SEMINARIO CONCEPTOS I: RELATORÍA DEL 9 DE ABRIL
POR: SERGIO ARANGO
PROFESOR: MARIO ELKIN RAMÍREZ
DE LA ANGUSTIA-IMPRESIÓN A LA ANGUSTIA-APERTURA
En Freud: En el origen la angustia
En un primer momento de la clase se retoman los argumentos desarrollados en la sesión anterior a través de la lectura de la relatoría, y luego se continúa el comentario del texto La represión en la exposición.
De lo expuesto sobre el texto en esos dos momentos cabe resaltar lo atinente a los conceptos de placer y displacer, pues se encuentran en la causa de la represión: “Tenemos, así, que la condición para la represión es que el motivo de displacer cobre un poder mayor que el placer de la satisfacción”[1].
Pero ¿Cuál sería el motivo del displacer?
Ya antes Freud ha consignado que “una satisfacción pulsional es siempre placentera.”[2]; así que sólo una vez introducida la diversidad de sistemas o consideración tópica, se explica que aquello que es placentero para un sistema pueda ser displacentero para el otro, pues sin este expediente no se entendería porque se engendra displacer a partir de una satisfacción pulsional.
En 1920, en su texto Más allá del principio de placer Freud refiere que “todo displacer neurótico es de esa índole, un placer que no puede ser sentido como tal.”[3], y en la nota al pie agregada en 1925 asevera que “Lo esencial es, sin duda, que placer y displacer están ligados al yo como sensaciones concientes.”[4]
Frente a lo cual cabe preguntarse ¿Es que pueden darse sensaciones inconscientes?, ¿cómo se representa la sensación en la conciencia?, ¿lo hace bajo la forma del afecto? ¿El afecto es cantidad, cualidad o un compuesto de ambos? ¿Cuál es la relación entre afecto y sensación?; esta ligazón de las sensaciones al yo como conscientes, supone que éstas tienen vía libre para el devenir-consciente, pues parece que placer/displacer salvan las censuras establecidas en el paso de la excitación desde la percepción hasta la conciencia, ubicadas entre el inconsciente y el preconsciente y entre éste y la conciencia, conquistando así su acceso a la descarga, ya sea en la motilidad o en el devenir-consciente.
Cabe precisar el concepto de excitación, que se remonta a las elaboraciones esbozadas en El proyecto de psicología para neurólogos, texto en el cual, en la definición de la primera proposición principal: la concepción cuantitativa, se hace la siguiente referencia a la excitación: “Procesos como estímulo, sustitución, conversión, descarga, que allí se podían describir (histeria y obsesión), sugirieron de una manera directa la concepción de la excitación neuronal como cantidades fluyentes”[5]; el concepto de excitación se encuentra ligado entonces al de cantidad, que permite dos lecturas en el texto referido: por un lado como cantidad bruta Q referida al mundo externo y por el otro como Qí’l referida a la cantidad interna o intracelular que tiene como ley de regulación el principio de la inercia neuronal[6] (antecedente directo del principio de constancia); estas dos formas de la cantidad llevan a dos tareas del sistema: “el sistema de neuronas tenía desde el comienzo dos funciones: recoger los estímulos de afuera, y descargar las excitaciones endógenamente generadas”[7], desde el exterior llegan al aparato de neuronas unos estímulos (Q) que son percibidos y tramitados a través de los sistemas (fi, psi y omega) y generan una reacción muscular (tendencia a la descarga); pero hay también excitaciones endógenas o estímulos internos (Qí’l ) que empujan (trieb) a su descargan vía la acción específica.
Retomemos entonces la cuestión de la relación entre la excitación y su descarga a la luz de los afectos: “Un afecto incluye, en primer lugar, determinadas inervaciones motrices o descargas; en segundo lugar, ciertas sensaciones, que son, además, de dos clases: las percepciones de las acciones motrices ocurridas, y las sensaciones directas de placer y displacer que prestan al afecto, como se dice, su tono dominante”[8].
He aquí una posible respuesta a la cuestión de la relación entre afecto y displacer: el afecto sería un compuesto de descarga (inervación motriz) y sensación directa del placer/displacer, que le da su tono al conjunto; pasa así tanto por el cuerpo como por la representación consciente; y es justamente la condición de vía directa o expedita de la sensación la que puede ser destacada, pues ¿Cómo se defiende el yo de esas sensaciones que devienen conscientes sin trabas ni dilación?
