CURSO: ADOLESCENCIA Y CRIMEN

PROFESOR: MARIO ELKIN RAMIREZ

ESTUDIANTE: ANDRÉS FELIPE CASTELLANOS ESCOBAR

FECHA DE LA CLASE: 4 DE MAYO DE 2016

 

Nos aproximaremos a algunos aspectos del capítulo 9, significado del principio de realidad en el comportamiento social, del libro de August Aicchorn «Juventud Desamparada». En este capítulo el autor  toma como referencia un texto de Freud como  base, llamado «los dos principios del acaecer anímico» o «los dos principios del suceder psíquico», donde se explican los principios que rigen el comportamiento psíquico y donde se explica a su vez, la rivalidad entre el principio del placer y el principio de realidad.

En su investigación sobre las pulsiones,  Freud formula la pregunta de si podríamos reconocer la existencia de un propósito en el funcionamiento de nuestro aparato mental,  encontrando en un principio que ese propósito se reduce al logro del placer, al declarar que toda actividad mental tiende a asegurar el placer y evitar el dolor; regulando casi de manera automática los actos mentales por una tendencia llamada el principio del placer. Una teoría que sufre una modificación al escribirse el texto: «Más allá del principio del placer», ya que hasta ese momento se pensaba que el  principio que domina el comportamiento mental no era más que el principio del placer.

Para Freud el aparato psíquico tiende al placer bajo dos formas:
1. En una búsqueda hedonista del placer: Al abrazar los placeres y buscar siempre la satisfacción sensorial e inmediata.
2. O una huida del dolor o del displacer.
Esta aclaración le va a servirá a Aichhorn para entender porque los niños que delinquen tienden a buscar el placer o tienden a huir del dolor. Hemos aprendido que el inconsciente es la fuente original de toda la vida mental y que tanto las pulsiones como los deseos provienen del inconsciente, dónde se ve reflejado el principio del placer de manera directa.
¿Qué significa esto? Freud ha encontrado que todo lo que se origina en el inconsciente se dirige al logro del placer, por lo que cabría suponer que el carácter delincuencial de los jóvenes es una conducta que posee profundas raíces inconscientes lo cual se sitúa, en lo que él llama la delincuencia latente, es decir, inconsciente. El joven delincuente estará dominado por ese principio de placer; por tal motivo, sus pulsiones van a tender a satisfacerse en una búsqueda activa del placer y por querer sustraerse de manera activa del dolor del castigo.

En su texto de los «Dos Principios del Suceder Psíquico», Freud expone que el yo se forma en un principio pasando por tres momentos: El yo realidad del comienzo, el yo placer purificado y el yo realidad del final.

1. El yo realidad del comienzo:  Se evidencia en una etapa en la que el niño piensa que el mundo es su realidad, ordenándolo acorde a su principio del placer, donde todo el mundo funciona conforme a su realidad dejando a un lado la realidad social y la realidad material que rige el mundo exterior.  Pero Aichhorn reconoce en Freud que si bien el inconsciente, la vida y el funcionamiento de la pulsión rigen el principio del placer, el mundo exterior no obstante desconoce nuestra necesidad de gozo, que puede llegar a ser aceptada o no de acuerdo a sus circunstancias. El mundo exterior tiene otra lógica que no corresponde al principio del placer, es un principio de realidad que contradice el principio del placer de todos los humanos. La realidad, el mundo exterior se convierte en fuente de privación: al caerse la imagen que el niño tenía de sí mismo y al encontrar el no como una posición que limita su libertad.  La realidad es también fuente de frustración, eso también genera que el mundo exterior, donde se encuentran los otros, sea a su vez fuente de castración. La privación, frustración y castración son tres consecuencias que rigen el principio de realidad, puesto que en un principio lo que se busca es la satisfacción del placer y es el mundo exterior quien termina moderando el deseo de una satisfacción pulsional inmediata, impone el aplazamiento, la represión o la renuncia del placer, generando como resultado que ese yo realidad del comienzo entre en otro momento, que sería el yo placer purificador.

2. El yo placer purificado: Se reconoce que hay una parte del mundo que no produce placer, que incluso produce dolor. Aquí el adolescente se identifica a sí mismo como yo placer purificado, su funcionamiento se reduce al imaginario de  todo lo bueno para mí, todo lo malo para usted.  Es igual que el racionamiento infantil, al evitar cargar con responsabilidades y al culpar al otro sobre los daños que han sido realizados o al acusar al otro como el culpable de los delitos. En este momento, se acepta que hay una parte negativa castrante, frustrante y que es fuente de privación pero que realmente debe de ser asumida por el otro y no por el adolescente. Pero no solo en el niño, sino también en los adultos, dónde se quiere ocultar las faltas y mostrarse perfecto

3. El yo realidad del final. La realidad sigue siendo entonces lugar de privación donde nos encontramos sensibles ante el mundo. El trabajo, el amor, el sexo, nos demuestra como pasamos de ser niños emperadores a encontrarnos con un mundo social y material alejado de nuestras pulsiones y que nos obliga a interiorizar comportamientos para poder ser aceptados. Realidad que incluso puede expropiarnos de nuestros bienes materiales, poniendo como ejemplo en clase el hecho de arrasar tus terrenos para construir edificaciones. Esto nos permite hablar sobre el texto de Freud sobre el malestar en la cultura donde mencionara que las tres fuentes del malestar son: Los fenómenos naturales, el cuerpo y sobre todo la relación con los otros, teniendo en cuenta que esos otros son quienes están en el mundo exterior y representan ese mundo material y social del que hemos venido hablando.

