CURSO: ADOLESCENCIA Y CRIMEN

PROFESOR: MARIO ELKIN RAMIREZ

ESTUDIANTE: DANIELA VILLEGAS GRAJALES

FECHA DE LA CLASE: 2 DE MAYO DEL 2016

Aichhorn parte de una observación acerca de que generalmente cuando se habla de que alguien tiene actos delincuenciales, se justifica que esto se da a partir de las malas compañías que influencian significativamente a dicha persona. Argumento expuesto por Aichhorn en 1918 y que hoy en día sigue siendo válido para muchos.

Teniendo en cuenta que la delincuencia es un síntoma y que ésta no tienen una única causa, sino que cuenta con una predisposición estructural y otra accidental; las malas compañías pueden ser una causa precipitante de que la delincuencia latente se convierta en manifiesta, al conectarse con una causa externa con una vivencia pasada.

La vida en comunidad es inevitable en una institución donde hay más del mil jóvenes que, aunque no quisieran, necesariamente tenían que vivir juntos por más difícil que pareciera tener que llevar la vida al lado de otras personas disociales. Aichhorn veía que eso ocurría incluso de manera espontánea  y podía ser una estrategia para ayudar, tratar y aliviar la delincuencia. Proponiendo que es posible el tratamiento de la delincuencia en una colectividad como la que el organizaba en su institución.

Siguiendo por esta misma línea y considerando un elemento que Freud desarrolla en su texto Psicología de las masas y análisis del yo, además de exponer el mecanismo de conformación de las masas artificiales, plantea que en el fondo la psicología individual también se extiende hasta la psicología social y que la psicología social en parte es psicología individual. Explica que el comportamiento de un individuo es muy diferente cuando está solo a cuando está en grupo.

El profesor Mario Elkin Ramírez hace la analogía con los hinchas del fútbol, para ejemplificar el comportamiento de un individuo en medio de la euforia que se genera en los seguidores de un equipo, los cuales cantan, gritan, se apoyan, se identifican y se unen en torno al fútbol, donde se desinhiben por completo, se dan comportamientos excesivos y hacen cosas que nunca harían de manera individual ya que en grupo hay una tendencia a igualarse, a ser como los otros, a mimetizarse en el grupo, característica observada también por Friedrich Nietzsche cuando habla en el Origen de la tragedia de la diferencia entre la actitud apolínea que es la individual y la actitud dionisíaca que es la concerniente a las colectividades, son dos formas de resolver el dolor, el sufrimiento, las pasiones (pulsiones).

En lo individual cada uno tiene en diferente medida una represión de sus pulsiones mientras que a nivel colectivo lo que sucede en esa tendencia a igualarse al otro es una identificación, según Freud por lo bajo, tomando características negativas por lo que se da un desinhibición de las pulsiones. En grupo las personas se atreven a hacer lo que de forma individual no serían capaz, actúan de manera espontánea, pueden llegar a cometer crímenes pero la responsabilidad se diluye en el grupo, se funde en la colectividad por lo que es fácil esconderse en la masa, no hay que responder a nivel individual por los actos cometidos.

Retomando lo propuesto por Aichhorn sobre que es posible el tratamiento de la delincuencia en una colectividad, se pone a la tarea de organizar, ensayar, va descubriendo que esos grupos que se fueron formando se autoconstituyeron según afinidad, gustos, intereses. Surge el interrogante de ¿Por qué se juntan los adolescentes?

Los jóvenes que trataba Aichhorn se autoconstituyeron en grupos y alcanzaron un agrupamiento homogéneo, sin embargo quedaban doce muchachos que a causa de sus dificultades de conducta no eran tolerados por ningún grupo constituido espontáneamente. Estos doce jóvenes estaban presionados por las circunstancias y crearon el grupo entre ellos, entre los rechazados, los excluidos, los que no encajaban en otro grupo, hicieron de la necesidad una virtud.  A este grupo lo denominaron el Grupo agresivo, eran los casos más molestos. Estos niños se atacaban entre ellos mismos, sus afectos se expresaban en manifestaciones de ira, mostrando así cierta unidad de reacciones psicológicas.

El problema con estos niños era encontrar la actitud pedagógica y psicológica más apropiada y la forma más efectiva de tratarlos que no fuera el rechazo. Aplicaron la política de bondad sin fuerza aunque gran parte del equipo de trabajo proponían tomar medidas severas para impartir la disciplina porque estaban cansados de las actitudes de esos doce niños del grupo de agresivos.