Aquí es necesario señalar la relación entre displacer y angustia; son términos que se solapan y podría pensarse que son dos modos de nombrar lo mismo.[9] Según las hipótesis elaboradas en el texto Más allá del principio de placer hay una relación directa entre el placer y la disminución de la tensión o descarga así como entre el displacer y la tensión acumulada o en estasis (este punto de vista fue reevaluado tres años después al considerar el ritmo como referente de las sensaciones placer/displacer)[10].
Freud sostenía, desde textos tan tempranos como El manuscrito E., que la excitación acumulada (o libido) se trasmudaba directamente en angustia, la razón de esta acumulación de excitación no descargada era la represión; dice por ejemplo en el texto citado que “La angustia ha surgido por mudanza desde la tensión sexual acumulada”[11]; pero en 1923, en la 32ª de sus Nuevas conferencias señala que “Ya no afirmaremos que sea la libido misma la que se muda entonces en angustia”[12].
Esto debido a que la situación traumática libera una angustia en el aparato anímico que no está referida a ninguna situación de peligro, de modo que la angustia no se provocaría como señal; el recurso para resolver el problema de la fuente de la angustia es dado según un origen doble de la angustia: “en un caso como consecuencia directa del factor traumático, y en el otro como señal de que amenaza la repetición de un factor así”[13]; así que a la represión primaria y secundaria les correspondería una angustia primaria y secundaria y un retorno de lo reprimido amenazaría al yo con una renovación de la angustia del trauma.
Recordemos que en el texto La represión se señala que “La represión no es un mecanismo de defensa presente desde el origen; no puede engendrarse antes que se haya establecido una separación nítida entre actividad conciente y actividad inconciente del alma”[14].
De manera que el trauma debe haberse dado antes de que la represión como mecanismo pudiera ejercer algún influjo o puede ser que en ese tiempo primordial se aplicara la represión primordial; es preciso además recordar que la represión es una entre otras formas de la defensa y no la primera: “(…) el viejo concepto de la defensa, apto para abarcar todos estos procesos de idéntica tendencia —protección del yo frente a exigencias pulsionales—, y subsumirle la represión como un caso especial”[15]. Así que cuando el yo se vio enfrentado al trauma no tenía el recurso de la represión propiamente dicha:
“Sólo las represiones más tardías muestran el mecanismo que hemos descrito, en que la angustia es despertada como señal de una situación anterior de peligro; las primeras y originarias nacen directamente a raíz del encuentro del yo con una exigencia libidinal hipertrófica proveniente de factores traumáticos”[16].
¿Entonces lo reprimido originario es el trauma? Cuándo Freud dice que la represión no es un mecanismo originario, ¿incluye allí a la represión originaria?
La definición de trauma para Freud desde escritos como El proyecto, se relaciona con un excedente de la impresión: “Sólo la magnitud de la suma de excitación convierte a una impresión en factor traumático, paraliza la operación del principio de placer”[17]; la irrupción de unas cantidades (Q) hipertróficas y su efecto en términos de excitación de magnitud hiperintensa o exigencia libidinal hipertrófica, dejan como secuela una prägung o marca que se va al fundamento <zugrunde gehen>, y desde allí genera la compulsión a la repetición que se establece más allá del principio de placer y que aunque funciona con independencia de éste no lo contradice pues en última instancia la repetición busca cobrar un dominio sobre la impresión traumática; dominio que implica su ligazón, su conversión de energía libremente móvil en energía de investidura quiescente (ligada).[18]
Como se menciona en la parte VII del texto Lo inconsciente, en el inconsciente habitan sólo las representaciones cosa que buscan su enlace (ligazón) con las representaciones palabra para conquistar su acceso al preconsciente y de allí tener libre vía como retoños de lo reprimido susceptibles de devenir-conscientes[19]; pero la marca del trauma, la prägung o niederschrift (inscripción), ¿puede encontrar un representante?, ¿cómo se relaciona esta marca con la agencia representante-representación?; la pulsión no puede ser representada en la conciencia, sólo sus retoños a través de las formaciones sustitutivas; la impresión traumática y su exigencia libidinal sigue existiendo en lo inconsciente y multiplicando sus manifestaciones desde allí; entonces la impresión traumática reprimida originariamente continúa ejerciendo su influjo sobre la conciencia bajo la tonalidad afectiva de la angustia.
