Especialización en Psicología Clínica con Orientación Psicoanalítica

Curso: Principios Clínicos del psicoanálisis

Profesor: Mario Elkin Ramírez

Estudiante: Jenny Paola Polanco Jiménez

Relatoría de la clase del 18 de enero 2014

La consideración frente a las identificaciones siempre será un asunto no exento de incertidumbres y cuestionamientos para quien ubicado como psicoanalista emprende  la tarea de ubicarse en el lugar de escucha para otro que trae consigo un malestar ligado en cierto modo a una serie de identificaciones de las cuales empezará a dar cuenta dentro del dispositivo analítico, por la vía de la palabra, y algunas de ellas por la vía de la actuación en esta relación transferencial establecida con el psicoanalista de acuerdo entonces con los recursos con los que cuente ese sujeto ubicado en este caso como psicoanalizante.

De acuerdo con Lacan, la identificación opera en dos niveles o ejes que se entrecruzan: un eje imaginario en el que el yo se mira y se identifica o reconoce en la imagen del semejante como si fuera su propia imagen; y un eje simbólico, en el que el sujeto recibe las marcas del reconocimiento del Otro. Del eje imaginario y a partir de una imagen, resulta un yo, y del eje simbólico y a partir de un significante, resulta un sujeto. Estos dos ejes serán entonces el modelo, el marco, el prototipo sobre los que se harán todas las posteriores identificaciones en el sujeto y su yo, es decir, será este la base de sus identificaciones imaginarias y simbólicas.

La identificación resulta ser en este sentido, el principio fundamental que hace posible dos hechos de la cultura humana: la vida psíquica y el lazo social. De esta manera la identificación es en principio una relación que Freud llamó la primera “ligazón afectiva”, en este caso la referencia está ligada a la identificación imaginaria; pero es importante referir cómo el deseo del Otro entra a jugar un papel relevante en la identificación primordial, la cual da origen a aquello señalado previamente y que está ligado a la existencia de un aparato psíquico y la inserción en el mundo social, es el Otro entonces quien hace posible esta situación, por lo que resulta nodal que el deseo del Otro sostenga al niño en su desvalimiento, erogenizando su cuerpo, alimentándolo, cuidándolo, protegiéndolo, estas acciones son tomadas como signos de amor que tienen el carácter de don y su papel fundamental es inscribir al niño en el mundo simbólico, lo cual va más allá de la relación con el objeto, dado que supone el circuito de intercambios en el que ha entrado el niño. Estos dones cuentan con la característica de ser algo que se da o se niega a quien lo pide, no sin efectos en ambos casos.

Así, resumiendo hasta el momento lo planteado, la identificación opera gracias a que existe el deseo del Otro, y el don se manifiesta en el momento que se hace un llamado a  este Otro, en este mismo sentido se hace posible entender que es el Otro quien adopta al sujeto en su propio deseo, de allí que ser reconocido y adoptado por el Otro es un acto simbólico, un acto de palabra.

En este punto no se puede prescindir de la consideración de los efectos que trae consigo la identificación y este efecto es en primera instancia la alienación donde existe el sentimiento–inconsciente o consciente- de estar arraigado a algo, de estar para alguien, de pertenencia al Otro. Aquí la pregunta surge alrededor de lo que de un análisis se espera en términos de estas identificaciones, a lo que cabe señalar que la apuesta en el espacio analítico es por  la desidentificación y la nueva producción de otra identificación, no sin antes haber enfrentado la angustia que provoca dicha separación por medio de la palabra en la clínica del análisis.

Con el fin de establecer claridades y no caer en afirmaciones erróneas, resulta importante señalar que la identificación no puede ser considerada como un hecho patológico, sino como un elemento esencial en la constitución del yo, y funciona en conjunto con su contraparte, es decir, la desidentificación. En Freud existen dos formas de la Identificación: total, la cual opera entre la instancia psíquica yo y otra instancia inconsciente; y la identificación parcial, en la que el yo se identifica con un aspecto del objeto; así, la identificación se convierte en el proceso fundamental, esencialmente originario y constitutivo de lo psíquico, la condición para existir como sujetos; y habrá que ver entonces cuando esto falla los efectos sobre el sujeto. Ahora, es momento de plantearse una pregunta: ¿Qué rasgos son tomados del Otro?, para este interrogante al igual que para muchos desde el psicoanálisis no se le puede dar una respuesta o una salida universal, dado que es el sujeto quien elige, y este elige cualquier rasgo, aquel que haga resonancia en él, esto tiene que ver con la insondable decisión del ser, por lo que no existe manera alguna de predecir cuáles de los rasgos del objeto serán tomados por el sujeto.

La operación central de la práctica analítica se centra y está ligada en este orden de ideas al acto de nombrar, de producir  los significantes-amo del sujeto que tiene que ver con dar cuenta del ‘rasgo unario’, para tomar distancia de ellos y sólo así identificarse, reconocerse en ellos. El fin del análisis no sería un final donde el analizante sea reconocido por el Otro, sino en cierta forma de reconocimiento de su propio goce, alejándose o distanciándose en alguna medida de aquel lugar asignado por el Otro, dado que los otros hablan a través del sujeto, en la medida en que este elige palabras y significantes de los otros para tejer su propio inconsciente, y dando lugar a su propia autenticidad, y esta es posible precisamente gracias al tipo de síntesis que el sujeto realiza de todas esas identificaciones.

En el Seminario 9 de Lacan que tiene por nombre “La identificación”, el autor señala: de lo que se trata en la identificación debe ser la relación del sujeto al significante, lo que entendemos por identificación —porque en lo que encontramos en la identificación, en lo que hay de concreto en nuestra experiencia concerniente a la identificación— es una identificación de significante (Lacan, 1961, p.7).

Se trata entonces que en el espacio psicoanalítico, el sujeto vaya levantando las identificaciones más estables, por lo que recibe por parte del analista la autorización para que en el espacio de análisis tome distancia de las normas y las reglas, y es en la medida en que toma distancia de esta normatividad que puede tomar también distancia de las identificaciones, donde se presenta una subversión del sujeto que significa actuar y ser consecuente con su deseo, es así como el aflojar las identificaciones puede ser concebido como un efecto de tal subversión. El analista está allí para permitir el despliegue de todos los contenidos que el sujeto analizante pone en escena dentro del análisis, será entonces papel y función del analista producir y sostener el deseo de saber acerca de su propio inconsciente por parte del analizante, dejando siempre abierta la pregunta, el enigma, y no obturándola, tampoco será su función ubicarse en alguno de los lugares en el que el analizante lo ubica en el camino y la empresa que ha emprendido de aflojar sus identificaciones.

Referencias:

Correa, Eleazar (2010). La identidad y la identificación: Laclau y Zizek. En: http://www.cartapsi.org/spip.php?article15

Lacan, J. (1961). Seminario IX: “La identificación”. Clase 2 del 22 de noviembre de 1961. Editorial Paidós.

He aquí otro enlace para profundizar en la diferencia entre Identidad y segregación

Cibergrafía:

Terapia Psicoanalítica

Video: Segundo principio

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