CURSO: ADOLESCENCIA Y CRIMEN

PROFESOR: MARIO ELKIN RAMIREZ

ESTUDIANTE: LAURA ALEJANDRA LÓPEZ

FECHA DE LA CLASE: 21 DE ABRIL DEL 2016

 

Exposición de Felipe Zuluaga sobre el capítulo VII de Juventud desamparada “la escuela reformatorio”.

En este capítulo Aichhorn se dedica a describir su institución, no la describe como una institución sin problemas, al contrario, muestra como los conflictos siguen perviviendo, pero que, en vez de intentar apaciguar violentamente la energía producida por los impulsos de a condición física y psíquica de los adolescentes, aprovechan el conflicto de estos jóvenes como punto de partida analítico y pedagógico que sirve para comprender y reeducar.

Ya no se busca la represión sino la comprensión profunda de las razones de sus conductas y, a partir de estas, apaciguarlos. En esta institución los individuos no pierden su carácter individual ni su libertad, otorgándoles su humanidad y relacionándose con estos jóvenes de una manera más respetuosa. Precisa que si bien hay ciertas claridades con relación a los principios psicoanalíticos, no hay método que sea una camisa de fuerza para investigar los casos o que los individuos deban ser etiquetados en categorías para tratarlos, ya que Aichhorn, durante cuarenta años antes de la experiencia psicoanalítica fue pedagogo y estaba absolutamente en contra de los métodos militaristas de la época, métodos muy fuertes de disciplinar el cuerpo y el espíritu, sin embargo, creció a pesar de sus esfuerzos por reformar la educación en Viena, el nacional socialismo, justamente de la mano de los jóvenes reclutados por Hitler y de su partido. Las primeras manifestaciones de esto fueron los camisas pardas, eran un grupo paramilitar que salían a golpear judíos, a masacrar personas, a dañar propiedades de los judíos, pero no los atrapaban, los toleraban, les parecía que era normal.

El contexto cuenta mucho de esto, no existían los derechos del niño y en la sociedad, que estaba pasando por un cambio del modelo económico, había una clase de aristócratas, la del emperador Francisco José, que tenían siervos y se permitía que estos fuesen golpeados, luego entonces, los maestros estaban autorizados también para golpear a los alumnos, lo que se conoce hoy como la pedagogía negra. Por esto, se entiende que fuera aceptado que  los jóvenes fueran golpeados.

Si se lee por ejemplo en “El niño y la familia en el antiguo régimen” de Philippe Ariès, historiador francés, justamente la transición de esa mentalidad, situada en la Revolución francesa. Los jesuitas practicaban la pena escolástica que era los azotes, no practicaban el castigo ellos mismos, sino que  hacían azotar a los alumnos por los otros alumnos y el que se negara sería también azotado. Mientras que Aichhorn, por otra parte, de entrada prohíbe el castigo físico en su institución ¿entonces como lograban a “domesticar” no los alumnos, sino sus pulsiones que habitan en estos jóvenes, si no es con este castigo?

Aichhorn compara su institución con esas otras instituciones de corte militar para mostrar las virtudes de una institución inspirada en los principios del psicoanálisis, pero también  dice literalmente, que no era un paraíso, habían conflictos ya que estos no eran unas víctimas de la sociedad sino que venían con toda esta fuerza, con ese furor de los adolescentes ya iniciados en una vida disocial.

Tenía el principio de que si bien era un tratamiento individual, era necesario hacer agrupaciones, ya que eran mil jóvenes los que residían en la institución. Entonces, constituye grupos según el sexo, según que hayan terminado o no los estudios de la escuela, y también permitía que según fueran llegando se unieran libremente según afinidades que iban encontrando. Sin embargo, Aichhorn se dio cuenta muy pronto que dirigir esos grupos era tan difícil que hubo que decidir otra cosa porque iban creciendo. Entonces hicieron cambios en los grupos hasta que encontraron los casos individuales difíciles del grupo donde podían ajustarse y así surgió un agrupamiento absolutamente paradójico, este era un grupo que estaba conformado por los excluidos de los demás grupos, el grupo de los excluidos. Estos  no estaban en grupos porque eran difíciles y no se reconocían en lo común que tenían con los otros. Esto es paradójico ya que según la teoría de conjuntos se arma un conjunto a partir de elementos que tienen algo en común, por ejemplo, el sexo, la excepción es aquello que no cabe en un grupo.