En Lacan: en el límite la causa
Aquí se vislumbra entonces la posibilidad de encadenar estas elaboraciones sobre los afectos y principalmente sobre la angustia con lo que expone el profesor en el tercer momento de la clase acerca del inconsciente como hiancia en contraposición al inconsciente como lenguaje.
Primero, cabe referir una precisión que hace Lacan en el seminario 7 con respecto a los conceptos de prägung y niederschrift “La Wahrnehmung, es decir la impresión del mundo exterior como bruto, es original, es primitiva, (…) es decir, efectivamente inscripta en algo que es totalmente sorprendente que en el origen de su pensamiento Freud lo exprese como un Niederschrift, como una inscripción, como algo que se propone no simplemente en términos «Prägung» y de impresión, sino en el sentido de algo que hace signo, del orden de la escritura”[20].
¿Cómo se relaciona entonces esta inscripción primera con el agente representativo de la pulsión? En la clase 5 del seminario 11 Lacan menciona al repecto que “el Vorstellungsrepräsentanz. (…) no quiere decir, como lo han traducido de manera borrosa, el representante representativo, sino lo que hace las veces, el lugarteniente, de la representación”[21]. Podría pensarse entonces que lo que viene en el lugar de la representación, como su agente a modo de vicariato, es la inscripción traumática pero sólo bajo la forma de una tonalidad afectiva reconocida como angustia por el yo, pues la inscripción en sí no es representable, no encuentra acceso a lo preconsciente sino por medio de representantes sustitutos; justamente este carácter de formación sustitutiva que adhiere a los retoños es lo que les da su dimensión de engaño, pues se presentan en el preconsciente como des-investidos, cuando en realidad remiten a una inscripción traumática generadora de angustia por su exigencia libidinal, y mientras más ejerza atracción esa inscripción sobre esas representaciones sustitutas más les trasfiere su monto de afecto ominoso y aparecen ante la conciencia como señal de angustia, sólo que no ante un peligro externo como se dijo antes sino ante un elemento hostil interno o extraño pero familiar, en otras palabras unheimlich.
Y aún así el yo encuentra el subterfugio de la fobia o el fetiche o la conversión o la idea obsesiva; es que la angustia no se puede sofocar, entonces se liga a una representación hasta cierto punto anodina para intentar una huida, esto es, el peligro que es interno se pone afuera, se proyecta para intentar un modo de defensa.
En la clase 2 del seminario 11 titulada El inconciente freudiano y el nuestro, se ubica un punto de viraje en el concepto de inconsciente sostenido por Lacan.
Recordemos el aforismo analógico que lo define estructurado como un lenguaje, definición que después, en el breve discurso de la ORF le parece un pleonasmo a Lacan pues el lenguaje es estructura; ¿y qué es estructura? un conjunto de elementos co-variantes que opera según determinadas leyes, en este caso, la metáfora y la metonimia que son observadas por las formaciones del inconsciente para darle a éste su característica de irrupción en el discurso conciente.
En esta clase Lacan dice que el inconciente como estructura de lenguaje se relaciona con lo que Levi-Strauss llama <El pensamiento salvaje> y dice al respecto que “Antes de toda experiencia, antes de toda deducción individual, incluso antes de que se inscriban en él las experiencias colectivas que sean, que pueden referirse a las necesidades sociales, algo organiza ese campo o inscribe en él las líneas de fuerza iniciales”[22]; es posible entonces diferenciar historia de estructura, la primera del lado de las experiencias que vienen a inscribirse en el campo donde algo estructura esas vivencias, esto es, la estructura como un campo previo a la experiencia que viene a ubicarse allí según las leyes del significante.
Esta idea de algo previo que organiza lo posterior da cuenta de la aprehensión del concepto de causa, el cual es problemático pues puede derivar en una regresión al infinito, algo debe limitar esta deriva de causa en causa hasta una causa primera que no es efecto de otra; Aristóteles plantea la idea del motor inmóvil como causa incausada; Lacan refiere en esta clase al ensayo sobre las magnitudes negativas de Kant y comenta al respecto que en este texto la función de la causa se discierne como hiancia ante toda aprehensión conceptual, como unbefgrief o concepto de la falta (que no el no-concepto); pues la causa es un concepto inanalizable, de allí su condición de hiancia, es hiancia en cuanto representa una falta.
El inconciente estructurado como un lenguaje opera como una cadena regida por las leyes del significante, éstas leyes lo determinan, ¿Cuál es la causa de la cadena, su eslabón primero? Lacan señala que la causa “Se distingue de lo que hay de determinante en una cadena, o dicho de otro modo, de la ley.”[23] ¿Quiere esto decir que la causa se opone al determinismo de las leyes del significante como lo indeterminado?
