Mario Elkin Ramírez Ortiz

El término desencadenamiento de la psicosis es lacaniano. No utiliza la expresión freudiana der Ausbrch, irrupción o estallido, que aparece en 1924 en La pérdida de la realidad en la neurosis y psicosis.

La traducción de Ausbrch deja filtrar un sentido de fatalidad extranjera al sujeto, una invasión fortuita. Aunque Freud renuncia rápidamente a esa relación la hace depender de la Versagung, frustración; para Lacan Versagungimplica renunciamiento se relaciona con lo que dice de un concepto que «no corresponde a nada que se dé inmediatamente a la intuición», no siempre un desencadenamiento es evidente.

En el Seminario III, Lacan hace la siguiente argumentación sobre la psicosis: «poco nos importa la fragilidad de la deducción etiológica patogénica, delante de lo que [Clerambault] valora, a saber, que hay que ligar el núcleo de la psicosis a una relación con el significante, bajo su aspecto más formal, bajo su aspecto de significante puro, y que todo lo que se construye alrededor de esto, no es más que reacciones de afecto al fenómeno primero, la relación al significante»1.

Luego de poner en boca de su maestro en psiquiatría esa tesis fuerte, Lacan habla de la relación de exterioridad del sujeto psicótico al significante, comprobada por la clínica de la psicosis. Es lo que lo conducirá a formular años después el fuera de discurso del psicótico.

Pero, cómo una consecuencia de esa particular relación del sujeto psicótico al significante, explica por qué el hecho de tomar «pre-psicóticos» en análisis produce psicóticos y hace una alusión a casos de su práctica, en que una psicosis se desencadena en las primeras sesiones difíciles de un análisis. Esto porque en el corazón de los motivos de la entrada en la psicosis está el tomar la palabra y es en ese momento que una psicosis puede declararse.

Pero, ¿qué significa tomar la palabra? En ese momento Lacan ya ha elaborado algo sobre la entrada en la psicosis, remitiéndola a una falla del sujeto en el momento de abordar la palabra verdadera. Ese momento de franqueamiento es crucial en toda entrada en la psicosis, pues del campo del Otro como tal, viene el llamado de un significante esencial que no puede ser recibido.

Para ilustrar esta tesis, Lacan utiliza un ejemplo de su presentación de enfermos, en donde un sujeto es llamado a la paternidad por una mujer que le dice: «tu vas a ser padre» y él, días después, responde con una alucinación que le anuncia «tu eres Santo Tomás»2.

Es un salto que Lacan verifica en Schreber para quien Freud plantea una homosexualidad latente implicada en la posición femenina. Lacan subraya que la teoría de Freud es la que mejor respeta el equilibrio de la psicosis, ya que habla de un fantasma de impregnación fecundante, como si la posición femenina implicara de hecho el registro delirante que termina por hacer de Schreber la mujer de Dios. El llamado del significante de la paternidad está entonces íntimamente ligado al empuje a la mujer.

Esas elaboraciones del Seminario III son recogidas por Lacan en una sola formulación en otro texto donde dice: «para que una psicosis se desencadene es preciso que un Nombre-del-Padre Verworfen, forcluido, es decir, jamás advenido en el lugar del Otro, sea llamado en oposición simbólica al sujeto (…) Es el defecto del Nombre-del-Padre en ese lugar lo que, por el agujero que abre en el significado prepara la cascada de modificaciones del significado de donde procede el desastre creciente del imaginario (…) Pero ¿cómo el Nombre-del-Padre puede ser llamado por el sujeto al sólo lugar donde hubiera podido advenirle y donde no estuvo jamás? por nada más que un padre real, no necesariamente por el padre del sujeto, sino Un-padre».

Hay un repliegue de a Po sobre a a’

Ahora bien, ¿cómo pensar a partir de estos elementos reflexiones el desencadenamiento de una mujer vista en una presentación de enfermos?

Nuestra Medea es una mujer que se desencadena horas después de cada parto, a excepción de los dos primeros, donde aparentemente nada pasó. Ella dice sentir una «maluquera», y es en medio de ésta que intentó asesinar al tercer hijo, lo logró con el cuarto y trató de ahorcar la quinta, catorce horas después de nacida, luego de lo cual es internada en el Hospital Mental de Antioquia.

Se desconoce casi todo de su historia pero la repetición de su acto es significativa. ¿Se trata del cuadro clínico llamado en medicina «Psicosis Puerperal»? Esto es una entidad clínica caracterizada por obnubilación, inconsciencia, alucinaciones de aparición súbita entre el tercer y cuarto día de post-parto y en medio de esa agitación generalmente dan muerte a su hijo. La mayor frecuencia de este cuadro clínico se encuentra entre las primigestantes y no siempre reaparece en partos siguientes, el 98% de estas pacientes tienen antecedentes psiquiátricos, parece no guardar relación con la secreción de hormonas durante el puerperio y no se ha encontrado alteración orgánica que explique la entidad.

Eso nos dice que se trata de una entidad médica precisa, sino del conocimiento por los médicos de que tener un hijo en pacientes con «antecedentes psiquiátricos» puede provocar un desencadenamiento.