El profesor recuerda la experiencia de un colega argentino Emilio Vacheto, que trabaja en un hospital psiquiátrico donde también hay clasificaciones por grupos y él encontró que había un cierto número de pacientes que no entraban en ningún grupo, eran excepciones y armaron el grupo de las excepciones. A estos lo convocaban cada mes y siempre decían que iban a dejar por sentado en ese grupo que no hacían parte de ese grupo.

Para Aichhorn fue la teoría psicoanalítica la que intervino en ese plan de agrupamiento, entonces se impuso la pregunta de qué tipos de conducta disocial son los que más favorablemente se dejan influir por el vivir juntos en un grupo semejantes, vivir juntos en un  grupo de excepciones. Además empieza a enunciar otro principio, no solamente excluyen el castigo físico sino que va a decir que, en el viejo tipo de reformatorio lo impresiona la reacción sombría, retraída de los internos, una actitud cauta, desconfiada y de antagonismo. Dentro de ese tipo de institución reinaba por doquier un meticuloso orden. Cuando se considera lo difícil que es que la mayor parte de niños sean tan ordenados para todo, sabemos qué clase de constante disciplina se precisa para mantener un orden militar de ese tipo. Si resulta difícil para los niños normales ser tan limpios cuanto más duro será para los niños disociales, estos no habían podido adaptarse a los requerimientos de la sociedad exterior.

Aichhorn se cuestiona si puede esperar conseguir su sociabilidad por medio de tales métodos y esto lo lleva a reivindicar su institución. Esta era una institución de puertas abiertas, podían salir y venir a su gusto por las puertas y rejas abiertas, esto perturbaba un poco a los vecinos que se quejaban en vos alta. Habían peleas, armaban desorden en el jardín y un día hicieron fuego en el bosque para cocer una trucha que habían pescado en un arrollo cercano, lo que estaba prohibido por la ley, se infiere que se encontraban en una sociedad muy disciplinada.

Aichhorn cuestiona si es mejor tener tal estado de negocios en el reformatorio-escuela o debería realmente depender del cerrojo y de la llave. En la sala de consulta de la clínica del reeducador acepta la mala conducta del delincuente, no interfiere al principio con ella sino que espera a que llegue por sí solo un cambio, no se pueden ver las razones para que el procedimiento fuese diferente en la institución solo porque hay más casos y las dificultades son mayores.

Aichhorn mostró ya los dos tipos de instituciones, piensa que la juventud es una alegría súper abundante. Generalmente se ha traducido mal adolescencia cuando se va  a la etimología de la palabra, la gente dice que adolescente viene de adolecer o sea de falta, pero la adolescencia al contrario es un plus, el despertar de un más pulsional. Si se estudia la raíz latina correcta significa crecer y por eso dice  que es característico del delincuente poseer una capacidad escasa para reprimir los impulsos pulsionales y para encausar su energía fuera de los primitivos fines, así resulta incapaz para llegar a lo que la sociedad considera como un código ético normal.

La gran mayoría de los niños necesitados de reeducación entran en conflicto con la sociedad a causa de un deseo insatisfecho de ternura y amor en su niñez, por eso encontramos en ellos una sed de placeres y formas primitivas de satisfacción de sus pulsiones proporcionalmente aumentada, carecen de inhibiciones y tienen un incansable aunque tergiversado deseo de afecto. Si la delincuencia debe ser antes curada que reprimida se deben encontrar aquellas necesidades, incluso, aunque a primera vista esto parece fútil  a las llamadas personas comprensivas. Esto una crítica social, las personas ven estos muchachos como seres malos que encarnan lo peor, pero Aichhorn los defiende diciendo que simplemente son muchachos con una sed de amor y ternura, que tuvieron unas infancias desventuradas, faltos de afectos o algunos que tuvieron exceso, recordando los capítulos anteriores, pero en todo caso abandonados en algún punto por la sociedad, incluso abandonados a su propio goce, a su propia autodestrucción además de la proporcionada por los otros.