Lacan extrae la noción de <no-realizado> a partir del texto Etiología de las neurosis de Freud; allí puede pensarse en ubicar al trauma como causa, pues es a partir de las experiencias prematuras de la sexualidad infantil que se dan las neurosis, en las que la vivencia traumática misma adquiere la categoría de agujero (trou-matisme) y de no realizado, pues ejerce los efectos que no pudo generar-realizar en la situación infantil, posteriormente como recuerdo (Nachträglich, après-coup) tras la renovación de la huella mnémica por vía del despertar dado en la pubertad, de modo que, el recuerdo ocasiona por primera vez el desprendimiento de displacer: “Aquí [proton pseudos histérica] no es ninguna percepción, sino una huella mnémica, la que inesperadamente desprende displacer, y el yo se entera demasiado tarde; ha consentido un proceso primario porque no lo esperaba.”[24]
Para que una estructura funcione se necesita de un vacío, y la causa como hiancia cumple esa condición; es que puede pensare al trauma como aquello que está en el origen de las neurosis, y en ese sentido como el ombligo del sueño, el lugar al cual apuntan todas las formaciones del inconciente; ya antes se señalo que la vorstellungsrepräsentanz hace las veces de un lugarteniente, de un agente al modo de un vicariato, allí algo viene a representar lo que en sí es no-representable, no realizado, no-nacido.
Cuando Freud en la Interpretación de los sueños menciona el ombligo del sueño se refiere a un punto en que es necesario detener la interpretación del sueño de la inyección de Irma pues ya no se puede ir más allá en la dirección de los encadenamientos simbólicos que van retrocediendo hasta el sentido inconsciente de lo que opera según las leyes del significante, allí Freud se acerca a un punto que escapa a toda representación, y entonces es puesta esa falta en el centro, como núcleo o corazón del ser <Kern unseres wesens>:
Aun en los sueños mejor interpretados es preciso a menudo dejar un lugar en sombras, porque en la interpretación se observa que de ahí arranca una madeja de pensamientos oníricos que no se dejan desenredar, (…). Entonces ese es el ombligo del sueño, el lugar en que él se asienta en lo no conocido[25].
Puede recordarse aquí que Freud llega a sostener en sus últimas obras que no todo lo inconciente puede devenir conciente, aquí ya no opera aquella dirección de la cura que consistía sólo en hacer conciente lo inconciente, hay una roca que detiene este acaparamiento de lo conciente en el terreno de lo inconciente.
Lacan señala que lo que distingue al inconciente Freudiano de todos los anteriores, entre ellos el inconciente romántico y el de Hartmann es que en el Freudiano no se trata de una voluntad oscura considerada como primordial o primitiva o de unas divinidades de la noche sino al contrario “que al nivel del inconsciente hay algo en todos los aspectos homólogo a lo que ocurre al nivel del sujeto; ello habla y ello funciona de una manera tan elaborada como al nivel de lo consciente, que pierde así lo que parecía su privilegio.”[26]
Este funcionamiento lógico del inconciente se presenta en el discurso conciente bajo la forma del tropiezo, la falla, la fisura y de allí su estatuto no óntico; como manifestación trae aparejados dos fenómenos: un placer que de otra manera hubiera sido experimentado como displacer y una sorpresa; en la hiancia se produce algo que se presenta como un hallazgo.
Este carácter de hallazgo y sorpresa da cuenta de la apertura del inconsciente que es seguida inmediatamente por su cierre; es una discontinuidad para la continuidad de la conciencia pero ¿no es él en sí mismo una continuidad? Queda abierta la cuestión sobre como pensar la compulsión a la repetición o la insistencia del inconsciente si él mismo no es una continuidad; es que un efecto del trauma es precisamente la fijación y de allí parte el determinismo que rige todas las representaciones posteriores; pero la hiancia en el lugar de causa da cuenta de algo indeterminado que no se presta a las leyes del determinismo e implica la noción de azar en el encuentro fallido con lo real, no prosigo por este camino pero remito a la clase 5 del seminario 11 titulada Tyche y automaton, en donde Lacan elabora estas consideraciones.
El inconsciente engaña, la angustia no engaña
Se puede plantear ahora la cuestión de la relación entre el inconsciente como apertura y la angustia como apertura.
