CURSO: ADOLESCENCIA Y CRIMEN

PROFESOR: MARIO ELKIN RAMIREZ

ESTUDIANTE: CHRISTIAN PINEDA PARDO.

FECHA DE LA CLASE: 30 DE MARZO DEL 2016.

El profesor inicia la clase con una pequeña introducción sobre la vida de August Aichhorn, quien fue un pedagogo y psicoanalista austriaco que nació en Viena el 27 de julio de 1878 y murió el 13 de octubre de 1949 en la misma ciudad; posteriormente el profesor empieza a desarrollar varias de sus ideas, tomando como presentación la gran facilidad que tenía Aichhorn de identificarse con el paciente y de comprender sus necesidades, su idea principal era conducir a sus pacientes a una libertad interna y hacia una integración de valores más que castigarlos y encerrarlos, esto gracias a su formación como pedagogo, empezó a identificar por qué los adolescentes cometían crímenes; por lo cual se dedica entonces a comprender un nuevo objeto de estudio que es examinar la aplicación del psicoanálisis al tratamiento de la juventud delincuente.

Después de la introducción sobre el trabajo de Aichhorn, el profesor Mario Elkin Ramírez señala que Freud había opinado ya en varios textos algo que se considera extraño y es que habían criminales con sentimiento de culpabilidad, por ejemplo, las personas que cuando salen de la cárcel buscan la manera de volver a entrar a ella, buscan otro castigo, y lo hacen constantemente de manera inconsciente.

Posterior al aporte de Freud ante el tema de la juventud delincuente, la sesión sigue enfocada a Aichhorn quien, como se dijo anteriormente, empieza a examinar la aplicación del psicoanálisis al tratamiento de la juventud delincuente, para eso tiene en cuenta variables subjetivas más allá de las condiciones sociales que pueden impulsar a un sujeto a actuar de una manera “ilegal” y encuentra en el mismo psicoanálisis la posibilidad de reconocer en las manifestaciones disociales de los jóvenes, motivos inconscientes del comportamiento, que explican el por qué un joven delinque y siente placer en dicho acto, además, quiere demostrar que en el propio psicoanálisis está la solución para devolver al sujeto a la reinserción social, la cual está basada en la idea Hegeliana del reconocimiento del otro, y plantea que la sociedad funciona en base a este; es decir, a partir del reconocimiento se le está diciendo al otro que existe, el saludar al otro genera un efecto de “yo te reconozco” y a su vez eso retribuye en que ese otro me reconozca.

Cuando alguien delinque pierde un poco de su humanidad, que es lo que Aichhorn nombra como disocial; es decir, que no va con lo social y que para que alguien se reinserte a la sociedad debe de ser castigado para que a través de ese castigo recupere la humanidad que ha perdido al cometer el delito; esto es contrario a varias leyes de países donde hay crímenes inimputables lo que no permite que los delincuentes recuperen su trozo de humanidad perdido y pierden así mismo el reconocimiento de ser quienes son. Lo que genera la propuesta de reinserción de Aichhorn es no dejarse llevar por la sociedad que se encarga de crear monstruos de turno, como en la actualidad lo es el terrorista y cuya solución simplemente es eliminar, suprimir, encerrar; sino por el contrario el Aichhorn propone que el sujeto adquiera nuevamente su conformidad social, la cual se logra gracias a la intervención del psicoanálisis.

“juventud descarriada”, la obra principal de August Aichhorn, no se refiere meramente a los comportamientos delincuentes o disociales sino también a los problemas subjetivos mismos, un joven descarriado es simplemente alguien que sufre de una neurosis y aquí lanza su primera hipótesis: al principio, es importante aprender a diferenciar fases de un comportamiento disocial, dice Aichhorn, al principio un ser asocial lo es porque exige una satisfacción pulsional, entonces cada niño es al principio un ser asocial, no piensan en lo social, son profundamente egoístas y enseñarles a ser sociales son construcciones culturales; el niño exige una satisfacción pulsional primitiva y eso en los adultos ya es considerado como una conducta disocial; es decir que hay un proceso por medio del cual el sujeto ha aprendido a controlar su pulsiones y no actuar solamente dominado por ellas, por eso en los niños ciertas conductas pueden verse como normales o graciosas mientras que si vemos las mismas prácticas realizadas por un adulto se estaría incurriendo en delitos y en señalamientos profundamente morales, por ejemplo, el exhibicionismo o la autoexcitación.

En un principio todos los niños se mueven bajo el principio del placer, lo buscan de manera continua  y esto significa una descarga inmediata de su satisfacción, esto demuestra que todas las personas somos delincuentes latentes, gracias a esa etapa infantil donde nos movemos por puro egoísmo, y  los adultos al haber aprendido ya el asco, el pudor, la vergüenza, la moral y todas las otras formas que alejan de la satisfacción primitiva hace que se juzguen los mismos actos de formas distintas. El principio de realidad es el que se contrapone a ese principio de placer, por medio de este se priva, se castra, se niega o se frustra, gracias a las instituciones como la familia, la escuela y a la imposición de reglas se limitan los actos de todo tipo; un niño está esperando la norma porque es una manera de estabilizarlo, espera un no para comprender que su comportamiento debe de tener un límite dentro del cual se puede mover pero no sobrepasarlo.

La delincuencia latente puede hacerse manifiesta por provocación que es donde se dan los ataques de ira o conductas específicas violentas por causa de nuevas circunstancias. Para Aichhorn el trabajo del pedagogo tiene éxito cuando la supresión de los deseos pulsionales es total y no hay peligro de que retornen más en algún momento de la vida del sujeto.

La clase sigue basados en el trabajo de Aichhorn, quien dice que, el ser humano ha tenido que aprender a soportar el dolor y a aplazar la satisfacción para cuando hayan ciertas condiciones adecuadas, también renunciar a ella e incluso desviarla, por ejemplo, por medio de los deportes en los cuales la agresividad simula esos deseos pulsionales en canales socialmente aceptados; la civilización es posible porque cada uno renuncia un poco a sus satisfacciones pulsionales primitivas por la idea de vivir en comunidad; sin embargo, hay que tener en cuenta que en cuanto más joven es el niño, menos capacidad tiene de renunciar a esas satisfacciones primitivas y es solamente bajo experiencias dolorosas que el niño aprende gradualmente a moderar sus impulsos y a aceptar las demandas de la sociedad sin conflicto y así se va convirtiendo en un ser social.

Se recalca el rol de pedagogo y educador de Aichhorn, quien está convencido que la educación está al servicio de volver al niño ser social y de enseñarle a controlar su principio de placer; cuando el niño crece sin la doma apropiada, no va a encajar en el orden social, va a querer siempre su satisfacción inmediata y ahí es donde se crea el delincuente, alguien que va a pasar por encima de todo solamente por la imposibilidad de aplazar su deseo de placer y así transgrede la norma constantemente.

La clase termina con la exposición de Aichhorn de que el comportamiento disocial puede ser la manifestación de algo reprimido, y que la delincuencia es pues un síntoma, una salida a la represión de algo en el psiquismo del sujeto; por eso piensa que la solución no está en encerrar o eliminar al delincuente sino tratar como síntomas sus manifestaciones delincuenciales mediante el método terapéutico del análisis.

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