Dice Aichhorn que el trabajo en su institución ha sido mal comprendido, la gente se horrorizó, y cada vez que algo iba mal se armaba una gritería, sin embargo, no se apartaron del camino, utilizaron el conflicto diario para realizar un propósito educacional. La mayoría de la gente aspira a que no haya conflicto, la paz perpetua de la que habla Kant, esto es irrealizable, una utopía. La paz no es la ausencia del conflicto, no hay que guardar el odio incluso hay que sacarlo bajo la forma de la catarsis (palabra griega encontrada en un manuscrito de Aristóteles rescatado por los árabes ya que eran considerados manuscritos paganos), esta significa purificación es decir que se saca lo malo del cuerpo. En sus inicios Breuer y Freud utilizaban el método catártico que consistía en que la gente hablara, luego se descubre la asociación libre, se daban cuenta que cuando la gente hablaba se sentía mejor.

Por esto Aichhorn, que reconoce esa súper abundancia, en vez de reprimir el odio permitía que saliera. Recalca que hay que usar el conflicto diario para realizar un propósito educacional y terapéutico, pensando en que el conflicto es el dinamismo, el motor de la sociedad al igual que en el psiquismo.

Dice Aichhorn que en su institución brindan a estos jóvenes interés y afecto, se les da la palabra, tienen un ambiente calculado para que les guste y emplean el amor así obtenido de ellos para reparar una parte abandonada de su desarrollo, para la transición de su temprano  irreal de propia indulgencia hacia uno real. Al principio se mencionó que estos jóvenes tienen escasa represión de los impulsos pulsionales, es decir que no tienen en cuenta el principio de realidad, están sumergidos en el principio de placer.

Si se sabe que estos jóvenes tienen capacidades escasas para inhibir sus actos hay que reinventar fórmulas ya que no en todos va a servir la misma estrategia. Se debe tener en cuenta la subjetividad de los individuos y sus afinidades para sublimar dichas pulsiones y convertirlas en algo apropiado para la sociedad. No los tratan como individuos disociales o criminales de los que la sociedad necesita protección sino como seres humanos que encontraron la vida demasiado dura, cuyo antagonismo hacia la sociedad estaba justificado y para los que la sociedad debería crear un ambiente en el que puedan sentirse cómodos, no una cárcel, por esto se llama escuela- reformatorio.

Con esta actitud decidida, dice Aichhorn, que el trabajo se realizaba solo, las caras de los niños y del personal reflejaban felicidad y recuerda la tensión con la que esperaron al primer admitido y lo encantado que estaba este cuando se lanzaron a la tarea de atraerlo, este fue bien adaptado y ha estado ganándose la vida durante años con mucho éxito. Esto es un logro terapéutico del psicoanálisis, no es un hombre nuevo sino simplemente alguien del corriente que aprendió a regular sus pulsiones.

Sacar la bondad con un criminal, humanizarlo hace parte de un cálculo pedagógico y terapéutico para generar una transferencia ya que  así puede sacar de su inconsciente lo que no sacaría normalmente por estar a la defensiva, la pedagogía por sí sola no podría dar solución a esto, se necesita una comprensión más profunda de las situaciones que les acontecen a estos jóvenes que no encuentran un lugar en el otro. Aichhorn encontró en el psicoanálisis la teoría para poder formular su tesis, en principio fue la intuición lo que lo guió.

La idea de que se trate en el fondo de encaminar todo esa superabundancia pulsional hacia fines más elevados y usar el conflicto para encontrar soluciones a través de la transferencia que apoyen la iniciativa positiva del individuo y encontrar la manera para que las realice  sin ser impuestas, es la gran lección de la escuela- reformatorio.

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