¿Cuáles son esos antecedentes? eso nos plantea un problema y es que nosotros nos situamos en una clínica de lo particular, y aunque existan «factores biológicos» debemos reflexionar con nuestros conceptos, ¿por qué todas las mujeres no enloquecen al tener un hijo, ni todas las psicóticas dan muerte a sus hijos después del parto?, ¿Porqué esta paciente no se desencadena en los dos primeros partos?, ¿Qué la estabilizaba?, ¿Cuál es la singularidad de nuestra Medea?

El desencadenamiento es el punto en el que bascula el mundo para el psicótico, esto está descrito por la paciente como el momento en que la invade «la maluquera», allí ella no sabe, no tiene conciencia, por esto es imprecisa al referirse a esos momentos. ¿Cómo detectar en ella el encuentro de ese: «Un-padre» en posición tercera en alguna relación que tenga como base la pareja imaginaria a a’? ¿Dónde encontrar ese «Un-padre» encarnado en lo real, el significante de la paternidad que no tiene? pero que le llama y por ese hecho coloca al sujeto en oposición simbólica.

La pareja a a’ está dada en este caso por la relación de la madre al hijo: «la maluquera» en la que murió el hijo, dice a veces que era de ella, otras que era de él. Es una relación sin mediación simbólica y entonces relación a muerte.

Y es que el hijo para nuestra Medea es el objeto que ella mata y en ello quiere alcanzar, alienada en esa especuliaridad paranoica, «el Kakon de su propio ser».

El «Un-padre» no es real, su o sus hombres no aparecen en su relato, no es el encuentro con un hombre lo que la desencadena, ¿es acaso el encuentro con el hijo, con la maternidad?.

Un artículo de Lacan observa que el hijo en el deseo materno no puede ocupar sino tres lugares: el del síntoma, el del falo o el del objeto (a). Es claro que esto depende de los avatares que se realicen en la metáfora paterna en la madre, esto es, de la manera como esté o no marcada por el Nombre del Padre. Darle un lugar al hijo en su deseo (X) depende del matema que la antecede:

Es decir, que en el lugar del Nombre-del-Padre vendría Po, P cero, un hueco, y «tener el hijo» llama al sujeto en un plano simbólico en el que se ve enfrentada al agujero. No hay el «Un-padre» que intervenga en la relación que ella establece con su hijo, relación donde el hijo será a’, y que por la ausencia del «Un-padre» introduce al sujeto en el campo de la agresión erotizada pero, a la vez que semejante, ese hijo es el objeto (a) que, al no estar separado del campo del Otro, amenaza al sujeto que entonces trata de alcanzarlo en un acto radical que quiere tocar el Kakon de su propio ser, una potencia negativa, ya no extimo sino literalmente al alcance de su mano, pues quería ahorcar a su última hija.

La oposición entre esta sujeto y el agujero en el lugar del Nombre del padre se precipita cuando «ser madre» llama en ella un Nombre del padre. Eso la desencadena. Hasta ahí no hace más que confirmarnos lo sabido sobre la psicosis. Pero la particularidad del caso radica, a mi modo de ver, en que no sólo mata al hijo, sino que la desencadena el tenerlo.

¿Qué significa «ser madre» para Medea? El encuentro con el objeto. ¿Por qué no como en Schreber, ser la mujer de Dios, el fantasma del embarazo, parir una generación de hombres nuevos? ¿Dónde está el empuje a la mujer de Medea? no está en el «tener hijos», ella no quiere tenerlos más.

Su particularidad está dada en el pasaje al acto. En todo psicótico el objeto (a) no es lo mismo, pero aquí es el hijo cuya existencia amenaza de modo mortífero, como el Kakon encarnado en su hijo al que golpea para eliminarlo.

No es Aimé. De la tesis de grado de Lacan, quien luego de su pasaje al acto no delira, aquí no hay ni siquiera delirio a resolver, si existiera la sostendría tal vez como algo simbólico, hay un imaginario que no alcanza a cubrir el real, desde donde retorna lo forcluido de modo amenazante y hace pasar al acto.

No es posible situar la forclusión, sino sus efectos; es claro que aquí el hijo no está cubierto por la significación fálica. En la sucesión freudiana niño-pene-regalo del padre se pude demostrar como la maternidad llama al padre. El niño vendría como objeto (a) que sería equivalente en el grafo propuesto a que su función fuera F 0, Fi cero, la opción de encontrar el empuje a la mujer en el paciente tendría que situarse fuera de la significación fálica, del lado de un goce no marcado por la significación fálica.

El desencadenamiento tal como es descrito en el «Cuestión preliminar…» es válido para la paranoia y por ello Schreber es el ejemplo principal en que se basa Lacan, pero sería difícil situar el desencadenamiento en la Melancolía donde no hay fenómenos imaginarios y sólo pérdidas que lo anuncian, o en la Esquizofrenia que es silencioso.

Finalmente, hay que diferenciar los sucesos exteriores ubicados en la vida de un sujeto y aquellos que él subjetiva en la relación al Otro.

Fuente: http://huitoto.udea.edu.co/Aporias/desencadenamiento_de_una_medea.htm

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