En contraste con los grupos autoconformados se vieron obligados por las circunstancias a poner juntos arbitrariamente a esos doce muchachos, en un grupo creado artificialmente. Cada miembro había generado el mayor disturbio en el grupo que había pertenecido por lo que juntaron a los más complicados y difíciles a nivel conductual.

Aichhorn se dejó llevar por la intuición y se hizo cargo con la ayuda de dos reeducadoras del grupo de agresivos, querían ponerse del lado de los niños, conocer sus relatos, su vida, sus acciones y  actitudes, recoger información por medio de entrevistas personales ya que al utilizar una disciplina más ruda al tratarlos se estarían utilizando los mismos métodos que condujeron al niño a su conflicto primitivo que lo llevó a la institución, se continuaría con una cadena de agresiones contra cada niño.

Estos jóvenes mostraban retrasos en la escuela, vagabundeo, robos, conductas y reacciones de odio y agresividad por haber estado privados de afecto, lo cual determinaba las alteraciones en sus comportamientos.

La idea era tratar a estos muchachos de manera amistosa, con buena actitud y ocupación sana, haciendo uso de juegos y charlas para prevenir la agresión, ponerse del lado de ellos y escuchar las historias narradas por ellos mismos, dejarles libertad, los reeducadores debían dejar de lado el dominio y dejarlos ser, interviniendo en casos donde se daba la agresión física pero sin tomar parte del altercado ni mucho menos ponerse del lado de alguno.

Los actos agresivos se volvieron más frecuentes y más violentos a pesar de la actitud benevolente y amistosa de los reeducadores, los niños destruyeron todo el inmobiliario del edifico donde se encontraban, que parecía albergar una multitud de locos, pero aun así, esto se les permitía para desahogar la agresividad y que no hubieran intervenciones excepto cuando era necesario para evitar las heridas físicas. Los reeducadores debían ser absolutamente imparciales, ser amables y mantener su compostura, tenían que ser un refugio de paz en medio de ese caos.

La solución al problema de este grupo fue debida a la tolerancia y paciencia de los reeducadores aunque en estos niños también había sentimientos inconscientes de culpabilidad y necesidad de castigo como lo propuso Freud sobre los criminales por sentimiento inconsciente de culpa, que cometen el crimen dejando rastros para que den con él y así recibir el castigo merecido según lo cometido.

Al ignorar la violencia y al dejar al grupo ser, sin imponer ni limitarlos, ellos mismos debían encontrar el límite de su agresividad de manera espontánea.

La falta de afecto en el entorno temprano de la infancia los condujo primero al odio y más tarde a la conducta disocial. Un niño intenta compensar las privaciones y las penas impuestas haciendo algo que cause sufrimiento al otro y de este modo consigue placer.

Como los reeducadores no se opusieron a la conducta destructiva de ese grupo, su agresividad debía forzosamente encontrar un límite, así, la agresividad cambiaba de carácter, ya no pretendían matarse sino intimidarse, modificando la conducta sin tener que destruirse a sí mismo ni destruir al otro, esa forma de agresividad se volvía contra sí mismo en forma de angustia, llanto, aullido, emoción, que generan un período de inestabilidad emocional, de desorientación.

Poco a poco los muchachos se empezaron a llevar bien dejando de lado la conductas agresivas y empezando a considerarse un mejor trato entre seres humanos los cuales tiene relaciones ambivalentes de odio pero también de amor, fueron volviéndose personas  muy sensitivas, daban muestras de rivalidad y de celos casi al punto de comportarse como niños de guardería

Finalmente daba alegría observar lo que experimentaban esos muchachos en tal ocasión, se había producido un cambio.  Luego de navidad se trasladaron del edificio arruinado a un nuevo lugar amueblado y los niños comenzaron a cuidar el lugar en vez de destruirlo.

La estrategia de bondad, paciencia y comprensión, de tratar bien al que siempre habían tratado mal, logró que se diera una resignificación de las experiencias dolorosa que habían vivido en la infancia, rectificando los efectos de esas vivencias a partir de un nuevo lazo (transferencia), donde se dé la dimensión de cuidar, de guardar, de apropiarse, generando una rectificación de la vivencia y el cambio en la conducta.

Con lo anterior se pretende mostrar la potencia de la dirección psicoanalítica en un espacio como este que podía llegar a obtener un beneficio terapéutico donde se pudieran establecer lazos que no fueran agresivos ni de odio, sino por el contrario lazos de amistad  y de colaboración.

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