Profesor: Mario Elkin Ramírez
Relatoría día 22 de marzo
Por: Jorge Luis López
1 parte: Presentación y discusión del texto de Sigmund Freud “Construcciones en el análisis”
Freud inicia el texto con el propósito de responder a la crítica de Popper sobre la validez de una interpretación psicoanalítica, quien como es sabido propone la imposibilidad de que el psicoanálisis pueda falsear sus tesis, es decir que resulta imposible hallar la existencia de los enunciados observacionales que de ser comprobados como verdaderos los enunciados freudianos se tornen falso. Dicho de un modo más simple, que no existen los medios para refutarles.
El propósito general del texto no está al margen de esta crítica, puesto que consiste en dar “una noción detallada de cómo acostumbramos a llegar a la aceptación del sí o del no de nuestros pacientes durante el tratamiento psicoanalítico”.Reconociendo el límite del recuerdo, que desde los comienzos del psicoanálisis consistió en el material fundamental de su técnica, Freud propone la noción de construcción.
El asunto de construir, o más exactamente de reconstruir, Freud lo ubica como una acción del psicoanalista. Una acción nada arbitraria debido a que entiende bien que las formaciones del inconsciente son las indicaciones del material no susceptible de ser recordado por el paciente. Así de este modo, su trabajo, el del analista, es hacer emerger el material propicio para el trabajo analítico.
En este sentido quien trabaja en recordar es el analizante, el analista no tiene nada que recordar. El síntoma y las formaciones del inconsciente, en tanto retorno de lo reprimido es concebido por Freud como sustituto de lo olvidado, es decir que con el síntoma se recuerda. Esta idea está muy temprano en la obra de Freud, incluso en el periodo denominado pre-psicoanalítico. Así, en estudios sobre la histeria ya asume que el síntoma posee el carácter de una reminiscencia, siendo entonces, por ejemplo, el síntoma de Miss Lucy, sensaciones olfativas de carácter subjetivo, el producto de “recuerdos patógenos” olvidados.
La tenacidad freudiana consistió desde los inicios en hallar el modo para que el paciente recuerde y no duda en responsabilizar al analista de esta tarea. Entonces el analista, que no tiene nada que recordar, tiene como tarea “hacer emerger lo olvidado tras las huellas que ha dejado tras sí” [1]
Esto hará que realice una comparación entre la labor del arqueólogo y la del analista. Ambos se encuentran ante la tarea de reconstruir algo de lo cual sobrevive solo sus restos. Sin embargo el analista trabaja en mejores condiciones que el arqueólogo, porque el material del que dispone es mucho y en el caso del análisis no se trata de algo destruido por el tiempo, sino “algo que todavía se halla vivo”.
En esta vía, es la transferencia el escenario propicio, para encontrar este material “vivo”, este resto que retorna en los sueños, los síntomas, los lapsus, pero también en la re edición del circuito pulsional que ahora incluye al analista. De este modo se debe suponer que el analista se las tiene que arreglar con un pasado siempre actual.
Incluir lo pulsional implica pensar que no todo lo concernido al análisis esta en las coordenadas de la lógica significante. Entonces, la vía significante halla un límite que Freud intenta nombrar de distintos modos en su obra, el ombligo del sueño, trauma, repetición, reacción terapéutica negativa, etc. Pero si bien el significante no alcanza ante lo real pulsional, no hay otro modo de conducirse en un análisis sino con el material que el significante provee.
2 Parte. Exposición Del Docente
Lo que se supone es una experiencia faltante, una pieza faltante, previa a que las coordenadas del lenguaje alcancen para decirla, allí ubica Freud la labor del analista, quien va en busca de una verdad a la que Freud no renuncia nunca. Con Lacan verdad y real no son sinónimos, la verdad más bien aspira a lo real pero no se superponen. De esta forma la experiencia analítica si va tras una verdad se trata de la verdad del sujeto, quien entonces debe construir o más bien reconstruir su historia. Por eso resulta vano el asunto de comprobar lo dicho por el paciente por la vía del hecho, porque algo puede ser biográficamente inexacto pero al tiempo verdadero para el sujeto. De aquí que en el sentido de los síntomas Freud halle las fantasías, anudadas a lo pulsional y a la experiencia del Edipo.
