CURSO: ADOLESCENCIA Y CRIMEN

PROFESOR: MARIO ELKIN RAMIREZ

ESTUDIANTE: SARA HENAO HERNÁNDEZ

FECHA DE LA CLASE: 04 DE ABRIL DEL 2016

Se comienza la clase con la exposición del capítulo “Algunas causas de delincuencia” del libro Juventud Desamparada de August Aichhorn.

El profesor comienza relata que Aichhorn en el capítulo tres, pretende señalar algunas causas de la delincuencia, donde desde el título se promete encontrar algunas, no todas las causas, y en efecto señala dos de ellas. Una que es la predisposición y otra que, como dice, no es una causa verdadera sino una provocación directa o indirecta que se combina con la predisposición.

Aichhorn, antes de entrar a relatar los casos,  hace una advertencia metodológica muy importante y es que hay una tendencia a la generalización, que él dice es peligrosa para la investigación de la conducta social, como sucede generalmente en las ciencias sociales al concluir que la ausencia del estado, causas socio-económicas, personas deprivadas, pobreza, falta de oportunidades, tienden a ser conclusiones que pueden ser validas, pero que cuando son tan generales no explican nada. De la misma manera, pudiera pasar en psicoanálisis si todo se explicara diciendo “pulsión de muerte”. Si la generalización es el peligro, va a recomendar que la intervención, la comprensión y la reflexión se hagan no sobre lo general, sino sobre lo singular, que se puede traducir como el “caso por caso”.

Además dice: «[…] Debéis encarar cada caso sin preconcepciones […]» es decir, sin prejuicios, que generalmente son pensados de tipo moral, pero no solo hay prejuicios morales, también hay prejuicios sociales, raciales, de género y hay prejuicios teóricos, cuando se está alienado por una perspectiva que no permite ver nada más que confirmar aquello que ya se sabe, siendo este el punto del prejuicio o la preconcepción. De la misma manera que pasa con la evaluación y las categorías diagnósticas de trastornos lo que nos dan es una rejilla de preconceptos y desaparece la singularidad.

Retomando la idea central del capítulo sobre algunas causas de la delincuencia, dice que el comportamiento disocial está determinado, lo que significa que no es azaroso, nos mete en la idea de un determinismo y causas deterministas. Aristóteles habla de las causas suficientes, de las causas necesarias, de las causas contingentes, etcétera. Decir que algún comportamiento está determinado quiere decir que hay una causa primera que lo determina, y es lo que él llama predisposición, una causa primera en el tiempo.  Lo que él llama predisposición es lo que se conduce conforme al psicoanálisis, no está hablando de la genética, ni de la herencia con la que venimos al mundo y que determina lo que recibimos biológicamente de los padres, como sus virtudes, cualidades físicas de la misma manera que sus enfermedades; en psicoanálisis no se habla de genética sino de herencia que está en el lenguaje, en las palabras que nos son transmitidas, esas palabras que nos hacen mal cuando nos las dicen o esas que también nos causan mal por no recibirlas.

Hay dos tipos de causas en psicoanálisis, una causa necesaria y una causa contingente. La necesaria es aquella en la cual hablamos de determinismo y son las experiencias vividas en la primera infancia, es la causa de la predisposición, eso que se vuelve casi que un destino. La causa contingente es la que podría haber pasado o no, está mediada por la elección.

«[…] El comportamiento disocial está determinado y podemos expresar la deseada formula de la manera siguiente: un comportamiento disocial indica que los procesos psíquicos que determinan el comportamiento no funcionan armoniosamente […]»  ahí es donde encontramos algo disocial, una buena definición de lo que es un síntoma, un síntoma es algo que no funciona armoniosamente. Hay conflictos psíquicos, hay formas socialmente aceptables de solución  de ese conflicto y hay otros que no, que son los que llamamos disociales.

«[…] Al observar la conducta disocial o los síntomas de delincuencia como los referentes de la delincuencia misma, vemos la misma relación existente entre síntomas de una enfermedad y la enfermedad[…]». Una cosa es el síntoma de la enfermedad y otra cosa es la enfermedad misma y no hay que confundir el síntoma con la enfermedad; el síntoma es una manifestación de una enfermedad pero no es la enfermedad misma. Entonces, que un chico tenga síntomas de delincuencia no quiere decir que sea un delincuente, ahí lo que el autor hace es quitarle la etiqueta de criminal a los muchachos que él está tratando en la institución.

Ese paralelo nos permite considerar la truhanería, el vagabundaje, el robo y análogos como síntomas de delincuentes exactamente igual que la fiebre, la inflamación y el dolor; son síntomas de la enfermedad. Si el médico se limita a esclarecer los síntomas no cura necesariamente la enfermedad, es posible la persistencia de la misma. Nuevos síntomas pueden reemplazar a los viejos. En la reeducación del delincuente nos encontramos una situación igual, si nos ocupamos solo de los síntomas no tocamos la enfermedad, de ahí la importancia en la medicina de no tratar los síntomas por incómodos que sean, no se permite que la enfermedad sea atacada, hay que darle tiempo a que se desarrolle y así entender que función cumple el síntoma y de qué enfermedad se trata.

Por eso que es él quiere ir a las causas de la delincuencia, no a los síntomas. Nuestra tarea consistirá en eliminar la causa y no el comportamiento patente, es decir manifiesto, como aporte crucial de Aichhorn a la teoría de la delincuencia juvenil. Dice «[…] Podemos ahora hablar de la mala conducta patente, es decir la que se ve, como manifiesta. Cuando existe el mismo estado pero sin haberse expresado, hablamos de delincuencia latente […]» la conducta es manifiesta cuando la vemos, pero latente es que eso puede estar ahí sin que se manifieste, depende de las causas contingentes, es decir, la predisposición quiere decir que en cualquier momento puede aparecer, pero si no hay circunstancias favorables en el resto de la vida, o por un tiempo, no va a aparecer. Las circunstancias favorables es lo que hace que se combinen la causa necesaria, la causa determinista, la causa primera con la causa contingente o social, que pudo haber aparecido o no y es ahí donde se manifiesta como tal la delincuencia.

Cuando existe un proceso psíquico que no encuentra expresión y al mismo tiempo continúan sin descargarse las energías originarias del mismo se abrirá una nueva vía de descarga a través de la línea de menor resistencia, es decir, por ejemplo la delincuencia. Los casos que llegan a la clínica muestran corrientemente la recurrencia de los síntomas. Ahí estamos frente a una pulsión, frente a una tendencia que no cesa de manifestarse.

La herencia no puede explicarlo todo, la causa necesaria por necesaria que sea no lo explica todo. Las primeras experiencias de la niñez tienen importancia para determinar el futuro desarrollo pero no todo está escrito en la niñez, además, si bien un sujeto desde el momento del nacimiento no está acabado sino que está determinado por los primero lazos emocionales con los familiares, las primeras experiencias que el ambiente inculca en el niño, esto no significa que todo niño que esté predispuesto de manera latente llegue a ser un delincuente manifiesto; siempre se necesitan las dos cosas, no son la una sin la otra.

Una reeducación tendería a debilitar la tendencia a la delincuencia latente, es decir a atacar la causa determinista y no solamente quedarnos en cambiar las circunstancias, las contingencias, algunas cosas externas siendo equivalente a alterar la estructura del yo del niño, encontrando una rectificación subjetiva de una persona para que no vuelva a ser delincuente, para cesar la repetición.  Ahí es donde está nuestra tarea en las ciencias sociales, debemos apuntar a la causa determinista, a la causa necesaria, a la primera, las otras son contingentes y van a desaparecer por si mismas si atacamos la primera.

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