En las clases 5, “Lo que engaña” y 6 “Lo que no engaña”, del seminario 10, Lacan plantea que en el lugar de la angustia como menos phi se constituye un cierto vacío que tiene una función estructurante.
Freud percibe en un sueño de la joven homosexual que el inconsciente engaña; esta dimensión del engaño da cuenta de la función de causa del sujeto hablante según Lacan, “cuando una huella se ha trazado para que se la tome por una falsa huella, entonces sabemos que hay un sujeto hablante, un sujeto como causa”[27]; más adelante señala que la causa original es la causa de una huella que se presenta como vacía, allí el sujeto busca su inscripción en el Otro, en la cadena de significantes; el sujeto surge con el significante como lo tachado, lo no sabido originario y de allí parte la cadena que “hace del mundo una red de huellas (…) cuya característica esencial es que en él es posible engañar”[28]; de modo que el sujeto del inconsciente como causa, es el vacío que posibilita la estructuración de la cadena de significantes y le aporta su determinismo.
En este seminario Lacan plantea el surgimiento de la angustia como corte, hiancia que se abre en el marco fantasmático: “la angustia es este corte que se abre y deja aparecer lo (…) inesperado, la visita, el presentimiento (…) lo que no engaña, lo fuera de duda.”[29]
De manera que el inconsciente como estructurado por una cadena de significantes puede engañar, ya lo vimos antes, realizar formaciones sustitutivas por medio de la metáfora y la metonimia, pero la angustia apunta al núcleo, al ombligo de ese inconciente engañador y en ese sentido la angustia no engaña, es corte-apertura por donde se vislumbra la causa:
Si hay una dimensión en la que tenemos que buscar la verdadera función, el verdadero peso, el sentido de la subsistencia de la función de causa, es en la dirección de la apertura de la angustia[30].
Por otra parte puede notarse que la angustia como apertura es una de las formas de apertura del inconsciente, así como lo son también sus formaciones; la dimensión pulsátil del inconsciente puede darse entonces en términos de placer / sorpresa como formación o hallazgo / angustia como encuentro con lo real, rasgadura del marco fantasmático.
Una ontología frágil: La pulsación de la ranura
La angustia da cuenta de una rasgadura del velo del fantasma y señala su conexión con lo real, por la apertura que engendra se presiente lo ominoso, lo hostil domesticado (unheimlich); la angustia se ubica así en inextricable relación con ese algo no realizado del que se hablaba en el segundo momento de la elaboración Lacaniana del inconsciente; de allí que “Lo óntico, en la función del inconsciente, es la ranura por donde ese algo, (…) sale a la luz un instante, sólo un instante, porque el segundo tiempo, que es de cierre, da a esta captación un aspecto evanescente”[31]; esto es lo que Lacan llama una pulsación de la ranura, y que califica ónticamente al inconsciente como lo evasivo, pues la aprehensión del inconsciente no concluye, a pesar de lo cual se trata de ir a ver hasta donde se pueda ver como en el sueño de la inyección de Irma que tiene todas las características de un sueño de angustia, pero en el que Freud no se despierta al ver esa cavidad bucal oscura y hostil sino que continua soñando, y logra ver casi hasta el ombligo del sueño.
Es de allí que Lacan concluye que el estatuto del inconsciente es ético y no óntico, pues se trata de un empeño en la búsqueda de la certeza más no de la verdad; lo que se ejemplifica en el texto del sueño cuando es transmitido, allí donde el paciente vacila, duda, ése es el indicio de un pensamiento inconsciente que se revela como ausente, la duda es signo de que hay algo que preservar, es signo de la resistencia.
Para Descartes se trata de la verdad del conocimiento gracias a la garantía de un dios que no engaña; para Freud se trata del sujeto de la certeza en el fundamento del inconsciente, pues la duda le da el soporte de la certeza de que allí puede ser convocado el “yo pienso en el cual se va a revelar el sujeto. En suma, está seguro de que ese pensamiento está allí completamente solo de todo su yo soy”.[32]
¿Qué quiere decir que en el fundamento del inconsciente se manifiesta un yo pienso desprovisto de un yo soy? Podría sugerirse allí la presencia del ES, del ello, eso piensa en el inconciente.
La dirección de la cura ¿más allá del padre?
