CURSO: Sujeto, memoria y conflicto

DOCENTEMario Elkin Ramírez

ESTUDIANTE: Manuela Duque García

Protocolo del 25 de octubre 2016

La clase del pasado martes 25 de octubre, inicia con la exposición por parte del compañero Oscar acerca de la introducción del texto “El Cielo No Me Abandona” de Patricia Nieto, donde inicialmente se hace referencia al deber que tienen reporteros o escritores para generar un ambiente de confianza con quien relata, para que el acto mismo de contar la historia se convierta en un proceso de sanación.

Se menciona entonces que en el texto se pueden encontrar 20 voces capaces de dar testimonio del conflicto armado en Colombia, dado que esta forma de narración es de contexto, es necesario abrir ciertos canales en el individuo que pueden no ser fáciles de cerrar por el sentimiento de dolor que puede dejar narrar la historia para los sujetos, es necesario entonces llegar a cierto nivel de confianza, para ello, se realizaron antes unos talleres y propuestas con estas personas para poder lograr el material que se presenta.

En los relatos, se sustrae la perplejidad propia del yo desde las voces que se asumen y se les da un tinte según sea el agregado de sus palabras, azul son las voces donde el recuerdo duele más, el rojo donde se describe el horror contundente que el sujeto ha padecido, el verde aquellos que van en  busca de explicaciones y responsables, el púrpura los que relatan un luto que nunca acaba y el blanco para las memorias que llegan de la infancia.

El yo expuesto en esas tonalidades permite que para lector la historia se impregne en una matriz de sentimientos, y estos escritos a su vez son evidencia del proceso histórico que ha representado el conflicto armado en Colombia.

Narrar es un asunto colectivo, un mecanismo usado por las comunidades para reafirmarse, identificar las mutaciones de la realidad social y configurar el relato histórico a partir de la cultura.

Medellín ha sido centro del conflicto armado y a su vez centro de iniciativas nacionales de paz donde se proponen dos tipos de narrativas: La narrativa del terror, donde se presenta Medellín como la más violenta y la narrativa de la seguridad, donde se presenta Medellín como la ciudad que renace.

Después de dar cuenta del contenido de la introducción, se da paso a algunos comentarios, donde el expositor hace alusión al origen de la guerra en Colombia que surge a partir de una confrontación de ideas o intereses de dos bandos y que las personas del común no conocen el porqué de la cultura del odio, señala además que narrar se ha convertido en la única forma que tienen las víctimas para hacerse sentir.

Seguidamente se da paso a una segunda exposición por parte del compañero Felipe, sobre el segundo capítulo del libro “Jamás Olvidaré Tu Nombre” titulado “Dos Asesinatos Que Marcaron Mi Vida”, este libro se realizó en base a unos talleres que se hicieron con víctimas que decidieron contar su experiencia y sentimientos a partir de la escritura, con la intención de que las víctimas fueran escuchadas, permitiendo a su vez un proceso de catarsis.

La historia que narra el capítulo es de Elizabeth, una mujer que vivía en La Sierra con sus hijos y cierto día presencia un asesinato y la amenazan por esto, en diferentes ocasiones le advertían que se fuera porque la iban a asesinar, ella se va para donde el papá de sus hijos y a partir de ese día un grupo que se hacía llamar “Las Milicias del 5 y 6 de Noviembre” se apropian de su casa, después se va para donde su madre y la persona que la tenía amenazada descubre dónde está, Elizabeth se desplaza a vivir en diferentes lugares, en un barrio asesinan a su hijo mientras jugaba fútbol por no querer pertenecer a una banda delincuencial del lugar, un poco antes su padre también había fallecido por causas naturales, estas son las dos muertes que marcaron su vida, Elizabeth después recupera su casa pero ya no la sentía propia por el significado de las pérdidas que ya había tenido.

 A continuación, el profesor inicia con su intervención señalando que son relatos de víctimas directas del conflicto armado colombiano donde no solamente es una cuestión política sino que se vinculan otros elementos complejos que se reflejan en el sufrimiento de las víctimas, como la paleta de colores a la que se alude en la primera exposición, donde se involucran también las diferentes subjetividades de las personas, además de que hay un elemento común en las víctimas que es “el duelo”.

A partir de allí inicia con la reflexión desde el psicoanálisis, haciendo alusión a un contexto en Medellín de delincuencia común, violencia y narcotráfico, el compañero Oscar trae a colación un fragmento muy interesante donde se habla de una filosofía que las mafias del comercio ilícito de drogas dejaron en los barrios populares de Medellín, donde se habla de dignidad entendida como venganza, bienestar como ostentación, libertad como lealtad al capo y trascendencia como muerte temprana.

