Clase del 21 DE MARZO DE 2013 del profesor: Mario Elkin Ramírez
POR: CRUZ ELENA GÓMEZ GIRALDO.
Texto introductorio:
 
Esta sesión está dedicada al texto “Observaciones sobre el amor de Transferencia”  de Sigmund Freud. Aquí Freud se ocupa de una de las situaciones transferenciales más comunes, el enamoramiento en el dispositivo analítico. Es de anotar que el psicoanalista no responderá a este amor a partir de la continuación de él en una unión legítima ni del sostenimiento de relaciones ilegítimas.
Una vía para resolver este punto puede ser dar por terminado el tratamiento analítico, como si un accidente lo hubiera perturbado, no obstante es una posición que no conviene al analista,  se puede afirmar entonces que sobre este amor ¿se pueda ejercer algún control que evite su aparición? El amor en la transferencia no es un accidente, constituye  el fondo de una repetición que no cesa, donde tienen lugar relaciones entre paciente y médico, del cual el psicoanálisis se diferencia por el manejo que hace de esta.
El uso de la transferencia en análisis no es posible sin la resistencia, que se sirve del amor para desviar el trabajo analítico justo en el momento en que un punto central  ha sido tocado por la palabra, aludiendo a la represión, ¿cómo es que algo que hace obstáculo a la cura sirve como motor?
La transferencia es una paradoja, un punto donde la paciente abandona el interés por el análisis y se centra en el interés de ser amada, aquí el psicoanalista no cede, pone el amor al servicio del trabajo analítico. No obstante, se debe contar con la Repetición, pues el amor en sí mismo es una repetición de modelos infantiles, la transferencia no es una excepción. El analista debe responder con la indiferencia, no es ignorar la situación sino ponerla al servicio del trabajo. El amor de transferencia es provocado por la situación analítica, empujado por la resistencia que gobierna la situación, su abordaje debe ser particular para ir en pro de la cura.
Cuestiones para la discusión:
 
1. En la situación de enamoramiento,  ¿qué pasa cuando se trata de un paciente varón, o cuando analista y analizado son del mismo género?
2. ¿Que se pone en juego en el enamoramiento incluso cuando este no es correspondido?
3. Si la cura tiene que ser realizada en la abstinencia, ¿de qué se trata la satisfacción que el analizante puede encontrar en el análisis?
¿Cómo pasar de sostener la necesidad de lo que en la satisfacción se da en la demanda, a hacer que se provoque un trabajo y no se produzca una transferencia negativa?
Cuál es la satisfacción que puede sostener a un analizante en la experiencia, ya que ese amor al que aspira no se realiza, hay una decepción, ¿qué en lugar de ese amor encuentra?
Se aborda el punto de la abstinencia, en dos vías, como el vinculo erótico en la amistad, truncada en su fin, y  la abstinencia como una tradición filosófica, como una práctica de la antigüedad, que tiene que ver con la purificación, de esta manera el analista tuvo que haber realizado su proceso de análisis.
Pero teniendo en cuenta esta abstinencia  ¿por qué una persona se queda en análisis?
Lo que sostiene a un analizante en un análisis es su propio deseo de saber, relacionado consigo mismo. La transferencia no se instala con el analista sino en el proceso analítico, con la tarea analítica. Por qué hablar de la transferencia con la persona del analista y no con la tarea analítica, con el deseo de saber infinito.
La transferencia tiene esa dimensión imaginaria, real y simbólica, siguiendo el grafo del deseo, el sujeto inicia en la base, sin tachar, es un sujeto humano que tiene una intención de satisfacción de una necesidad, se encuentra con la cadena significante y la transforma, ese encuentro, ese circuito m – i(a), donde m es el yo (moi), en tanto imaginario,   y el i(a) es el ideal del yo.
El primer circuito del grafo, el primer piso, se da en la dimensión imaginaria, donde se encuentra con la persona, con la imagen y lo imaginario. Alguien va donde un analista, donde la persona que él se imagina y pone en relación el moi y el i(a).
Esquema L 1
Del otro lado está el Sujeto y el Otro, al principio Lacan lo escribe como S y no como S tachado, lo escribe como ES, como el ello, diferenciado del yo. No hay una relación directa entre el sujeto y el Otro, tiene que pasar por el eje imaginario a – a’ que se presenta entre el yo y la imagen que se tiene del otro, este se representa como persona, enemigo, objeto sexual, ideal del yo, son valencias del aen la transferencia imaginaria. No obstante cuando alguien elige a un analista en el circuito a – a’, es un vínculo igual a cualquier otro lazo.
La dimensión imaginaria de la transferencia es el primer engaño, es una fascinación amorosa donde se pierde el sentido crítico. Luego viene una decepción  y entra lo simbólico, el segundo piso del grafo que representa el inconsciente. Lo que se elige en el primer piso se juega  en el segundo, allí se da la relación del deseo con el fantasma. Sin embargo se elige al analista desde el deseo inconsciente, de entrada hay una satisfacción imaginaria.
