Mario Elkin RamirezTextos Propios

Una salida para el fin del análisis

By 5 julio, 2013mayo 28th, 2021No Comments

lacan y sartre

Mario Elkin Ramírez

Fuente: Affectio Societatis Nº 10/ junio/ 2009 http://antares.udea.edu.co/~psicoan/affectiopresentacion.htm

Resumen

Se confrontan a continuación el impasse sartreano de las relaciones con los demás y la solución lacaniana como cálculo colectivo, esta solución se aplica al pensamiento del problema del fin del análisis.

Palabras clave:

Sartre, Lacan, fin de análisis, formación del analista.

Introducción

Durante la ocupación nazi de París, al final de la Segunda Guerra Mundial, Jean Paul Sartre pone en escena, en Mayo de 1944, en el teatro parisino del Vieux Colombier, su obra A puerta Cerrada, Huis Clos (Sartre, 1955, pp. 79-117). Pieza en un acto que pone en interacción a tres personajes de modo permanente: Inés, Estelle y Garcín, y de modo ocasional a un camarero.

Garcín, en el primer diálogo con el camarero, se reconoce encerrado en una habitación, sin cama, porque allí “jamás se duerme” (p. 82), encuentra que allí vivirá “la vida sin corte” (p. 83), entre el día y la noche. No hay modo de apagar la luz y no hay libros (p. 84). Luego, a la entrada de Inés, se percata además de que “han sacado todo lo que podría parecerse a un espejo” (p. 86).

El semblante de extrema cortesía que Garcín pensaba era su única defensa desaparece rápidamente entre ellos. Tampoco encuentran oportuno sentir miedo, pues este sólo lo fue mientras: “conservábamos esperanzas” (p. 87). A la entrada de Estelle, ella ensaya conservar otro semblante, “el buen humor” (p. 89), no obstante, tampoco este resiste la prueba de su encierro. Su conversación los lleva a reconocer que están muertos. Una neumonía, una asfixia por gas y doce balas, fueron la causa de la muerte de cada uno.

Frente al alegato si están allí por azar, concluye Inés: “Estamos en el infierno, nenita, aquí nunca hay error y nunca se condena a la gente por nada” (p. 93). Es decir, gana el determinismo de su culpabilidad. Y el castigo será que “el verdugo es cada uno para los otros dos” (p. 94). Y en efecto, cuando Estelle le pide a Inés que le sirva a través de sus palabras de reflejo para verse a sí misma, pues, “no puedo quedarme sin espejo toda la eternidad” (p. 96), ésta no le devuelve una imagen confiable, lo cual tortura a Estelle: “Que irritante, no puedo juzgar por mí misma” (p. 96). Mientras Inés se regocija: “Soy el espejuelo, pequeña alondra mía, estás en mis manos” (p. 97).

Garcín, por su parte, propone: “nos sentaremos de nuevo tranquilamente, cerraremos los ojos y cada uno tratará de olvidar la presencia de los demás” (p. 98). Pero, Inés replica: “¡nada de eso! Quiero elegir mi infierno; quiero mirarlo con todos mis ojos y luchar a cara descubierta” (p. 98). Sin embargo no pueden. Garcín se da cuenta de ello y dice: “¿No podríamos intentar ayudarnos unos a otros? […] Ninguno de nosotros puede salvarse solo; tenemos que perder juntos o salir juntos del apuro” (p. 103). Pero no encuentra eco en sus victimarias, por lo que también termina ejerciendo su mortificación sobre ellas.

Entonces, emerge la verdad de la condición de cada uno por la boca del otro. Garcín tiene que reconocer que fue un desertor fusilado por cobarde, Inés, una lesbiana suicida y Estelle, una asesina de su hija proveniente de las relaciones con su amante, lo que provocó, a su vez, el suicidio de éste.

uando en algún momento la puerta, a la que Garcín no ha dejado de golpear, se abre bruscamente, Inés lo empuja a salir: “¿Qué espera? ¡vaya, vaya pronto!” (p. 114); Garcín se dirige a la otra: “¿Y tú Estelle?”, pero ella no se mueve. Garcín continúa: “¿Cuál? ¿Cuál de los tres? [va a salir] Hay vía libre, ¿quién nos retiene? ¡ah! [comprende] Es para morirse de risa. Somos inseparables” (p. 114). El absurdo se revela: no pueden dejar de atormentarse y a la vez no pueden separase. La conclusión se impone después. “el infierno son los demás” (p. 117).

En marzo de 1945, luego de que París fue liberado, Christian Zervos solicita a Jacques Lacan un artículo para la reaparición de su revista Les Cahiers d’Art. Lacan, quien por su posición política no publicó nada durante la ocupación, escribió “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma” (Lacan, 1966, pp. 197- 213).  No hay explícitamente en este texto ninguna consideración respecto a que sea una réplica a Sartre, Pero sí, al menos, al entorno del movimiento existencialista: “además no nos contamos entre esos recientes filósofos para quienes la opresión de cuatro muros no es sino un favor más para el fin del fin de la libertad humana” (p. 199).

