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La responsabilidad en el niño y el adolescente

By 5 julio, 2013mayo 28th, 2021One Comment

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Artículo en el Blog del Clarín periódico argentino.

La responsabilidad en el niño y el adolescente

Aprovechando la presencia en nuestro país del destacado psicoanalista Mario Elkin RAMIREZ, quiero compartir sus reflexiones en relación a un tema que sobrevuela en el blog.

Mario Elkin Ramírez Es miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela Lacaniana (sede de Medellín, Colombia), y profesor en el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de Antioquia.
Es autor de numerosas publicaciones.
Gracias Mario por tu participación en este espacio. Aurora

La responsabilidad en el niño y el adolescente

El término de responsabilidad presenta en principio un sentido amplio referido a la moral y al comportamiento psíquico de un sujeto, como un sentido anterior al social, cívico o penal. Por ello, tomo como punto de partida de esta reflexión los presupuestos del psicoanálisis de orientación lacaniana, para tratar de dar cuenta del advenimiento de la responsabilidad en el niño y en el adolescente. Parto además de una definición provisional de la responsabilidad para enmarcar dichos presupuestos.Desde la filosofía, se nos señala que el término proviene del latín respondere, es decir, responder, y que referido a “actos” significa que se asumen como autor.La responsabilidad está anudada a la capacidad de responder como autor por las consecuencias de sus actos. Lo cual nos formula las siguientes cuestiones: ¿cuándo o cómo un niño y un adolescente responde por sus actos? ¿Qué proceso psíquico media para que se responsabilice por las consecuencias de los mismos? En la fenomenología de los comportamientos infantiles o adolescentes, nos damos cuenta que la responsabilidad como respuesta no es automática. No hay un instinto de la responsabilidad, como un saber inscrito en la genética que nos permita responder adecuadamente en las situaciones de la vida. La responsabilidad es una respuesta que escapa al esquema “estímulo-respuesta”. No es un problema biológico tan sencillo. Razón por la cual, las terapias conductivo-conductuales (TCC) fracasan si su pretensión es la de generar conductas responsables en un sujeto.
Esto, debido a que entre el estímulo y la respuesta hay una caja negra, en la cual ubicamos en psicoanálisis, el lenguaje. Hay un estímulo, pero el ente provisto de lenguaje, ya no responde de manera instintiva. El lenguaje ha cortocircuitado el instinto, lo ha modificado, y el producto de esa modificación es un sujeto que habla, delibera, lo cual transforma su acción.

No responsabilizamos al animal por sus actos debido a que en él hay un instinto que funciona bajo el esquema estímulo respuesta, luego entonces si se le ataca se defiende, con independencia de quien sea el agente de su agresión, de igual modo, si durante el período de celo, un agente de su misma especie y género contrario le estimula sexualmente responde activando los órganos y comportamientos que lo disponen a aparearse con ese agente, en vías a la reproducción de la especie.

En cambio, cuando se trata del humano que responde ante esos mismos estímulos, hay una demanda social de que ese sujeto se haga responsable de sus actos. Esto nos dice que la responsabilidad está articulada a un código simbólico, a un conjunto de significantes, es decir, de leyes, normas, creencias, mandamientos sociales y morales, que reclaman del sujeto un compromiso según ciertos criterios, que lo obligan a una respuesta socialmente aceptada. Todo esto tiene como a priori que se trata de un humano, de un ser hablante.

La responsabilidad, es por ello, un problema ético; y la ética concierne al hombre, no como ser vivo sino como ser racional. Se espera que llegue a que un sujeto tenga “uso de razón”, viejo término, que llama a una razón práctica, iluminada por una razón pura. El sentido común ubicaba este uso de razón a los siete años y excluía de ella a los enfermos mentales y a los niños, porque la responsabilidad está asociada a la idea de castigo social. La salud mental decide sobre la normalidad de un individuo, en el sentido de que pueda pedir de él responsabilidad y en consecuencia, poderlo castigar por sus actos. Esto supone, además, una sociedad donde se le conceda al sujeto una libertad de su acción.

