CURSO: Sujeto, Memoria y Conflicto.

PROFESOR: Mario Elkin Ramírez.

ESTUDIANTE: Dayanna Betancur Vargas.

PROTOCOLO del 16 de Agosto de 2016.

La clase comienza con la lectura del protocolo que hacía referencia al apartado anterior titulado» la íntima historia del horror»; acto seguido, la compañera Luna Zapata comienza a hablar sobre la lectura “la historia de lo imposible”, para contextualizar el texto, la compañera narra el contexto bajo el cual nace la ley de víctimas en Colombia mencionando que surge aproximadamente en el año 2011 debido a que los ciudadanos comenzaron a demandar al estado porque se les estaban violando ciertos derechos. Debido a ello, el estado comienza a respaldar la recuperación y reconstrucción de la memoria de las víctimas del conflicto.

La historia, de acuerdo al texto, tiene tres funciones importantes: Borrar la historia de pueblos dominados, influir en las culturas y desentrañar la lógica del oponente; por lo general, quien tiene el poder es quien cuenta la historia. Bajo esa perspectiva, la reconstrucción de la memoria de las víctimas del conflicto comienza a darse bajo el relato; una narrativa que legitima una versión del mundo de acuerdo a un contexto y a un entorno. Esto implica entrelazar los hechos, los sentimientos y la experiencia consciente e inconsciente de un individuo. Los relatos dan cuenta de una realidad, y el testimonio ofrece a su vez un alivio, permite potenciar capacidades significativas, genera coherencia social y posibilita la solución de conflictos elaborados.

Esa narrativa, pasa por tres momentos para elaborarse de manera coherente, el primero de ellos es la prefiguración, significa la experiencia, la vivencia del hecho; el segundo es la configuración, en donde se seleccionan y se organizan los hechos, y el tercero, es la refiguración, en donde finalmente se narran los hechos. Sin embargo, el dolor es algo subjetivo, debido a que abarca lo emocional y lo concreto, es por ello, que la realidad depende de cómo cada quien la viva y al ser precisamente subjetiva, la historia puede no ser contada a plenitud.

El profesor Mario Elkin Ramírez , desde una mirada psicoanalítica, comienza a hablar del enemigo tratado como un espejo, para contextualizarnos, se habla de Lacan, quien hace una relectura de las obras de Freud, en este caso se habla del texto sobre introducción al narcisismo, en donde se explica cómo se va constituyendo una especie de yo. Lacan, toma en contexto a su vez, estudios del psicólogo francés Henry Wallon quien compara observaciones de cómo se comporta la cría de los chimpancés y las crías humanas, a esto, es precisamente lo que le llama el estadio del espejo; un momento no cronológico en el cual, el bebé humano que nace desamparado debido a que no puede valerse por sí mismo depende por entero de un otro social.

Ese sujeto que nace con dotación pulsional, no tiene un objeto o una organización pulsional, lo que hace que sus pulsiones se satisfagan de manera anárquica (sin ninguna organización y sin ningún control) y cada una por su lado. Es un sujeto pulsional instalado en la desmesura, que se va convirtiendo en un sujeto que encuentra límites. En ese estadio del espejo, el individuo no tiene un cuerpo unificado, está fragmentado debido a que cada pulsión se encuentra por su lado, sin embargo, se encuentra con una imagen del otro. El humano, distingue que se trata de una imagen de sí mismo en el espejo. En ese sentido, hay un júbilo al encontrar la figura del otro que le sirve de espejo; júbilo debido a que hay una anticipación al encontrar su propia imagen, una anticipación de su propia unidad, de su propia subjetividad.

Así, surge una alienación en el buen sentido de la palabra a una imagen del otro, debido a que empieza a decir: “yo soy ese”. La idea de reconocer al otro es importante puesto que el sujeto se va configurando con base en la identificación de esa imagen que, como se expresó líneas arriba, permite la configuración de un Yo. Así el individuo se va apropiando de su propio cuerpo y se va armando una consciencia de su imagen corporal. Un cuerpo único, que no se encuentra fragmentado. Sin embargo, esa imagen del yo, no se captura para toda la vida, tanto en la adolescencia como en la edad adulta el individuo va acomodando su subjetividad para lograr una unidad de eso que cambia.

