Clase del 14 de febrero 2013

Profesor: Mario Elkin Ramírez

Por: Alejandro Betancur Vélez
En el momento que Freud dicta su conferencia de 1915 y 1916 ya había elaborado una teoría de la transferencia que se le presentaba como un obstáculo en el comienzos de su práctica clínica.
Freud empieza el seminario describiendo lo que no es un psicoanalista.  El psicoanalista no es ni un mentor ni un educador, o si tiene que asumir el lugar del educador lo hace sin perder de vista la responsabilidad que esto implica.  Lo importante es que el psicoanalista se abstiene del poder, la indoctrinación que Freud vio en el hospital de Salpetriere bajo Charcot, el biopoder, según Foucault, y la sugestión.  El psicoanalista tiene que renunciar a dirigir la vida del paciente evitando posicionarse en un lugar de brindarle al paciente aquello que él o ella demanda.
El paciente entra con una demanda imperativa: “¿Qué hago?  No sé que hacer.”  “¿Debo yo hacer esto o aquello?” “¿Qué me pasa?”  El paciente presenta su demanda con la suposición que el analista sabe y le puede aportar un saber acerca de su malestar.  Todo se juega en cómo el analista responde. El analista tiene que hacer la maniobra de redirigir esa demanda del paciente a un deseo de saber inconsciente por medio de una actitud de ignorancia docta.  El analista sabe que él no sabe y es el paciente que posee ese saber que no se sabe, que es el inconsciente.  El analista no hace más que ubicarse como medio entre el paciente y su propio inconsciente para que el paciente tenga la oportunidad de auto-confesarse la verdad.  Aunque el analista no cede frente la demanda, si responde – se escucha la demanda.
Lo anterior tiene importante consecuencias para la formación del psicoanalista.  El analista reacciona frente la demanda del paciente con el deseo.  Entonces, para llevar a cabo el análisis, se tiene que ir percatando y puntualizando el deseo del analista en su propio proceso terapéutico con el fin de estar consciente de él para no ponerlo en juego durante la terapia con su paciente.  El deseo del analista pareciera ser el deseo de saber, saber del inconsciente; Freud en esos primeros casos clínicos interrogaba por horas para llegar al fondo y encontrar el sentido en el inconsciente.  No obstante, en el fondo tal deseo no sirve sino al médico ya que Freud en la conferencia 27 dice que explicar y revelar el inconsciente por medio del intelecto no cura en lo más mínimo debido a que no hace parte del inconsciente.  Lo que mueve el analista y pone a funcionar el deseo del paciente es el deseo de que el paciente sepa de su propio inconsciente. Esta transmisión del deseo del analista al paciente confirma la afirmación de Lacan que el deseo es el deseo del Otro.
Responder a la demanda con el deseo es histerizar el paciente, ya que el paciente busca una respuesta y lo que encuentra es un agujero.  Subyaciendo la demanda y el deseo es la pulsión sexual que bordea el objeto libidinal.  El objeto de la demanda es aquello que satisface una necesidad biológica, como por ejemplo el hambre.  Pero la naturaleza del lenguaje en el ser humano altera la necesidad a demanda espera un reconocimiento del Otro.  En el esquema tópica propuesta por Freud muestra que hay una primera repetición del significante.  El paciente repite una y otra vez los mismos significantes.
El paciente, en la medida que habla, su discurso se reduce cada vez más a unos significantes que se repiten – como vimos en el caso de Freud con los significantes “tienda”, “vendedor”, “vestido”.  En la tópica freudiana los mismos significantes se encuentran en los diferentes círculos concéntricos que representan la conciencia, la preconciencia y el inconciente.  La primera enseñanza de Freud suponía un inconsciente que se adhería a una lógica significante hasta que descubrió el ombligo del sueño.
Las posteriores investigaciones en la Interpretación de los sueños  obligó a Freud a reconocer que no todo en el inconsciente es significante.  El ombligo del sueño es el corazón del ser, constituyendo un punto donde no hay más que decir.  El inconsciente es también una parte pulsional que esta más allá de las palabras, introduciendo un agujero.
Pasando de la tópica a la topología, cuya novedad es incluir el agujero de lo pulsional, se ve que en la figura del toro, una figura tridimensional que se parece como un neumático, la demanda circula alrededor de un agujero que constituye el centro de la figura.  El ombligo del sueño, la pulsión y, como veremos, el trauma constituye otro nivel de repetición por el acto.  Cuando no hay más palabras se responde con el acto.
