El concepto de depresión es ampliamente utilizado en la clínica y en la vida cotidiana. Ha pasado a ser el modo habitual de nombrar cualquier malestar psíquico. Hay depresiones, es innegable. Pero Freud privilegió siempre el concepto de culpa, ligado a la falla moral, al de depresión como entidad clínica autónoma. La depresión, para Freud y para Lacan, es inseparable del campo de la ética. Pero si en Freud la culpa aparece ligada al conflicto ente el goce y el ideal, y a la deuda simbólica que se transmite en las generaciones (a las faltas y a los secretos familiares), en Lacan la culpa aparece ligada a la abolición de la deuda simbólica. Por eso la culpa actual no tiene tanto que ver con el inconsciente sino con su rechazo. Si la depresión adquiere un carácter epidémico en la actualidad, sustituyendo a la nobleza de los síntomas, es porque la falta de goce es hoy imperdonable. Desde que ser feliz ha pasado a ser un deber, la ausencia de satisfacción hace al sujeto culpable de su infelicidad. Esto ha instalado en la civilización la depresión generalizada y la medicalización del dolor de existir. El psicoanálisis no trata a la depresión como tal y se opone tanto a la biopolítica de la tristeza (donde el culto a la salud viene al lugar dejado vacío por la religión) como a la ciencia conductual de la felicidad. La depresión actual es la enfermedad del rechazo de la verdad, por eso el psicoanálisis puede ser su terapéutica más eficaz. MFB

tomado de: icfgranada

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