La imagen, posibilita la relación con el otro, hay toda una semiología del cuerpo que no sólo relaciona sino que también comunica. Dentro de esa fase del espejo hay un momento en donde el otro es un rival, en ese sentido y en relación con el texto expuesto en clase se llega a la pregunta ¿Qué es el enemigo sino también una imagen especular? En el enemigo se pone lo peor, todo lo despreciable que incluso hay en uno mismo, pero que uno no quiere ver.

Todo esto demuestra que la identidad va de la mano de la segregación, una segregación que se da en forma de espejo en donde en el contexto de la guerra “si matan uno, nosotros matamos uno”, es un espejo sangriento que se genera de manera inconsciente. El descuartizamiento se usa como herramienta para causar impacto, porque los seres humanos invertimos tanto tiempo en nuestra construcción de unidad que la imagen del descuartizamiento es el horror, debido a que el cuerpo se fragmenta.

Conectando la clase con el apartado que titula “la historia de lo imposible”, se hace alusión a que la historia en el psicoanálisis no significa pasado sino un cúmulo de vivencias que hemos tenido, en ese sentido ¿Que hacemos con lo pasado cuando vamos a construir un relato? la respuesta es simple: le damos una organización simbólica a ese pasado que le de sentido al relato, que muestre los ejes; siempre habrá una intencionalidad de quien cuenta la historia.

A mediados del siglo XX, la sociedad se comienza a preguntar por otro tipo de historia, ya no sólo es la historia de quien tiene el poder en donde se habla de política, economía etc, sino que se comienza a hablar de cosas cotidianas (la historia de los vencidos) se empieza a hablar de la memoria en el sentido cultural. Es así como nos damos cuenta de que no sólo existe una subjetividad individual, sino también una memoria colectiva, en donde el recuerdo juega un papel muy importante. A medida que un sujeto recuerda va reconstruyendo la historia, pero entonces ¿Qué recordamos?

Siempre tendemos a recordar lo bueno, existe un principio de placer que hace que las historias desagradables las reprimamos al inconsciente. Lo desagradable se reprime no sólo de manera individual, sino también colectiva. Sin embargo, para Freud “todo recuerdo es un recuerdo encubridor”, eso agradable que se recuerda está asociado también a algo inconsciente que reprimimos pero no borramos; lo que se relega al inconsciente retorna por ejemplo, bajo la forma de recuerdo encubridor. Es así, como en cualquier relato, siempre encontraremos que hay algo encubierto incluso de manera inconsciente, para conservar una imagen de nosotros mismos e incluso de una nación. Eso es recordar, es un relato subjetivo que se forma a partir de ciertas vivencias, en donde también se encuentra eso que es imposible de decir. Eso que el sujeto no quiere decir es también una verdad, pero la verdad también miente debido a que no todo puede decirse, el dolor por ejemplo, es algo que no se puede decir, no se mide, es algo psíquico, es imposible relatar todo el dolor de una persona, así como también es imposible relatar toda la crueldad que hay en alguien.

Es importante resaltar que en el asesino el matar se vuelve una compulsión ya es una necesidad que Lacan denomina como un goce debido a que es algo que va más allá del placer. Cuando hay una compulsión no hay palabra o imagen que represente tal vivencia, eso que no es consciente en el psicoanálisis aparece por ejemplo, bajo la forma de repetición.

Debido a que son cosas que no pasan por el recuerdo, ni por la palabra sino por el acto. Todo aquello que no se recuerda, se repite no sólo a nivel individual sino también social. Tenemos una tendencia a repetir, por eso no basta recordar, memorizar y testimoniar, debido a que allí hay una memoria mas no una elaboración. La elaboración es importante, debido a que eso puede garantizar un “no más”. Desde el psicoanálisis, la figura de la elaboración es necesaria ya que permite sanar heridas, sin olvidar, por eso es necesario elaborar tanto individual como socialmente este problema del conflicto para no volverlo a repetir.

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