Para terminar, si no se trata de la verdad sino del sujeto de la certeza como fundamento del inconsciente y si el estatuto del inconsciente tan frágil ónticamente es más bien ético, en el sentido de ir a verlo allí donde se manifiesta, ¿hasta que punto de éste ir a ver debe llegarse para hablar de una cura?, con el concepto de un incurable que plantea Lacan en el seminario 15 se plantea la cura como un concepto que vacila, tal vez no más que como una decisión de concluir por parte del sujeto, como la vislumbre de un momento de detención al no poder ver más allá pues en la ranura ya se anuncia lo no especularizable, lo no representable, no-realizado y no-nacido.
¿El objeto a como causa?
En ese punto primordial, central “se trata siempre del sujeto en tanto indeterminado”[33], ya no se trata de lo reprimido sino de lo olvidado (oblivium) borrado, suprimido; anterior a la función de reprimir habría una función de borrar, función de la censura que deja un vacío en la estructura, ¿entonces en ese vacío que posibilita la estructura se ubica el sujeto del inconsciente imposible de representar o el objeto a imposible de aprehender?
Como muestra el caso del olvido Freudiano del Signorrelli, hay allí algo que no es “la metáfora, sino la realidad de la desaparición, de la supresión, de la Unterdruckung, el paso hacia abajo”[34]; el Herr que no puede ser evocado y que arrastra consigo al Signor; para Lacan en ese olvido se perfila la regulación del deseo de Freud en los mitos de la muerte del padre (de modo similar a Niestzche) pues puede no ser más que un abrigo contra la amenaza de castración; ¿quiere esto decir que Freud no pudo ir más allá del padre? ¿Éste abrigo contra la amenaza de castración da cuenta de la roca viva de la castración que permanece cerrada ante todo sésamo del empeño analítico? ¿Hay relación entre el objeto a como causa y la roca de la castración?
Cabe aquí evocar el último párrafo de uno de los últimos textos de Freud:
a menudo uno tiene la impresión de haber atravesado todos los estratos psicológicos y llegado, con el deseo del pene y la protesta masculina a la «roca base» y, de este modo, al término de su actividad. Y así tiene que ser, pues para lo psíquico lo biológico desempeña realmente el papel del basamento rocoso subyacente. En efecto, la desautorización de la feminidad no puede ser más que un hecho biológico, una pieza de aquel gran enigma de la sexualidad. Difícil es decir si en una cura analítica hemos logrado dominar ese factor, y cuando lo hemos logrado. Nos consolamos con la seguridad de haber ofrecido al analizado todas las incitaciones posibles para reexaminar y variar su actitud frente a él[35].
De allí que en la relación de Freud con el padre según Lacan se juega la pregunta a la que llego todo su esfuerzo: ¿qué desea una mujer?, ese enigma de la sexualidad plantea la posibilidad de una excepción a la primacía del falo; primado que se establece en términos de desautorización de la feminidad; allí se observa la imposibilidad de la proporción sexual que <no cesa de no escribirse>, el real que no puede ser domesticado ni escrito aún al final del análisis; queda abierta entonces la pregunta sobre la posibilidad de <ir más allá del padre sirviéndose de él>.
Qué se deja aprehender en el abrigo ante la amenaza de castración sino la protección ante la angustia que nace no tanto de la impotencia o castración del sujeto sino de la incompletud del Otro, de su inconsistencia y su imposibilidad de ejercer su función de garante de la verdad, (como ya se observo en el caso de Descartes, quien recurre a Dios como garantía ante la posibilidad de que no exista un criterio claro y distinto de la verdad); acaso ir más allá del padre supone aceptar su falla como Otro garante, su castración y renunciar al <abrigo>:
Esta obturación de la inconsistencia del Otro, este «salvar» la contradicción, a costa de los indecidibles, es ese no querer saber que aporta el resto de la estructura lógica y que determina la posición del sujeto. Obturar la inconsistencia lógica del A es no querer saber nada sobre la castración del Otro. Este no querer saber nada es lo que mantiene al sujeto en la posición del «no pienso» (es decir, la del soy), en la lógica del fantasma.[36]
¿Acaso en el final del análisis se puede ir más allá del padre? ¿No es el sujeto psicótico uno que ha ido más allá del padre y esta por eso desabonado del inconsciente e instalado en la certeza vía la alucinación? ¿Es Joyce con su sinthome un ejemplo del <ir más allá del padre>? ¿Ir más allá del padre consiste en matarlo? ¿Podría decirse que Lacan, al pluralizar el nombre del padre, fue más allá de él?
NOTAS:
[36] SAUVAL, Michel (1996) El síntoma y la dirección de la cura. Disponible en: http://www.sauval.com/articulos/sintoma.htm