Y de manera directa en otro texto, Lacan critica duramente al filósofo diciendo (Lacan, 2001, p. 247): Es cierto que aquí Jean-Paul Sartre, muy capaz de percatarse de que la lucha a muerte no es esa solución, pues no podría destruirse a un sujeto, y que asimismo en Hegel es propuesta en su nacimiento, pronuncia a puertas cerradas la sentencia fenomenológica: es el infierno. [Las itálicas son mías]. Pero como esto es falso, y de una manera que puede ser juzgada desde la estructura, el fenómeno muestra claramente que el cobarde, si no es loco, puede arreglárselas muy bien con la mirada que lo fija; esta sentencia prueba claramente que el  oscurantismo no sólo tiene su puesto en los ágapes de la derecha.

En su lugar, Lacan propone en su texto la misma situación, tres prisioneros en una habitación sin espejo; pero que en vez de encontrar en los otros el infierno, cada uno halla la salvación. Es decir, la salida del infierno. Los tres prisioneros del apólogo lacaniano tienen cada uno un disco en la espalda que no pueden ver, pero pueden, en cambio, ver el de sus compañeros. De entrada saben que hay tres discos blancos y dos negros y que aquel que deduzca el color de su disco, a partir de la mirada del disco y del comportamiento de los otros, podrá salir. Lacan demuestra que en esa interacción se juegan tres tiempos lógicos: el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir.

En el instante de ver, cada uno observa el disco del otro, allí no se requiere ningún pensar, se escuchan las reglas de juego, es el lapso correspondiente al lenguaje como estructura de un campo. El tiempo de comprender es el lapso de la palabra, cada uno elabora aproximadamente el siguiente razonamiento que construyo aquí: «veo dos discos blancos, por ejemplo, los otros dos prisioneros podrían ver un blanco, que yo veo en cada uno y mi propio color, que no se cual es. Si yo fuera negro los otros verían por tanto un blanco y un negro y, por tanto, deducirían „si yo fuera negro el tercer prisionero también saldría‟ pero si no salen inmediatamente es porque yo también soy blanco».

En este lapso la palabra cumple su función posible en ese campo de lenguaje y pone en acción el parl’être. El momento de concluir se precipita en ese lapso, es el momento del acto, del enunciado performativo, es el fin de la palabra. En él, el sofisma se resuelve pasando por una relación al otro que no está del lado del infierno, sino en la prisa que provoca la conclusión de su razonamiento, concerniente al color de los otros, y a partir de aquellos, del suyo.

La conclusión es que todos los prisioneros al realizar un razonamiento similar se precipitan hacia la puerta de modo simultáneo. Pero antes de la prisa del momento de concluir, está, en el tiempo de comprender, un lapso en que hay una vacilación. Es lógicamente necesaria una vacilación para que de ella pueda extraerse la certeza. Dicha vacilación conduce a un tiempo de suspensión al que sucederá un tiempo de decisión. Es una estructura temporal la que prevalece en este sofisma.

En la obra de Sartre la temporalidad ha sido suprimida, ya que se trata de la eternidad sin cortes, sin día o noche; entonces, lo que prevalece es la pura espacialidad, estar ahí, sin la esperanza de la salida, es decir, sin vacilación. Pues la
certeza es absoluta, es la certeza de la muerte.

Lo que me interesa subrayar del escrito de Lacan es el énfasis que éste pone en una lógica colectiva: “si bien en esta carrera hacia la verdad, se está sólo, si bien no se es todos cuando se toca lo verdadero, ninguno sin embargo lo toca sino por los otros” (Lacan, 1966, p. 212).

Son por lo tanto, dos perspectivas opuestas: en una, los demás son el infierno del que hay que librarse o cuidarse; en la otra, se accede a la verdad pero no sin los otros.

Sartre rechazaba el determinismo inconsciente freudiano, esto es, el del ser hablante, la determinación del lenguaje como casa del ser. Así, puede decir: “El psicoanálisis existencial rechaza el postulado del inconsciente: el hecho psíquico es, para él, coextensivo de la conciencia” (Sartre, 1984, p. 593). Por lo que la relación al otro, sin mediación de lo simbólico, se verá reducida a una dimensión imaginaria en la que, lógicamente, los otros no pueden ser sino el infierno.
Al contrario, Lacan sí conceptúa el inconsciente como anudamiento simbólico, por lo que puede plantear que el inconsciente es el discurso del Otro (Lacan, 1975, p. 100), esto es, que el inconsciente se estructura dentro del lazo social. Por esta razón cierra su escrito sobre el tiempo lógico con una nota al pie de página donde exalta esa referencia a la lógica colectiva:

Que el lector que prosiga en este volumen regrese a esta referencia a lo colectivo que es el final de este artículo, para situar gracias a ella lo que Freud ha producido bajo el registro de la psicología colectiva (Massenpsychologie un Ichanalyse, 1920): lo colectivo no es más que el sujeto de lo individual” (Lacan, 1966, p. 213).

hora bien, si se aplica esta lógica a la formación del analista, podrá constatarse que se trata en ella de una experiencia que también se hace con otros. Así, el análisis personal, el control o la supervisión, el cartel, la formación teórica, el
pase, no son algo que se pueda hacer de manera solitaria, hay otros con los que se interactúa y el lugar privilegiado donde se encuentran dichos otros es la Escuela.

