Mario Elkin Ramírez

Un reciente artículo en una revista culta,[1] introduce una variable antes impensada: la belleza masculina, a la hora de la elección femenina de objeto de amor. El artículo cita a la periodista Vicky Larson, quien en una columna delHuffinson Post, exclama que le: “[…] preocupa el desprendimiento con que [los hombres apuestos] abandonan a su esposa y a sus hijos por otra mujer” (pág. 66).

El artículo, basándose en una especie de neodarwinismo explica que:

“[…] estos hombres masculinos son los que más tienen éxito entre las féminas. Esto se debe a que ellas, especialmente las más bellas, quieren asegurar que sus hijos tengan buenos genes y por eso prefieren a los hombres con altos niveles de testosterona […] El problema es que ellas,que siempre lo quieren todo, también anhelan que esos hombres guapos sean hogareños y estén dispuestos a compartir las labores del hogar para asegurar la crianza de los hijos. Desafortunadamente, dicen los expertos, estas dos versiones de hombre, la del macho semental y la del macho hogareño, raramente vienen en un solo paquete” (pág. 66).

Las mujeres resolverían el dilema de acuerdo con el escenario sociológico: en los países pobres:

“[…] ellas siguen prefiriendo inconscientemente a los más masculinos porque en condiciones precarias necesitan hombres bien dotados para procurar su sustento y el de los hijos. Pero en los industrializados, donde las mujeres han alcanzado una posición laboral destacada, e incluso donde muchas ganan más que ellos, el rasgo masculino tiende a ser menos importante que el hogareño. En estos casos ellas prefieren sacrificar los “buenos genes” de los machos alfa por una compañía a largo plazo que garantice una crianza compartida” (pág. 67).

Desde el psicoanálisis, nuestro presupuesto es que los seres hablantes han transformado los instintos animales en pulsiones, lo que lleva consigo que la elección de objeto no sea un hecho genético sino un hecho de lenguaje, esto es, social y cultural. Las condiciones de elección de objeto de amor o de goce no obedecen a criterios biológicos sino psíquicos e inconscientes. Por ello en el artículo en cuestión -lo cual no les parece contradictorio- terminan explicando estos hechos aduciendo causas socioeconómicas. Las mujeres terminarían eligiendo objeto en función de la preservación de la especie, lo que las pondría de nuevo bajo la servidumbre voluntaria de la maternidad y de la atención al macho alfa y al hogar, y además, eligiendo pareja en función de criterios de sobrevivencia económica y genética.

Otras mujeres intentan “[…] secretamente, ir por todo, con lo que se conoce entre los biólogos como la estrategia “mixta” de apareamiento. Esta consiste en casarse con un esposo fiel, sólido y comprensivo y tener de amante al hombre atractivo y masculino” (pág. 67).

La división neurótica que Freud señalaba en el hombre según la cual sólo podía amar a la mujer que no deseaba sexualmente, según el modelo materno, o sólo podía gozar sexualmente de una mujer que no podía amar, se presenta en el artículo como una estrategia femenina para tenerlo todo, para no sacrificar nada, para no ceder perdiendo, placer sexual o seguridad y amor. Es un dato de la clínica contemporánea que esa división se encuentra igualmente en algunas mujeres, que aman a sus maridos sin desearlos y se satisfacen sexualmente con hombres con los que no se casarían.

Y si los matrimonios con tipos apuestos son los menos estables ¿cuáles son los más sólidos?

“[…] un trabajo hecho por James McNulty de la Universidad de Tennessee y publicado en 2008 en la revista Family Psychology, concluyó que aquellos matrimonios en los que la mujer es más bonita que el hombre tienen más probabilidades de perdurar porque el hombre feo en esta situación tiende a ser más compasivo y comprensivo con ellas. “El más feo que su esposa está obteniendo más de lo que podría esperar y por eso va a trabajar con empeño para mantener esa relación” señaló McNully en el trabajo” (págs. 66-67).

 

Es la forma en que la “ciencia” quiere hacer existir la relación sexual entre los sexos, es decir, la armonía entre hombres y mujeres a costa de que las mujeres renuncien a tener un hombre bello y lleno de testosterona y elijan a un menos favorecido en esos aspectos. De paso, eso coloca a la mujer en el imperativo de ser bella para poder tener la opción de elegir, o bien uno bello y efímero o uno feo, pero fiel y estable.

Además, es la mujer bella quien, según otro trabajo “científico”: “[…] podría decidir cuándo acabar la relación. Según lo explica Rob Burris, psicólogo de la Universidad Stirling […] las mujeres bonitas pueden darse el lujo de escoger y son más seguras a la hora de abandonar una relación” (pág. 67).

Todo el artículo ignora de forma implícita a la mujer fea, quien, deducimos, no podrá elegir, lo cual es altamente discriminatorio. Del lado de los hombres, esto condena a los guapos a la ética del soltero, mientras que los feos, por recibir más de lo que podrían esperar, se dedicarán a cuidar a la mujer bella. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que por el paso del tiempo o la tenencia de los hijos pierda ésta su belleza? Es algo que no dice el artículo. En cambio, como de pasada, deja un testimonio de Zsa Zsa Gabor, una famosa actriz Húngaro-estadounidense que se casó nueve veces; algún día ella exclamó: “Quiero a un hombre amable y comprensivo ¿Será pedirle mucho a un millonario?” (pág. 67).

En la precariedad de lo simbólico del siglo XXI, en el sentido de que han caído los grandes referentes religiosos, políticos, sociales e incluso estéticos que definían lo que era un hombre y una mujer, estas nuevas variantes “científicas” pretenden, en la vulgarización, dar fórmulas para tratar de resolver lo irresoluble: el encuentro con que así pertenezcamos, hombres y mujeres a una misma especie, la humana, psíquicamente estamos constituido como dos especies diferentes, lo que hace que el pensar, el sentir y el actuar, sean de una diversidad tal, que sólo nos queda el malentendido. Hacer con ello es, desde el psicoanálisis, una solución muy diversa a insistir en encontrar la fórmula de la armonía allí donde reina el imposible.

Notas

  1. Las mujeres los prefieren feos. Revista Semana. N° 1521, Bogotá : s.n., Del 27/6 al 4/7 de 2011, págs. 66-67.
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