Clase del 1 DE MARZO DE 2013 del profesor: Mario Elkin Ramírez
 
POR: CLARA E. RESTREPO V.
En la sesión del primero de marzo, del seminario de Conceptos III, dedicada al análisis del texto de Freud “la iniciación del tratamiento”, se hace énfasis en la constante afirmación del autor, con respecto a la imposibilidad de convertir en ritual o protocolo las reglas por él enunciadas. Dichas reglas podrán ser entendidas como unas indicaciones no estandarizables, pues el trabajo con cada paciente, traerá sorpresas y novedades que impiden definir las mismas como constantes en la práctica analítica.
Igualmente, se hace énfasis en la disimetría presente en la relación analizaste – analizado, vinculo bien diferente a las relaciones cotidianas que establece el ser humano, demarcadas por una serie de demandas que se esperan sean correspondidas o que son correspondidas en alguna media por otra persona. En el análisis, no aparece tal intercambio, pues el analista no responde a la satisfacción directa de dicha demanda.
Estas precisiones generan varios interrogantes de los cuales se deriva el curso de la discusión. Estos se enunciaran como citas a pie de página, en la media en que se retoman a partir de las elaboraciones realizadas en la sesión.
La noción de trauma se consolida como el eje fundamental del concepto de repetición y de ella se desprenden importantes consecuencias para la práctica clínica psicoanalítica. Los antecedentes de su acepción en el ámbito psicoanalítico, se remontan a Freud, quien inicialmente define trauma como un evento real, de carácter sexual, que sorprende al sujeto en una época infantil. En elaboraciones posteriores, afirma que dicho evento no necesariamente debe tener el estatuto de real, pues puede tratarse de un suceso fantaseado por el sujeto, reportando los mismos efectos de una experiencia vivida.
Lacan, retomando a Freud, menciona que hay un trauma estructurarte para todo sujeto, pero se diferencia de este, al afirmar que dicho trauma se da a partir del encuentro del organismo con el lenguaje.
Afirma una relación dialéctica entre en el organismo y el lenguaje, en la medida en que en su encuentro, ambos agujerean el corazón del otro.  Cuando el lenguaje agujerea el organismo, surge el cuerpo, evento que se postula bajo el estatuto de acto, pues marca un antes y un después para cada sujeto. Este cuerpo en las fases iniciales, es imaginario, y su reconocimiento requiere de una otredad que aparece y desaparece. Así, la presencia –ausencia de otro, se hace necesaria para que el niño se reconozca como diferente.
Luego, aparece una dimensión simbólica del cuerpo, que puede ejemplificarse a partir de los conceptos que se trasmiten e incorporan a cerca del mismo, por ejemplo, conceptos anatómicos, que aparecen como formas simbólicas y que favorecen la apropiación de dicho cuerpo por parte del sujeto.
Igualmente, aparece una dimensión real del cuerpo, dimensión que se condensa en los objetos a, objetos causa de deseo o de condensación de goce.
Ese evento traumático, originario del sujeto, produce efectos diferentes en la relación con el otro, de acuerdo con la estructura clínica en juego. Para la  neurosis quedan establecidas las posibilidades para que se produzca el recorte del objeto a del otro, lo que podría incidir en un relacionamiento más pacificado, pues el objeto a aparecer como extímo, es decir, intimo pero por fuera. En el caso de la psicosis, este objeto no aparece recortado, está incorporado en el campo del otro, aparece como real, siendo difícil relativizar su efecto, viviéndose por ejemplo, de manera invasora.
Los tres registros mencionados, imaginario, simbólico y real, aparecen igualmente en la experiencia analítica, vinculados tanto al analizante como al analizado.
En su última enseñanza, Lacan une la dimensión imaginaria y simbólica, bajo el concepto de semblante, y afirma que la posición del analista se define por el hecho de colocarse en el lugar de objeto a, pero no para encarnarlo, sino para asumirlo bajo la forma de semblante.
De esta manera se responde uno de los interrogantes generados al inicio de la sesión[1], en la medida en que se afirma al analista en una posición de semblante de objeto a, causa del deseo del analizante y provocador se su trabajo.