Específicamente, en lo que concierne al tratamiento se verifica que el tiempo de ver coincide con el momento del inicio del análisis, comparado por Freud con el tiempo de la apertura de la partida de ajedrez (Freud, 1980, p. 125). De manera explícita Lacan establece la relación entre su apólogo de los prisioneros y el tratamiento analítico (Lacan, 1978, pp. 332-338). El instante de ver es lógicamente el lapso de la instauración de la transferencia.

El tiempo de comprender es como el desarrollo del juego del ajedrez, aquel imposible de predecir, en el tratamiento analítico ese lapso depende enteramente de la singularidad del sujeto y de la historia que construya al analizar su pasado, su síntoma. Es imprevisible y corresponde al tiempo en que el sujeto puede saber algo de su inconsciente y de su goce, es el tiempo del desarrollo de la neurosis de transferencia y de la instalación en ella de la compulsión a la repetición que rige la pulsión.

El momento de concluir es el jaque-mate en la comparación freudiana, es el momento del tratamiento donde emerge la certeza de un acto irreversible, conclusivo, asertivo, es el momento de la liberación de la transferencia, la cual luego puede anudarse al trabajo de la Escuela. Es el fin del análisis, donde el sujeto construye la certidumbre de su ser de goce: “soy blanco” en el apólogo, “yo soy eso” en el análisis, ser que le da al sujeto su nombre propio. Pero esto se da como “un salto”, no como una continuidad. Es el salto al ser. Para que sea un acto, esto debe significar que luego de él, el sujeto ya no es el mismo respecto a su relación con su propio ser de goce. Lacan lo explicita así:

Es lo que he tratado de hacerles sentir mostrándoselos a los dos niveles del nombre propio. Por una parte de la numeración del otro, que es el estatuto del nombre propio no posible de articular como una connotación más y más cercada de lo que, en la inclusión clasificatoria llegará a reducirse, sino al contrario, como el complemento de algo del otro orden que es lo que, en la lógica clásica se oponía a la relación binaria de lo universal y lo particular, como algo tercero e irreductible, a saber: lo singular” (Lacan, 1965, s.p).

Es la dimensión del nombre propio allí donde fracasa la función clasificatoria de la predicación que, sin traducción, sin significado, sin efectos de sentido, se convierte en un significante nuevo2 que nombra al sujeto en su singularidad: “ese nombre propio, no sería, en último término, más que aquel que estrecha las cosas de suficientemente cerca, para alcanzar al individuo en lo que tiene de particular (Lacan, 1965, s.p).

Ese nuevo nombre propio, como sinthoma, como obra construida, y que encarna el máximo nivel de singularidad es el agujero como lugar de articulación posible del ser hablante. Mientras no se encuentre ese nombre, en el tiempo de
comprender, el sujeto es un sin nombre, un sujeto que se da falsos nombres para consistir; mientras que con la certeza de ese nuevo nombre propio, el sujeto, en el momento de concluir, puede identificarse al mismo, y entonces, para el resto de sus días —ya que también toma conciencia de su ser para la muerte—, construir un saber hacer con la pulsión. No obstante, la verdad sobre ese nombre propio “soy blanco”, “soy eso”, como enunciado preformativo, no toca lo real del goce del sujeto, produciendo pérdida, sino por mediación de los otros.

1 Al respecto ver las lecciones del 19 de Abril, 10 y 17 de Mayo de 1977, de Jacques Lacan, Le séminaire XXIV, L’insu que sait de l’une-béuve s’aile à la morrue, inédito.

Referencias bibliográficas

Freud, S (1980). “Sobre la iniciación del tratamiento”. En: Obras Completas. Vol. XII. Buenos Aires, Argentina. Amorrortu.
Lacan, J (1966). “Le temps logique et l‟assertion de certitude anticipé. Un nouveau sophisme”. En: Écrits. París, Francia. Seuil.
———- (2001). “Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de l‟École”. En: Autres écrits. Paris, Francia. Seuil.
———– (1975). Le séminaire, livre I, les écrits techniques de Freud. París, Francia. Seuil.
———– (1978). Le séminaire, livre II, Le moi dans la théorie de Freud et dans la technique de la psychanalyse. Paris, Francia. Seuil.
———– (1965). Le séminaire, XI, Problèmes cruciaux pour la psychanalyse. Lección del 5 de mayo de 1965 y lección del 6 de enero de 1965. Inédito.
Sartre, J (1955). “A puerta Cerrada”. En: Teatro. Buenos Aires, Argentina. Losada.
———- (1984). El ser y la nada. Madrid, España. Alianza/Losada.

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