El principio de realidad que rige el mundo exterior le exige al yo transformarse, adaptarse, y moldearse acorde a sus leyes firmes que todo el tiempo están en contra del principio del placer del yo, generando finalmente que el “yo” tenga que modificarse en un nuevo yo realidad del final. Los adolescentes se encuentran en un conflicto constante con ese mundo que le impone tantas restricciones, que les aplaza la satisfacción, que les priva ese impulso de lograr el principio del placer. Por tal motivo, surge una modificación del deseo del placer, al ser pospuesto e incluso llegar a ser abandonado; este encuentra muchas dificultades al buscar su satisfacción pulsional o a causa del dolor que puede resultar de la satisfacción de esa pulsión de manera reprimida por causa de un castigo.

¿Y la educación aquí qué?
¿Del lado del educador cómo hacer para que haya una adaptación o una negociación entre su placer y las exigencias de la sociedad, sabiendo que tiene que renunciar a sus pulsiones, a su satisfacción inmediata? De igual manera, tampoco puede ser una satisfacción total, al no ser codicioso, no desear el bien ajeno, no desear la mujer del prójimo, etcétera. No se trata de dejar hacer lo que el niño desee, esté debe someterse continuamente a limitaciones de su libertad, hay que renunciar a la liberta de una satisfacción total e inmediata de sus deseos para poder vivir en sociedad, para ser socialmente aceptado y poder vivir según los parámetro impuestos dentro de una sociedad para no ser castigado.
¿Qué significa entonces que se acepte esta privación?
Porque puede actuar bien mientras alguien lo mira y después seguir igual. Decimos entonces que el yo se encuentra modificado cuando esa renuncia es efectiva, cuando es reconocida e interiorizado esa prohibición sin necesitar la mirada de los otros, sino que el mismo ha instalado un ideal del yo, que lo auto controla, al sentir que no debe de hacer algo que pueda causarle problema a los demás, cuando corresponde a un deseo propio de no hacer, es cuando hablamos de una renuncia efectiva. Es decir, cuando aceptamos que se debe comenzar de cero, que se debe estudiar, trabajar, y dejar de un lado el ideal de satisfacer de manera inmediata sus pulsiones.
El educador entonces debe escoger dos posibilidades para obtener esto, permitir que el niño experimente un dolor aumentado después de la prohibición de la satisfacción pulsional, al dejar actuar según sus pulsiones y descargándole toda la responsabilidad de sus actos; cayendo en el peligro de criarse a su vez en una burbuja donde su realidad puede moldearse según sus intereses; o autorizar una satisfacción sustitutiva. Buscando la manera de sublimar sus pulsiones ofreciendo un satisfacción sustitutiva para no satisfacer sus pulsiones de manera directa sino en algo que obligue al niño a renunciar al placer, llevándolo al castigo cuando no se adapta o a la recompensa y afectos por sus logros, dando una combinación de estímulos que se presentan de manera generalizada. Ejemplo: No permito que jueguen con tus amigos de esta manera tan agresiva pero puedes meterte a clases de karate o a clases de f’utbol, pero siempre bajo reglas, manteniendo el orden dentro del juego.
Son estos entonces dos medios opuestos para alcanzar el mismo objetivo; sin embargo, Aichhorn está más inclinado a la recompensa afectiva al retomar los ejemplos del grupo agresivo y ver su reacción ante ellos y su comportamiento a la hora de tratarlos.
Esto también explica porque algunos individuos se vuelven sociales por miedo al castigo y otros en cambio buscan no trasgredir la norma porque buscan aprobación, funcionando como esta última la educación formal.
Pero hablando en cuestión de la Reeducación de alguien que se comporta de manera pulsional, infantil, de manera inconsciente, regido por el principio del placer hablamos de otra cosa. Porque el delincuente en si es un niño ya que no es capaz de renunciar al placer inmediato en favor de un placer futuro, actúa y dice cosas que son normales para su estadio más temprano del desarrollo infantil pero que ahora lo hacen parecer asocial: ¡pero si ya está muy grande! sus círculos de intereses son pocos, conseguir dinero, el amor de sus más cercanos, ser reconocido, perseguir un ideal, etcétera..

Vemos entonces que el principio del placer que exige reacciones psíquicas a los niños indisciplinados entra en contradicción con el principio de realidad social que le impone normas, conductas, mandamiento, normas, leyes en beneficio de lo social, de estar con los otros, para poder convivir, para construir democracia, incluso para sobrevivir como especie.

Por último,  habla de dos tipos marcados de delincuencia como resultado de estos dos métodos, el de dejar hacer o el de disciplinar, que son: Existiendo entre ellos el exceso como una causa común.

1. La delincuencia causada por el exceso de cariño: Ahogarlo al niño de todo lo que puede tener le genera ganas de hacer otra cosa, porque todo lo tiene. Aquí Falta la falta. Cuando a la gente le falta algo tiene un motivo para levantarse cada día y trabajar por aquello que no tiene. Es por eso que el cariño excesivo puede también crear delincuentes. Este tipo de exceso generalmente es poco admitido por los padres, pero el niño si puede buscar una adaptación del principio de realidad desde otra perspectiva, no solo siendo rebelde, sino también un aventurero, un deportista extremo, un cantante, líder comunitario, son ejemplo que hemos visto en los diferentes apartados del texto.

2. La delincuencia causada por el exceso de severidad: La más común dado que el adolescente tiene una oportunidad de reaccionar ante el castigo, el maltrato, la falta de cariño, de acompañamiento. Y compensar todo aquello que nunca ha sido suyo o nunca obtuvo.

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