Lacan definió la transferencia como la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente. Esto se vio en el consultorio de Breuer que transmitió su deseo de tener un hijo a su paciente, Anna, con la cual ella respondió con un embarazo psicológico.  Si volvemos otra vez al caso de la fóbica de tiendas, la repetición significante le conduce a una memoria inconsciente de ser manoseada en una tienda.  Este momento dejó una huella pero que en ese momento el sujeto no tenía las palabras con que responder o significar ese hecho.  Solo retroactivamente se puede entenderlo pero esta reprimido y por lo tanto genera síntomas.  Este acontecimiento es lo que Freud llama una trauma, una ruptura, lo cual Lacan luego transformo en “Trou-matism” que suena a traumatismo pero “trou” en francés significa hueco.
El trauma, cuya naturaleza es sexual, deja un vacío porque no hay palabras para codificarlo y esto es lo que se repite en la escena de la transferencia.  Durante la discusión yo me preguntaba ¿Por qué un momento de dolor aparece en la transferencia como amor?  Precisamente, la represión tiene el efecto del olvido y del cambio de sentimientos de dicha acontecimientos de tal manera que el evento que provoca el traumatismo y el dolor que eso implica es sustituido por lo contrario aunque sigue generando síntomas.  También se ve que la transferencia es un síntoma sustitutivo libidinoso ya que se formula para repetir dentro de la transferencia es núcleo patógeno reprimida.  Además, el amor y el odio proceden de la sexualidad así que en la transferencia se ve como se proyecta estos efectos hacia el objeto del médico.  La amistad y los ideales culturales es la sublimación de la pulsión.
En el toro hay otro vacío que recorre el centro del aro.  Aunque el paciente reduzca su discurso a unos significantes, hay otra imposibilidad que es la de nombrar el deseo.  Si la demanda se hace al Otro, la respuesta que da el Otro genera una diferencia entre la expectativa de satisfacción y la satisfacción recibido; esto es el deseo.  El objeto del deseo se desplaza metonímicamente haciéndolo inalcanzable.  El capitalismo se percató de esta dialéctica y se ha moldeado para proveer el nuevo objeto de satisfacción para llenar el vacío, pero estos objetos tienen una obsolescencia programada, cuando no son rechazados por el mismo hastío del dueño, que provoca la búsqueda de un nuevo objeto.
Ambos repeticiones se pone en escena dentro del fenómeno de la transferencia.  El público que asistió la conferencia 27 acusaban a Freud de llegar al mismo punto que sus precursores – recorrer a la sugestión en su cura.  La transferencia que se manifiesta como amor le permite cierto influencia sobre el paciente.  Eso no es el caso.  La transferencia no se hace por medio del poder sobre el paciente sino porque el paciente “cree”, en una primera instancia, en el análisis, pero por el escamoteo del analista se redirige a su propio inconsciente.
La imposibilidad de precisar el objeto del deseo me genera algunas inquietud. Se supone que el analista tiene que tener presente su deseo para no influir en el paciente, pero ¿lo que el toro nos indica es que es imposible nombrar nuestro deseo?  Y, si lo que hace surgir el deseo, es la pulsión ¿de dónde viene el “altruismo” del deseo analista?
Estos vacíos, aunque la fuente de la alienación, privación y frustración, son esenciales para la estructura.  Si no hubiera esa falta, la estructura se fija.  La neurosis se caracteriza por este movimiento alrededor de la falta.  ¿Es la estructura psicótica igual a la neurótica?  Freud en la conferencia 27 indica que hay una diferencias entre los psicóticos que lo obliga repensar los factores importantes para la cura debido a que ellos no reaccionan frente la transferencia ya que su libido esta centrado en su propio yo. En la primera clase se reitero que es precisamente en ese momento en el cual la demanda pasa por la palabra que nace el deseo y la pulsión, los dos atributos que nos caracteriza como seres humanos, entonces el trauma, sea de manera fáctica o ficticia, pone a funcionar el deseo y pulsión así humanizándonos.
Interesantemente, hay sujetos que mantienen su deseo insatisfecho como una manera de continuar el amor, como vimos en el sueño de la bella carnicera.
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