Curso: Lo trágico de la adolescencia.

Profesor: Mario Elkin Ramírez

Protocolo del día 6 de agosto de 2015

Realizado por: Juliana Carolina Jurado Giraldo

 

Tomando como base una pieza de la obra Despertar de Primavera (escena quinta, IV acto) del dramaturgo alemán Frank Wedekind, se plantea -como en anteriores ocasiones en clase- un análisis de los diques contra la pulsión, es decir, unas barreras morales que atraviesan la mente del sujeto (vergüenza, asco). El autor de la obra muestra a uno de los personajes, Wendla, una adolescente de familia acomodada, quien le cuenta a Melchor, su amigo, que tuvo un sueño en donde ella se encontraba en la miseria y en condiciones deplorables, sometida a llevar una limosna que le exigía su padre y que al no llevarla a casa, éste la golpeaba; de la misma forma, Melchor trágicamente sueña con que le pega a su perro. Haciendo la comparación entre los sueños de Wendla y Melchor, el sueño de él es sádico y el de ella es masoquista.

En la infancia hay una crueldad innata que viene de una predisposición pulsional. Precisamente en la adolescencia, además de las barreras morales, aparecen imposiciones culturales tales como la compasión, que en este caso provienen de un entorno occidental y católico como el de la obra. Contextualizándolo con lo enunciado al inicio, Wendla tiene una predisposición infantil y sexual masoquista, ya que en su casa nunca ha sido golpeada, conllevando esto a que sea ella (en su sueño y luego a Melchor) la que pida este tipo de agresión física. Desea ser golpeada pero no pierde ese rasgo compasivo tan característico de su cultura y de su tiempo. La compasión es reactiva de su sado-masoquismo.

En la pubertad hay una desorientación sexual, así como del tipo de placer. La protagonista acude a su amigo Melchor para cumplir con su fantasía de ser golpeada, aunque se realice contra la voluntad de éste. Ella posteriormente manifiesta su deseo de tomar el lugar de Marta Wessel (quien es golpeada por sus padres), asociando el placer con el sufrimiento físico y la miseria. En medio de todo este descubrimiento sexual, Wendla reflexiona y le comenta con Melchor sobre la conducta caritativa que su familia tiene con las prendas usadas: dan lo que les sobra, ejerciendo la caridad explícitamente. En contraste se podría observar la perspectiva que le da Lacan en Seminario de la Ética tomando la historia de San Martín de Tours, reflexionando la psicología de la caridad. San Martín va a caballo y por el camino se encuentra con un mendigo al que le da la mitad de su capa. En este acto se evidencia la conducta caritativa de no arriesgar las posesiones: San Martín podría llegar a su destino con media capa sin sufrir ningún reproche o inclusive imponer una nueva moda. Contrario a lo que hace la familia de Wendla, el santo dio lo que tenía, aunque en realidad no arriesgaba socialmente prestigio alguno.

Ligado con la evocación de Lacan sobre la historia de San Martín, se desprende un análisis sobre la imposición discursiva de necesidades asistencialistas, que está tan extendida en nuestra sociedad. El protagonista de la narración que retoma Lacan supuso que el mendigo necesitaba media capa, sin preguntarle ni siquiera sus desventuras. Esto se podría extrapolar a la actuación de los políticos cuando imaginan un plan que no consultan con la gente que pretende afectar. Al ignorar al previamente actor beneficiado se genera un ambiente lleno de seres de necesidad. Finalmente, todo lo anterior se podría relacionar con una conducta psicológica: la caridad tiene un revés sádico. Las personas que “ayudan” sostienen una relación de dominación y sumisión con los carenciados, pues al tiempo que ejercen una acción asistencial parcial y nada concluyente para la situación de miseria de la persona, se regodean al observar el dolor y la miseria en el espectáculo del que son partícipes.

Wendla sueña que es golpeada, revela su fantasía y descubre el revés sadomasoquista de la compasión, mientras desafía el ego masculino de Melchor, pues al consentir ser golpeada y exigir mayor intensidad, rogándole y recibiendo una golpiza, satisface un íntimo deseo enclavado en su inconsciente. Al mirar los casos de violencia intrafamiliar frecuentes en nuestra sociedad, se puede observar la implícita condición sadomasoquista que tiene la víctima en muchas ocasiones. Hay una responsabilidad subjetiva en esta situación, ya que somos responsables de lo que permitimos que nos hagan, responsabilidad que la víctima reduce a consentir y condonar la gravedad del hecho a través del perdón, conduciendo la situación a un círculo vicioso.  En el fondo, el masoquista goza en la identificación con el sádico, y viceversa. En la obra, Melchor está contrariado debido a que no obtiene placer en la solicitud de Wendla, caso contrario a lo que pasa en las obras del Marqués de Sade, donde el victimario es quien induce a la víctima a la desinhibición sexual. Melchor siente una división en su ánimo, entre el deseo y el hecho de pegarle y no pegarle, pues aprecia a la muchacha pero ella lo hace enfurecer y luego se siente mal por acceder a este hecho.

En la escena posterior de la obra ya no hay sadomasoquismo. Hay una relación sexual entre Wendla y Melchor, donde ella no se deja besar (influenciada por la información de su madre sobre la concepción). No hay un encuentro amoroso en el sentido de armonía y totalidad. Existe un desencuentro amoroso, donde Melchor solo quiere sexo y Wendla busca el amor. No se observa una ley que regule este acto. Este es un perfil de la tragedia adolescente.

La idea de la media naranja no proviene de la mitología judeocristiana (en el génesis los primeros humanos son expulsados del paraíso), se presenta en cambio en la filosofía de Platón. En El banquete pone en boca de Sócrates sus teorías (derivadas de las ideas de Diotima), y con Aristófanes (rival de Sócrates) hacen una competencia para elegir a quien dé el mejor discurso sobre el amor. Es Aristófanes quien dice que el principio existían unos seres con un solo cuerpo pero con cuatro brazos y  piernas, y dos cabezas. Pero los dioses los separaron porque supuestamente estos seres tenían intenciones de usurpar su poder. De ahí que las mitades de estos seres (que somos nosotros los humanos) buscamos la otra mitad, y hayan nacido todos los gustos sexuales. En la realidad este mito se desmiente en la carencia de innatismo conductual en términos sexuales. En la obra se observa que cuando Melchor y Wendla se encuentran a solas para realizar el acto sexual no sabe qué hacer con sus cuerpos.

Melchor tiene que descubrir lo que debe hacer con Wendla en los grabados y textos que le pasa Mauricio.  Los acontecimientos postreros desembocan en un final trágico.

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