesto que, además de que no sabe lo que dice, “falta a su lugar”. Al respecto, Gilles Deleuze expresa lo siguiente: “De la instancia paradójica hay que decir que nunca está donde se la busca, y que, inversamente, no se la encuentra donde está. Falta a su lugar, dice Lacan. Y, del mismo modo, falta a su propia identidad, falta a su propia semejanza, falta a su propio equilibrio, falta a su propio origen”[12].

“[…] El Deseo tomado en tanto que Deseo, es decir, antes de su satisfacción, sólo es en efecto una nada revelada, un vacío irreal. El Deseo, por ser la revelación de un vacío, la presencia de la ausencia de una realidad, es esencialmente otra cosa que la cosa deseada, distinto de una cosa, de un ser real estático y dado […]”,[13] manifiesta Kojève. Y la palabra, como símbolo materializado del Deseo, como referente de esa “nada revelada”, “[…] es ya una presencia hecha ausencia […]”[14]. Así, pues, la ausencia, lo callado, la falta se nombra por medio de la palabra.

El residuo de la pérdida hace referencia al objeto “a” como causa de deseo. Si este objeto se formula como la fuente principal de donde se alimenta la satisfacción, entonces es porque él se resuelve como medio de satisfacción, y ésta como el fin mismo. Sin embargo, la satisfacción no se da del todo por hecho, no se alcanza sino de una manera parcial, lo cual indica el aporte teórico de la pulsión, puesto que ésta es de tipo parcial, y al ser parcial es porque a su vez designa una satisfacción parcial, mas no total de la necesidad del deseo. Esta insatisfacción pulsional, como bien se puede nombrar, es lo que, en el caso particular de las neurosis, constituye las fantasías. Estas aparecen como un modo de reencontrarse con el objeto perdido, como una forma de satisfacer el anhelo de restitución y unidad con aquel objeto. Así, pues, el objeto primigenio, con ayuda de las pulsiones del yo, es fantaseado y se proyecta desde el mundo interior al mundo exterior, para poder alcanzar un alivio psíquico.

Por lo tanto, el objeto “a”, al ser el primer objeto de satisfacción, se convierte a su vez en objeto de deseo. Y la primera vivencia de satisfacción enseña que el deseo es el producto de la propia satisfacción, vale decir, el deseo se instala bajo el orden de la insatisfacción, lo cual indica que en el nivel del deseo, donde éste no se agota, el objeto se vuelve causa y como tal cumple la función de instaurarse como un medio de satisfacción y un medio de deseo.



[1] VALLEJO, Mauro, Cárceles y linajes Freud y la Memoria Orgánica de Ewald Hering. Disponible en: http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=1038.

[2] Ibíd.

[3] FREUD, Sigmund (1915) Lo inconsciente, en: Obras completas, Buenos Aires: Amorrortu, 1992, tomo 14, pp. 202-203.

[4] Para ampliar este punto, confróntese: https://thefaustorocksyeah.wordpress.com/2013/09/24/la-olvidada-influencia-pisciana-en-el-psicoanalisis-eduard-von-hartmann-otto-gross-wilhelm-stekel-viktor-tausk/.

[5] FREUD, Sigmund (1900 [1899]) La interpretación de los sueños, en: Obras completas, Buenos Aires: Amorrortu, 1991, tomo 4, p. 153.

[6] FREUD, Sigmund (1915) Lo inconsciente, en: Obras completas, Buenos Aires: Amorrortu, 1992, tomo 14, p. 158.

[7] Cf. Lo inconsciente, p. 156.

[8] FREUD, Sigmund (1915) Lo inconsciente, en: Obras completas, Buenos Aires: Amorrortu, 1992, tomo 14, p. 204.

[9] LACAN, J. (1953) Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, en: Escritos 1, México, Siglo XXI, 2003, p. 257.

[10] Ibíd.

[11] LACAN, J. (1967) La equivocación del sujeto supuesto saber, p. 13. Disponible en: http://www.lacanterafreudiana.com.ar/2.5.1.13%20%20%20LA%20EQUIVOCACION%20DEL%20SUJETO%20SUPUESTO%20SABER,%201967.pdf

[12] DELEUZE, Gilles (1969) Lógica del sentido, Barcelona/Buenos Aires/México, Paidós, 2005, ARCIS, p. 36.

[13] KOJÈVE, Alexandre, La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, Buenos Aires, La Pléyade, 1982, p. 2.

[14] LACAN, J. (1953) Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, en: Escritos 1, México, Siglo XXI, 2003, p. 265.

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