Vinculando los tres registros mencionados, a la experiencia analítica, se encuentra como la elección del analista puede estar delimitada por lo imaginario. Para clarificar este asunto, se retoma el esquema L definido por Lacan, para representar la dimensión imaginaria necesaria en el encuentro con el Otro. Como en cualquier relación en la que se transfieren sentimientos, este vínculo imaginario e identificatorio, aparece en la relación analítica, pero se diferencia de estas, en la medida en que el analista se sitúa como un espejo plano, es decir en la media en que el analista responde en posición de disimetría, tratando de no hacer pantalla, para que el analizante pueda recibir del Otro, los efectos que lo han penetrado por lo simbólico.
Igualmente, en la experiencia analítica aparece la dimensión simbólica a partir de la palabra. Tanto las palabras de analista como del analizante aparecen como vehículos del orden simbólico.
Finalmente, se afirma como la dimensión real aparece de diferentes maneras en el análisis. Uno de las maneras y quizá una de las más relevantes es la presencia física del analista, presencia que suele convertirse en ausencia pero que no puede extinguirse por completo en la experiencia, ya que el analizante requiere investir al analista con su libido para que se dé el proceso trasferencial.  El analizante comienza por dirigirse al analista, pero gracias a su ausencia, comienza a dirigirse al Otro, y a las personificaciones del mismo, al padre, a la madre, por ejemplo.
Así pues, la presencia real de analista se hace indispensable para que se establezca la relación transferencial, pero su ausencia permite al analizante encontrarse con los significantes derivados del gran Otro, cuestión que responde a otro de los interrogantes planteados al inicio de la sesión.[2]
Otros de los reales que aparecen en la experiencia analítica son el dinero y el tiempo.
En cuanto al comienzo de un análisis, se afirma, que está demarcado por la instalación de la trasferencia y la construcción de un síntoma analítico, es decir, por la construcción de un síntoma elevado a la dimensión de enigma. Es a partir de dicho momento que el arte de la interpretación puede florecer y que se hace pertinente la ausencia finita del analista, por lo cual se recomienda el paso al diván, paso que no es imprescindible para el inicio de un análisis e incluso para la experiencia misma del análisis.
Parece entonces claro, que la experiencia analítica no la determina un recurso técnico específico y en este caso, el paso al diván, no presenta ninguna garantía.[3]
La construcción de un síntoma analítico, y el lugar de semblante causa de deseo que ocupa el analista, permite superar la demanda de amor, instaurándose en el analizante un deseo de saber y esto puede explicar en parte, como a pesar de la relación en disimetría, un analizante puede persistir en una análisis [4].
En conclusión, puede verse como en la experiencia analítica y específicamente en el desarrollo de la relación trasferencial, inciden elementos de los diferentes registros,  imaginario, simbólico y real.
El analista favorecerá el traslado de sentimientos por parte del analizante, se permitirá ser envuelto libidinalmente por él mismo, prestará su palabra como vehículo para la simbolización y su cuerpo como medio de introducción de lo real y hará semblante de objeto a causando el deseo de saber y el trabajo por parte del analizante.
Interrogantes que se desprenden a partir de las elaboraciones realizadas:
 
Puede hablarse de transferencia imaginaria y simbólica? Si es así, que pasa con lo real? Puede hablarse de trasferencia real?
Qué quiere decir que el organismo agujerea al lenguaje en el encuentro reciproco mencionado?
Puede hablarse de trauma en la psicosis?


[1] ¿el analista debe moldearse al lugar que el paciente le ofrece de su propio fantasma?
[2] ¿Cómo entender la posición del analista de ausentar su cuerpo y a la vez prestarlo para que se dé la experiencia trasferencial?
[3] ¿Cuál es la razón del paso al diván en la experiencia analítica?
[4] ¿Por qué se sostiene la demanda de amor que no es correspondida en un análisis?
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