Algunos filósofos y pedagogos sostienen que la libertad es la base de la responsabilidad. Sartre pensaba que la libertad era una carga que le producía horror al individuo. No sabía que hacer con ella. En todo caso, si hay otros que deciden en lugar del sujeto, si este no es libre, es difícil responsabilizarlo por sus actos. Las sociedades totalitarias tratan a sus individuos como niños o como enfermos mentales por quienes las “mentes superiores” deben decidir. Así, los sujetos no pueden hacerse responsables de sus actos. No pueden ser castigados ni reparar a sus víctimas. Y entonces, no cabe ni siquiera este tipo de reflexión.

Esto dice también que, usualmente, la responsabilidad se articula a la capacidad de raciocinio, de discernimiento racional de un sujeto, respecto a sus acciones y sus consecuencias.
Por esto, el sentido común, relaciona la responsabilidad con la llamada “madurez psicológica” de una persona, que la hace apta para realizar adecuadamente una tarea determinada y capaz de tomar las decisiones pertinentes.

En el psicoanálisis ponemos en cuestión el término de madurez psicológica. Pues, éste proviene de una concepción que toma como paradigma la biología para pensar la psiqué, y plantea que del mismo modo que el desarrollo corporal conduce a un ente biológico desde la generación hasta la corrupción, pasando por una serie de “edades de la vida”, el ente nace, crece, se reproduce y muere, la vida psíquica pasaría por una niñez, adolescencia, juventud, madurez y vejez. Y, por lo tanto, determinaría una etapa de madurez psicológica, de racionalidad, de conciencia de sus actos, donde se situaría la responsabilidad.
Pero el psicoanálisis no establece etapas, ni edades mentales. En algún momento Freud habló de fases del desarrollo de la libido. Pero éste no es un desarrollo progresivo, lineal, como algunos post-freudianos pretendieron, describiendo la etapa oral, luego la anal a la que sucedía la genital, donde el individuo hacía sus elecciones sociales fundamentales como casarse, tener hijos, trabajar y responsabilizarse socialmente de las normas según un ideal social burgués al que se adaptaba perfectamente.

Podemos decir que, al contrario de cierta pedagogía, cuyo a priori es que el niño es un adulto en potencia, para el psicoanálisis en el adulto está la dinamis del niño. Hay un niño en un adulto. Esto no es poesía, no es para reconocer en el adulto solamente la sensibilidad, espontaneidad, imaginación del niño, sino también sus formas sexuales y agresivas de satisfacción, su complejidad pulsional.
Pero, precisamente es allí donde encontramos el problema de la responsabilidad. Porque es donde la psicología y el sentido común espera a un sujeto con “madurez psicológica” para que pueda asumir la responsabilidad moral, en tanto obligación de reconocerse autor de sus actos sexuales y agresivos ante la propia conciencia y ante la sociedad. Vemos que desde la perspectiva del desarrollo la pregunta por cuándo un niño o un adolescente se hacen responsables es improcedente para el psicoanálisis.
No obstante, el psicoanálisis ofrece otra perspectiva que podemos llamar no desarrollista sino estructural. Esto quiere decir que, la formación de un sujeto ocurre no en un tiempo cronológico como ocurre con la maduración de un cuerpo, sino en un momento lógico.
Una de las identificaciones cruciales es la que se hace con la instancia paterna, es decir, a las figuras del Complejo de Edipo, y que funda en el sujeto otra instancia, esta vez diferenciada del Yo, llamada Superyo. Sede de las normas, leyes, y prohibiciones esenciales para que un sujeto viva en sociedad, como lo son la prohibición del incesto, la del parricidio, la del canibalismo, además, de todas las otras que cada sociedad y cultura determinada imponen en determinada época a un sujeto. Es la instancia del sentimiento de culpa, luego entonces, la de la responsabilidad. Aquella a la que apela un sujeto al sentirse responsable de determinada consecuencia de sus actos. Es un sentimiento ético, que paradójicamente Freud señala como un sentimiento inconsciente. El lazo social en el cual el sujeto se forma supone que funda un sujeto capaz de responder por sus actos.

