Clase del 15 febrero de 2013. 

Profesor: Mario Elkin Ramírez 

Por: Alejandro Betancur Vélez
 
El estudiante Soel Calle comienza con su exposición de la conferencia 28 de las Conferencias de Introducción al psicoanálisis, aludiendo a Freud, cuya manera de escribir aparenta ser sencilla, pero las discusiones en las clases anteriores han demostrado que esto no es el caso.  Vale resaltar la importancia de la transferencia en el psicoanálisis porque se anuda a otros conceptos como el vacío, el lenguaje, la falta, el significante, etc.
Siguiendo un hilo de la discusión de la clase del 14 de febrero, Soel dirigió su comentario acerca de la distinción entre la transferencia y la sugestión.  Freud en el texto hace alusiones contradictorias donde a veces los dos conceptos son intercambiables y otras veces no.  Freud destaca las diferencias importantes entre ambos.  Se puede decir que el análisis es un cuidadoso manejo de la transferencia para llegar a la cura y luego destruirla y finalizar el tratamiento.
A partir de la exposición se genero varias inquietudes acerca del fin del análisis, la idea que el psicoanálisis es una post-educación del paciente, y también acerca de la transferencia como una enfermedad artificial.
El profesor da comienza a su intervención apuntando y retomando varios puntos durante la discusión.  La primera fue la diferencia entre la creencia y la sugestión.  Se tiene que creer en el inconsciente lo cual no es sencillo porque no todos lo hacen. En la neurosis hay una condición que es la represión del Nombre-del-Padre, una función que tiene un efecto de ordenar el caos.  El neurótico cree que hay un saber en lo real, supone que alguien sabe y pone su creencia en él.  Los psicóticos han forcluido el Nombre-del-Padre y aquello que no esta en inscrito vuelve desde lo real.  Los psicóticos, diferente a los neuróticos, no suponen que otros saben y tienen la certeza que ellos son los únicos que saben.  La certeza no es dialectizable.  Debido a que en la psicosis no opera la represión, o al menos con relación al Nombre-del-Padre, no hay nada que sacar a luz; el inconsciente se expone plenamente.  Freud dice que estos pacientes son intratables; después Lacan, basándose en el trabajo de Klein y otros posfreudianos, puede afirmar que un tratamiento es posible si se piensa la erotomanía como una transferencia psicótica.
El profesor explica que aunque las causas se pueden ver como contingentes o necesarias, la transferencia es un concepto absolutamente necesaria para que opera el análisis, incluso en el trabajo con la psicosis, aunque opera de otra manera.  Freud tuvo algunos problemas en manejar la transferencia como el admite en el caso Dora y en otros en la cual una vez que él dejaba de aprender algo él se desinteresaba en el caso.  Lo inédito de Freud era descubrir un lazo social nuevo que se puede usar para que el paciente sepa de su inconsciente.
Con respecto a la interpretación en el lugar oscuro donde las palabras no son de ningún provecho, el acto analítico es a partir de la palabras y los hechos que constituyen un acto de lenguaje.  El corte, por ejemplo, sirve para hacer escansión del inconsciente con la intención de siempre reducir los significantes hacia la causa. Para lograrlo se requiere la transferencia con ese analista. La transferencia tiene una carga de sugestión y los actos del analizante se dirigen al analista.  Entonces, se tiene que hacer riesgos calculados porque una interpretación puede llevar un paciente a un pasar al acto.
Para conseguir una transferencia positiva que promueve el trabajo, es importante elegir un analista.  La decisión no es muy diferente que la de elegir una pareja. Cada sujeto creen en la medida que los analistas tienen cierto yo-no-sé-qué. Cuando se descubre la razón por la cual elegiste el analista, se deshace la transferencia con la ventaja que se había analizado.  Tomando en serio la analogía de elegir la pareja o el analista subraya la importancia de dicha decisión.
La elección de analista es importante porque el analista hace parte del inconsciente y se vuelve síntoma; el paciente se vuelve dependiente.  Así que la transferencia en su movilización de síntomas alrededor de la persona que es el analista se constituye como una enfermedad artificial.  No obstante, al finiquitar la transferencia el analista se deshecha como cualquiera otra basura. El analista efectivamente presta su ser para el paciente.  Así se vislumbra algo del deseo del analista que no es altruista; no hay un deseo puro porque hay en el deseo restos sintomáticos.
En su primer esbozo Freud propone que un trauma sexual genera síntomas.  Luego, él lo revisa para advertir que la fantasía puede también generar una trauma bajo el Complejo Edipo y síntomas y que estas fantasías están ligadas a la pulsión. El grafo del deseo muestra lo anterior.  El complejo edípico organiza la pulsión sexual conforme a un modelo paterno que genera síntomas.
Freud en su propio análisis con Fliess tiene una revelación que él eleva a la universalidad: él ama a su madre y compite con su padre.  Freud lo teorizar a partir de encontrar similares situaciones en la literatura que es luego verificado en la clínica.
El deseo de Freud era de saber; es decir, Freud no deseaba curar.  El deseo del analista no es humana ni altruista.  Ocultado detrás del altruismo es el sadismo.  El benefactor que actúa en nombre de la caridad supone que él sabe antemano lo que le falta al otro por lo cual no necesita escuchar al otro.  Además, la caridad es endeudar el otro a un acción reciproca.  El analista no impone su sadismo al paciente por eso se cobra.  Freud advierta en contra del furor sanandi de los analistas, precisamente por prudencia y en contra del “altruismo”. Freud nunca planteó que todos los analistas tengan el mismo deseo de saber sino que se abstengan y se mantengan neutros.
Es menester el cuidado y prudencia de aquello que el analista puede poner en juego durante el análisis. En el caso Dora, Freud confiesa su equivocación en su afán de comprobar su teoría del complejo édipico – no pudo aprovecharse de la transferencia y no vio que el objeto era la señora K y no su marido.  Este obstáculo en Freud, un prejuicio moral y teórico, cualquiera que sea en el analista, imposibilita el análisis y paulatinamente deshace la transferencia. Lacan llama la suma de todos los prejuicios del analista la contratransferencia; frente a estos prejuicios el paciente reacciona con resistencia.  Por eso el análisis es un requisito necesario para el analista ya que si no analiza con el propio análisis, se analiza con el fantasma. Esto es un detrimento porque el deseo se realiza en el fantasma del síntoma, intentando recuperar un goce cuando la pulsión pasa por la demanda.
Entonces, no se pretende de educar el paciente, con los prejuicios del analista, sino guiarlo hacia la cura; el analista vuelve al trabajo apuntando a la causa así sea el trauma, fantasma o fantasía.  Aunque actualmente no se habla de la cura sino de la experiencia analítica, aún no se trata ni de educar ni adaptar ni incluso de subvertir, sino de hacer el paciente dar cuenta de qué lugar tiene en el otro, revelar su servidumbre voluntaria en la búsqueda por el amor.
El fin de análisis, según Lacan, es una interpretación que tiene menos sentido que antes así puede poner fin a la infinita telaraña de sentido que se puede exprimir de un sueño, por ejemplo.  No se puede curar del fantasma, castración, sujeto dividido por el lenguaje, el corazón del ser pero el paciente en su discurso puede tomar una posición diferente frente esto; esto puede constituir un fin de análisis. Al fin de cuentas no se puede curar de la vida, siempre queda restos sintomáticos que Freud aconsejaba a médicos analizarse después de un tiempo.  La ventaja es que se tiene claro cuáles son y qué se puede hacer con ellos.  Esto es vivir la pulsión.
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