Las consecuencias de que el significante tenga limites, se sintetiza en el sintagma “no todo es simbolizable”. Lo simbólico no alcanza, es aspiración de capturar lo real, de la pulsión y del goce. Pero, como se ha dicho, aspirar no es indicador de que el significante alcance para decir el goce, para atraparlo en el universo simbólico. Es decir que algo queda por fuera de la cadena significante, un real con el que un análisis tiene que arreglárselas.
Que este real implique un modo de repetición, es lo que posibilita lograr un trabajo analítico. En la vía de Freud es esta repetición, de eso “vivo”, que el análisis puede producirse, solo a condición de que se suceda bajo las coordenadas de la transferencia.
Desde esta perspectiva la transferencia no implica solo la vía del amor y la lógica significante, sino que se trata, como bien lo sabia Freud, de una demanda de satisfacción pulsional. La consigna de no responder a la demanda es entonces un no responder a la demanda pulsional… directa.
El analista, que dice no la satisfacción directa de la pulsión, ofrece en cambio palabras, interpretaciones y sobre todo su deseo. Pero ¿Qué implica el deseo del analista? ¿Qué desea?, que hable, que asocie, que se dirija a su inconsciente, etc. Un deseo que, solo de momento, puede ser resumido en la frase “tú puedes saber”.
Pero no ceder a la demanda, no responder al amor de transferencia, es un movimiento que provoca la emergencia del objeto a, ubicado ahora del lado del analista. Y lo produce en la medida en la que provoca una renuncia de goce, un –φ, que evoca la castración.
La experiencia inédita con el Otro, introduce al sujeto en el campo del lenguaje y con esto se sucede lo que Lacan denomina la expulsión del goce. Lo interesante es que este goce no existe previo al lenguaje porque no es una función vital, es el lenguaje quien lo funda retroactivamente con su perdida, es decir que el goce existe en tanto perdido. De aquí en más el significante es aspiración de goce, intenta alcanzarlo, pero como hemos señalado, lo simbólico no alcanza, cojea en su intención de seguir lo real. Es por esto que el lenguaje es en sí mismo efecto de castración, porque implica una pérdida de goce.
El objeto a se recorta de esta experiencia con el Otro, queda como residuo de la tachadura del sujeto, pero al tiempo del barramiento del Otro. El sujeto, quien renuncia a una cuota de goce en la castración, no renuncia en cambio a recuperar ese menos de goce bajo la forma del a. por eso la experiencia analítica que evoca la castración, hace emerger en el dispositivo al a, del lado del analista, quien se ofrece como semblante en la operación de la transferencia.
Así entonces, un análisis no consiste, exclusivamente, en la recuperación del significante, en el efecto de sorpresa ante la significación de un sueño o un síntoma, etc. Sino que implica atravesar la relación singular del sujeto con el pequeño a, es decir la puesta en juego del fantasma.
Esto introduce otra idea Lacaniana que implica pensar la construcción en juego en el análisis, desde la perspectiva del fantasma. La construcción es entonces una fixión para Lacan, termino tomado con el sentido de fixación – fijación, específicamente fijación de goce. La fijación en Freud esta inscrita en su teoría pulsional y concierne al encuentro – re encuentro con los objetos de la pulsión, es decir con modos fijos de gozar, de gozar con lo mismo.
Detrás de todo síntoma se encuentra el fantasma. Freud lo constata en Dora y sus fantasías orales, el hombre de las ratas y sus fantasías anales, por ejemplo. Y, si se ha revisado los historiales en cuestión se puede apreciar lo nodal en juego en torno de estos objetos, en los síntomas, la transferencia y por ende en la cura.
El rendimiento del concepto de inconsciente desde la dimensión simbólica parece cojear ante la magnitud de lo acaecido en el análisis, puesto que esta dimensión pulsional implica más bien dirigir la reflexión a la dimensión, que hoy resuena en distintos círculos, del inconsciente como real.
[1] Freud, Sigmund. Construcciones En El Análisis. En: Obras completas. Tomo III. Traducción Luis López-Ballesteros. Editorial Biblioteca Nueva.