En la medida en que la sociedad ha cambiado, el modelo patriarcal se ha desvanecido y esto tiene consecuencias en las nuevas formas de configuración del inconsciente de los sujetos modernos.
El psicoanálisis constata que hay una fuerte tendencia a la declinación del padre, no sólo a nivel social, donde se le ha degradado, incluso al punto de hacerlo prescindible. Y esto nos interroga sobre nuestro modelo. ¿Cómo se constituye el actual Superyó de los sujetos? Tal vez menos en la vertiente normativa y apaciguadora y más en la pendiente de la obscenidad y ferocidad contra el propio sujeto y contra los demás.
Ya el padre no se presenta como el ideal social del patriarca proveedor y que encarnaba la autoridad, también el padre librepensador, permisivo y tolerante se desdibuja y viene su ausencia dejando lugar a los dioses oscuros, encarnados en los patrones de la droga y de los líderes de los grupos armados sin ley.Toda esta argumentación, es el marco desde donde podemos volver a plantearnos la pregunta inicial por la responsabilidad en el niño y en el adolescente.

Y bien. Ya tenemos que afinarla. Primeramente diferenciando qué sería la responsabilidad, en un niño neurótico, psicótico o perverso. E igual diferencia en el caso del adolescente.

Porque si bien, ni la niñez, ni la adolescencia son conceptos psicoanalíticos, son construcciones sociales. Sí reconocemos diferencias clínicas en uno y en otro. Por ejemplo, no podemos fechar en un niño neurótico o en un adolescente neurótico en qué momento se vuelve responsable. No porque lo diferenciemos del adulto en el que ya reconocemos la razón.
No hay, desde el punto de vista psicoanalítico, una edad para que alguien tenga uso de razón.
Vemos que aún desde el punto de vista jurídico tampoco es tan sencillo. Por ello, se establece la mayoría de edad como una convención que depende de cada sociedad.
En Colombia era a los veinte y un años, luego a los diez y ocho. Después, cuando las circunstancias sociales de un conflicto armado impusieron el uso de menores de edad como actores armados o como sicarios al servicio del narcotráfico, y además de una presión internacional para hacer reconocer a nuestro Estado, derechos de los menores, la judicialización por los delitos, se baja hasta los diez y seis años. Y en países como los Estados Unidos, se castigan a sujetos carcelariamente desde los catorce años.

Es el corazón de la responsabilidad jurídica y penal. Es decir, la obligación de reparar el daño infringido a otros por su falta, su culpa, su yerro, en ciertos casos determinados por la ley.
Reconociendo modulaciones de esa responsabilidad como penal, civil, delictiva, contractual. Y dentro de las primeras, reconociendo la responsabilidad limitada, plena, atenuada o del menor.

En todo caso, allí se trata de la responsabilidad como obligación de soportar el castigo, o la necesidad moral o intelectual de cumplir un deber, un compromiso social. Ese es el sesgo jurídico de la responsabilidad.Volvamos al punto de vista psicoanalítico. Un niño, un adolescente o un adulto, son igualmente para el psicoanálisis considerado como un sujeto de derecho. No solamente un sujeto en el sentido cartesiano, es decir, conciente y racional. Además es un sujeto cuya conciencia se continúa al inconsciente y está dotado de una intensa actividad pulsional. Allí empiezan las diferencias.El punto de partida es que siempre tratamos con un sujeto. Eso es lo universal. Pero luego viene lo particular en dos direcciones. Primero, en el hecho de que si es un niño, hay que evaluar en cada niño en lo particular del uno por uno, de cuánta racionalidad es capaz. Es decir, del discernimiento sobre sus actos y de las consecuencias de los mismos.
Esto varía si se trata de un niño neurótico, psicótico o en posición perversa. Igualmente, será preciso examinar la capacidad que el niño ha logrado para dominar sus pulsiones agresivas, sexuales y autodestructoras para controlar sus actos.
Dependiendo de que las contingencias de su historia le haya dado herramientas simbólicas para hacerlo y entonces, haya elegido, así sea de modo forzado, en los avatares de su vida, una estructura psíquica y un objeto de goce.