Cuando se avanza de la dimensión imaginaria a la simbólica estamos hablando del dispositivo analítico, es saber dónde está el Otro en la relación transferencial,  el sujeto empieza a relacionarse con el Otro, esta relación es siempre cortada por el eje imaginario que hace obstáculo. El inicio de la transferencia es vincular y se pasa al lazo transferencial o sea del SàO, es hacer que se pase de la persona al lugar, del analista al trabajo, independientemente de las envolturas que puede tener, es un alguien que cumpla esta función.
Esta relación estructural del develamiento del fantasma comporta satisfacción tanto imaginaria como simbólica, por eso se dice que se goza de la palabra, jouissance, un goce en el hablar. Es una ampliación significante que se despliega en el encuentro con el Otro. Por ello aparece el goce de la palabra y sus formas de ampliación del sentido:
La palabra al servicio de la memoria.
La palabra al servicio del acontecimiento.
La palabra al servicio de la razón.
La propia palabra como opacidad, como enigma, misterio.
Estos son vectores de la amplificación del sentido. Pero hay un límite al sentido, en ese hablar se introduce la dimensión de la Repetición, y es este concepto el que da la clave de la reducción; a partir de que las formaciones del inconsciente se repiten eso posibilita el cambio de registro.
Hay formaciones del inconsciente que se repiten porque hay un trauma, contrario al sentido, hay un hueco, una perturbación en el comportamiento que se vuelve síntoma, siempre vuelve al mismo lugar, de igual forma hay una relación de la palabra con el goce, cuando eso se repite. Un síntoma se reconoce por su dimensión de repetición, es una formación del inconsciente, que se produce cuando en el encuentro con el Otro se da una significación; algo que el sentido no logra resolver, no agota el síntoma y se repite, vuelve siempre al mismo lugar, un goce que ya no es de la palabra. Se pasa al registro  donde ya no es sentido sino vacío de sentido, se confronta con un vacío, con la represión primaria.
Los goces son varios:
–        El goce del sentido: del bla, bla, bla. Conectado entre el Imaginario y lo simbólico.
–        El goce fálico: conectado entre lo imaginario y lo real.
–     El Otro goce: está desconectado del sentido y de lo fálico, es la dimensión real, es el goce femenino.
Hay una faz del síntoma que tiene que ver con la repetición, no se descifra, algo en lo cual no opera la palabra, es una escritura salvaje del síntoma, está fuera de la cadena significante, como objeto a que no se nombra, pero tiene envoltura imaginaria bajo la forma de mirada, voz, heces… la reducción significante se da  para cercar ese objeto a.
Por eso se habla de la escritura, la letra, hay una escritura de un significado sin S2 que implica una dimensión del goce, esa es la raíz del síntoma en tanto adicción, a la salida se percibe algo de lo real, lo que vuelve siempre de la misma manera, es una dimensión de repetición que se actúa, es lo significantizable.
Cuando Freud se dio cuenta de que el síntoma es reiterado, es una conducta repetitiva, se vio obligado a reformular su tópica primera, hizo una reinvención del psicoanálisis en 1920 – 23.
Lacan lo nombra como la dimensión incurable del síntoma, eso es letra, escrito que no tiene sentido. La palabra depende de una escritura que itera, acción que repite un proceso y que tiene un valor de traumatismo, un encuentro con el goce y que puede tener la estructura de lo que en física se llama un fractal: estructura que se repite de la misma forma.
Esa iteración ya no se dirige al sentido, a la producción de significantes, no se dirige al ser o la falta en ser, se está en un punto de lo que no se puede hablar.
Entonces son dos formas de la escucha:
–        Una se dirige al ser y sus interpretaciones.
–        Otra es la iteración que se dirige a la existencia.
Ahí se está en la transferencia real, más allá del fantasma. Así el síntoma tiene dos dimensiones,  la que esclarece y la opaca al sentido. En esta última no hay palabras para decirlo, es un goce que como tal no es preciso. Allí se encuentra algo real, rebelde a la significantización, lo imposible,  un punto inmodificable. El sujeto tiene que inventar para reducir el síntoma, el daño, es una asunción radical de la ausencia de sentido, es un cómo hacer para vivir la pulsión, qué se inventa para salir de eso.
En este punto del análisis ya no importa el analista, se encuentra el hueso, lo que es irreductible. Se está en el nivel de lo real puro, donde ya no se trata de lo verdadero o falso, no es hacer consciente lo inconsciente porque esta es la dimensión significante. Se está en el terreno de lo real, que se llega a capturar bajo la forma de repetición en la transferencia, el sujeto dará cuenta de lo que puede hacer con su falta en ser.
La reducción significante también implica la reducción del Otro y de la transferencia. Es una transformación de la transferencia de amor a la transferencia de trabajo, es la invención de un nuevo amor. Queda el resto sintomático de cada uno.
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