El profesor Mario Elkin Ramírez señala entonces, que a nivel urbano el contexto de violencia se instaura cuando ingresa el narcotráfico en nuestra sociedad, nuevos valores sociales vienen anudados al narcotráfico, hay un trasfondo del conflicto armado con tres ingredientes, primero el bipartidismo, después la insurgencia y por último el narcotráfico, modificando lo social, lo político y lo económico, generando a su vez efectos subjetivos en cada persona que habita este país.

La violencia no se ha sentido sólo en lo rural, en la ciudad se urbanizó el conflicto con otros actores, grupos armados que enseñaron táctica,  pero no política a los jóvenes, de lo cual el narcotráfico se aprovecharía después, instaurando la filosofía de dignidad como venganza, bienestar como ostentación, libertad como lealtad al capo y trascendencia como muerte temprana, nuevos valores sociales ligados al capitalismo.

Se creó un mercado local de micro-tráfico que no sólo aumentó el consumo de drogas en los jóvenes, sino que peor aún, como el mayor daño que pudo causar el narcotráfico a Colombia,  instauró la filosofía anteriormente mencionada por lo menos en dos generaciones, una mentalidad del “todo se vale”, “el camino corto”, “la vida intensa”, apoyada además en los medios de comunicación que perpetuaron la imagen del capo, generando estos imaginarios de Colombia, incluso en el exterior, el profesor señala que esto implica una dimensión de segregación, una marca que el pueblo colombiano se ganó, algo que hizo parte de nuestra historia y la tenemos que asumir, elaborar e integrar.

La compañera Angie, introduce otro aspecto a la reflexión, el papel de las mujeres en este contexto de violencia urbana, la dignidad era ser el objeto de amor de ese actor armado, ser la mujer del sicario, el bienestar y la ostentación en el cómo me veo, se marcó un estereotipo de mujer bonita y voluptuosa enmarcado en la narco-estética.

Por otra parte, este contexto generó un nuevo fenómeno en la ciudad “el desplazamiento intra-urbano”, un nomadismo impuesto en una cultura sedentaria, donde se da una sensación de desarraigo de lo propio, las personas construyen su identidad conforme al lugar en que habitan, hay una construcción simbólica, una relación que incluso puede ser imaginaria por ser de doble vía “la tierra me pertenece, yo le pertenezco a la tierra”, ahí se cruzan construcciones de identidad muy interesantes, cuando la guerra siempre va de la mano con ese desplazamiento, a nivel psíquico de las personas ocurre algo, se pierden las coordenadas, aunque las personas retornen nunca vuelve a ser lo mismo, es algo en el orden del objeto perdido, es una consecuencia del conflicto que no puede ser reparada.

Hay un asunto de duelo, de luto de un objeto perdido que jamás podrá ser recuperado, de eso nos tenemos que hacer conscientes, puede haber una reparación simbólica, económica pero nunca volverá a ser lo mismo, porque un acto de guerra le divide la vida a las personas en dos “antes y después” la vida no puede ser igual, lo perdido es irrecuperable, incluso si  es devuelto.

El profesor Ramírez plantea que Freud en su texto “Duelo y Melancolía” dice que cuando un sujeto pierde (sea un ideal, un proyecto, un ser querido) hay un sentimiento de perplejidad, es decir, una súbita pérdida de sentido, siempre se están buscando explicaciones y cuando no hay sentido nos desesperamos y creamos ideas para explicar las cosas, apoyándonos por ejemplo en ideas de la religión o el destino, luego viene el horror, el dolor, que no tiene nada que ver ya con el sentimiento de angustia en la medida en que ya se cuenta con una explicación.

El duelo es un trabajo psíquico, no es que el tiempo cura, sino el trabajo que se pueda hacer a través del tiempo para tramitar ese duelo, hay personas que se quedan toda la vida en duelo, aparecen los auto-reproches que para Freud son una parte del yo que le reprocha a otra identificada con el objeto perdido, es un trabajo pasar de ese estado donde hay un repliegue libidinal del mundo después de perder esa persona, ideal u objeto, donde muchas personas pierden incluso el sentido por la vida y puede aparecer el suicidio, el trabajo consiste entonces en reanudarse al mundo, volver a investir la lívido en las cosas del mundo, volcar la lívido del yo que se recogió con el duelo en los nuevos objetos del mundo y el trabajo del llamado pos-conflicto será de duelo, de elaboración, de reanudar el mundo con los agujeros que quedaron, volver a querer un mundo agujereado, donde faltan personas, objetos, ideales.

Es un sentimiento interesante de memoria, porque no es olvidar, olvidar significa represión y represión significa retorno de lo reprimido de manera sintomática, sino que se trata de elaborar, la elaboración del duelo es anudarse a la vida desde otras bases, como en los textos expuestos, elaborar a partir de la escritura, hay que buscar los recursos existentes para enlazarse a lo social.

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