Lo mismo habrá que hacerse con cada adolescente, contando con un hecho suplementario. En la adolescencia, ocurre en general una caída de las identificaciones paternas. Es decir, aquellas que afirmaban la ley, la norma, los límites.
Los adolescentes enfrentan esa crisis de las identificaciones de manera agresiva y angustiada, no sólo los invade el furor de destruir lo viejo, reconociéndolo caduco, sino que además están angustiados y desorientados, por lo que, en ese delicado tránsito buscan otras identificaciones que los estabilice.
Muchas veces en las tribus urbanas en grupos de pares o en nuevas figuras sociales diferentes a su familia. Eso hace que la responsabilidad fundada sobre los valores de la infancia también entre en crisis. Y los encontremos en dramáticas situaciones, porque no previeron las consecuencias de sus actos.

A pesar de la diversidad y la complejidad que es la clínica del uno por uno, podemos para concluir, enunciar al menos algunos principios del psicoanálisis de validez universal, emergentes de cien años de experiencia.

Podemos decir, primeramente, que en el psicoanálisis el sujeto siempre es responsable de su posición. Esto quiere decir, que no diferenciamos los actos concientes y voluntarios del sujeto, sino que para el psicoanálisis el sujeto también es responsable de sus actos inconscientes e “involuntarios” en el sentido de la conciencia, pero que obedecen a una voluntad inconsciente. Luego entonces el sujeto siempre será responsable por las consecuencias de sus actos sean concientes o inconscientes, Freud hablaba incluso de la responsabilidad moral por el contenido de nuestros sueños. Y si esto es de los sueños, también se extiende la responsabilidad a los actos, no sólo los fallidos, sino también los logrados, los pasajes al acto, como el suicidio, el asesinato, las conductas delictivas, los acting out, como las tentativas de suicidio, y además, de los actos cotidianos, de casarse, tener hijos, fracasar en el amor, en la profesión, en la vida, etc. No solamente es responsable de la intencionalidad conciente, sino también de la voluntad inconsciente de sus actos.
Siempre en la dirección de la cura en psicoanálisis está la pregunta al sujeto por en qué él es responsable del caos del cual se queja. En qué es responsable de lo que le ocurre. Es paradójico, cuando el niño, el adolescente y algunos adultos, están dispuestos es a culpar a los otros, al mundo, al sistema educativo, a los padres, de lo que les ocurre.
En ese sentido, la práctica del psicoanálisis está lejos de promover la autoridad tradicional del Padre, sino que se dirige a preservar la responsabilidad del sujeto, para permitirle elucidar las respuestas sintomáticas que inventó para tratar las patologías contemporáneas de la paternidad. La responsabilidad subjetiva es la condición para la experiencia psicoanalítica. Para la reconciliación del neurótico con su deseo.

En segundo lugar, no hay clínica sin ética, lo cual no solamente tiene que ver con un código de deontología para el analista, o con los principios psicoanalíticos concernientes a su acto analítico. Esto también dice que el psicoanálisis es una praxis, en la que “lo ético es una dimensión mucho más clínica, mucho más segura que lo mental, lo psíquico y lo patológico” (Jacques Alain Miller,Elucidación de Lacan, Paidós, 1998).
Es pues una disciplina donde lo que está en cuestión es de manera esencial la patología de la ética del sujeto.

En tercer lugar, el psicoanálisis es una clínica de las consecuencias, lo cual coloca la responsabilidad como una de las orientaciones mayores de la dirección de la cura. Que haya una implicación subjetiva en un sujeto que le permita el examen de su historia, de sus elecciones, de su responsabilidad por la elección de los objetos de su goce. Una responsabilidad más allá de toda culpabilidad.

El psicoanálisis produce una subversión del sujeto, se trata en la cura de hacer pasar al sujeto de la culpabilidad a la responsabilidad. Producir una desculpabilización da al sujeto una mayor libertad. Pero, sabemos, que a mayor grado de libertad, se pide un mayor grado de responsabilidad subjetiva.

Publicado por Aurora Kochi en Octubre 23, 2008 5:23 PM
http://weblogs.clarin.com/educacion/archives/2008/10/la_responsabilidad_primera_parte.html#more

http://weblogs.clarin.com/educacion/archives/2008/10/la_responsabilidad_segunda_parte.html#more
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