«La vergüenza ha muerto diagnostica Lacan. El declive de la mirada del Otro que avergüenza representa un cambio en las relaciones del sujeto con el goce. Desde la época en que Freud alegaba que la civilización ejercía una represión excesiva con su séquito de malestar hasta el tardo capitalismo en el que el sentimiento de desvergüenza campa por sus anchas, la sociedad se ha transformado radicalmente. No sólo se ha vuelto más permisiva – como pudo parecernos en un momento- sino que ha transformado los deseos – que suponen la falta- en verdaderos imperativos de goce. El sentimiento de vergüenza se adquiere en la infancia tras un período más o menos largo en el que los niños se pueden mostrar, ante la familia e incluso ante extraños, desnudos sin experimentar pudor. Ese período permanece en nuestros fantasmas como un paraíso perdido: la ausencia de represión de nuestro exhibicionismo, el darse a ver, constituye a nuestros ojos un modelo de satisfacción. Sin embargo la aparición del pudor proporciona, según Freud, una necesaria barrera al goce, civiliza al sujeto. El nacimiento del pudor marca así un momento fundamental en la relación del sujeto y la ley. Por otra parte, en el desarrollo de la experiencia analítica la vergüenza, como otros afectos, cobra el valor de índice del sujeto, de gran utilidad para orientar al analista en la conducción de la cura, como así también en otras ocasiones, crea dificultades en la continuidad requerida que deben solventarse para hacerlo posible.» Miriam Chorne
Tomado de: Nucep Nuevo Centro de Estudios de Psicoanálisis