Psicoanalista en Madrid. Docente del Instituto del Campo Freudiano (ICF). Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
Jacques Lacan transmitió una idea muy sencilla sobre el objetivo de su práctica clínica diciendo que se trata de “no empujar demasiado lejos un psicoanálisis” de manera que «Cuando el analizante piensa que le es dichoso vivir, es suficiente”
Vamos a ocuparnos de aquellos que pierden la dicha de vivir y no vuelven a hallarla, quedando sumergidos en una tristeza permanente. Pasaremos por alto los estados de tristeza episódicos que todos experimentamos con mayor o menor frecuencia para colocar el foco sobre la tristeza convertida en una verdadera pasión, incluso en un vicio supuestamente imperdonable, según algunos pensadores que a lo largo de la historia la han considerado como el mayor de los pecados.
Santo Tomás, Spinoza y Dante son evocados por Lacan para entender su concepción de la tristeza como una cobardía moral y no un estado de ánimo.
Trataremos de argumentar esta tesis desde la ética del psicoanálisis pues no va de suyo que hablar de pecado y de cobardía no caiga del lado de la valoración moral, teniendo en cuenta que ningún juicio moral está permitido a aquel que se dice psicoanalista.
Tomado del sitio de: Patricia Tarassa