Mario Elkin Ramírez

Desde los comienzos del psicoanálisis, Freud descubre que hay un límite a la interpretación de los sueños. Infiere que las asociaciones llegan a un punto en el cual, el tejido reticular de las mismas se hace denso y por ello, impenetrables; es lo que llama el ombligo del sueño: “Aun en los sueños mejor interpretados –dice- es preciso a menudo dejar un lugar en sombras, porque en la interpretación se observa que de ahí arranca una madeja de pensamientos oníricos que no se dejan desenredar, pero que tampoco, han hecho otras contribuciones al contenido del sueño. Entonces ese es el ombligo del sueño, el lugar en que él se asienta en lo no conocido. Los pensamientos oníricos con que nos topamos a raíz de la interpretación tienen que permanecer sin clausura alguna y desbordar en todas las direcciones dentro de la enmarañada red de nuestro mundo de pensamientos”.[1]

Para Lacan: “esto quiere decir que hay un punto que no es aprehensible en el fenómeno: el punto de surgimiento de la relación del sujeto con lo simbólico”.[2] Y relaciona ese ombligo del sueño con lo real, dice: “Imagen enigmática a propósito de la cual Freud evoca el ombligo del sueño, relación abisal con lo más desconocido, marca de una experiencia privilegiada excepcional donde un real es aprehendido más allá de toda mediación, imaginaria o simbólica”.[3]

Este punto de real es reencontrado por Lacan en la psicosis.[4] El ombligo del sueño es el punto de relación con el corazón del ser, en una relación en la cual ya no se trata de significantes, se plantea como un sentido pleno que aspira al sujeto hacia el núcleo delirante. Destaco que cuando aparece o el ombligo del sueño o el núcleo delirante, el sujeto desaparece, es aspirado por ese real, por lo real de su ser de goce que constituye la relación con lo desconocido o el núcleo del delirio como construcción que responde a ese real.

Luego Lacan relaciona específicamente ese punto de real con lo esencial en el juicio íntimo del analista, con el cual paga en el análisis: “para mezclarse en una acción que va al corazón del ser Kern unseresWesens”.[5] Es decir que, el analista se juega en el análisis con la política de lo real donde involucra esa relación con lo desconocido de su propio ser. Es allí donde se dirige su acto y su palabra, apuntando en el analizante, igualmente, a ese punto real, reduciendo lo simbólico de sus asociaciones para cercar ese punto real indiscernible.

Después Lacan precisa la acción del analista en este mismo sentido[6]. La experiencia dramática del sujeto en el análisis es que mientras en el lenguaje hace la experiencia de su falta en ser, el límite opuesto reaparece en el corazón de su ser un agujero de lo simbólico.

Un poco más adelante en su enseñanza, vuelve sobre el asunto referido al fenómeno del duelo.[7] En el corazón de lo simbólico está esa hiancia, ese real que agujerea lo simbólico y que corresponde a la falta en ese sistema.

No es solo en la neurosis donde esto aparece, en el mismo seminario[8] contrapone a la hiancia del sujeto, a ese agujero negro en el centro de la subjetividad, el recurso de la reconstrucción, la articulación en la estructura, de lo que desaparece del sujeto.

En esa hiancia se disuelve el principio del placer, luego entonces, encontraremos su más allá, es decir, el goce como dimensión imposible de conocer y a la que Lacan le da un nombre freudiano, la represión originaria.

En efecto, Freud durante su práctica, en los análisis más avanzados se encontró con que había sucesos imposibles de recordar, y avanza la hipótesis de una represión originaria imposible de levantar. Esa represión es mítica para Freud, por eso la relaciona con el pasado olvidado de la especie humana. Lacan se refiere a ello en el seminario XI.[9] La represión originaria es en el análisis una nueva designación del mismo fenómeno, pero en otra dimensión de la experiencia, ya no como límite del sueño, sino como alienación fundamental del sujeto, constituida más allá de la cadena significante, alienación de otro orden distinto de lo simbólico.

Lacan opondrá esa represión primordial a la ambición de la ciencia de decir lo verdadero de lo verdadero en su escrito La ciencia y la verdad.[10] En esa referencia habla de la función de aspiración de esa represión originaria sobre la cadena significante, fuerza a la que se le anexa la expulsión de la represión secundaria, o propiamente dicha, de la que habla Freud. Esa función de atracción del agujero es lo que hace pensar en la fragilidad de nuestras construcciones, ficciones, delirios y creaciones, que por tanto han de renunciar a la completud, a la armonía, a lo verdadero, lo bueno y lo bello. Por lo que no nos quedan sino los fines pragmáticos del análisis.

Si hablamos de sujeto hay que decir que es por metáfora, en tanto retorno de lo reprimido, de algo que representa, es índice del ser del sujeto, pero cuya existencia, su esencia, su ser, se haya bajo el peso de esa represión primordial, es al menos lo que sostiene Lacan en otro de sus seminarios.[11] El sujeto vendría a manifestarse como inermidad ante el retorno de ese goce reprimido que en lo real aparece como mirada en lo real. Hay un borramiento subjetivo, aun del frágil sujeto barrado, metafórico, significante, en el caso de la neurosis, y con mayor razón en la psicosis, ante la invasión del retorno de lo reprimido primordial en lo real, es fuerte decir que el sujeto del inconsciente desaparece, se esfuma, se desvanece, se eclipsa, es la completa desubjetivación, un punto de des-ser, al que también se ve enfrentado el neurótico cuando en el análisis vacilan sus identificaciones o sus significantes primordiales.

Finalmente, quiero señalar que en algunos textos tardíos de Freud, un año antes de su muerte, se encuentra de nuevo con esta dificultad que, por tanto, cruzó completamente su obra. Declara que frente al límite de la rememoración, es decir, cuando ya ha habido una reducción del sentido, el analista podría construir lo que falta en ese lugar a partir de la proyección de la lógica discursiva que hasta ese momento ha sostenido el sujeto.

Es ya una posible salida para aquello imposible de decir.[12] Idea que completa de manera exhaustiva en el texto Construcciones en el análisis cuando dice que el “trabajo de construcción o, si se prefiere, de reconstrucción muestra vastas coincidencias con el del arqueólogo que exhuma unos hogares o unos monumentos destruidos y sepultados. […] sólo que el analista trabaja en mejores condiciones, dispone de más material auxiliar, porque su empeño se dirige a algo todavía vivo, no a un objeto destruido […] Pero así como el arqueólogo a partir de unos restos de muros que han quedado en pie levanta las paredes, a partir de unas excavaciones en el suelo determina el número y la posición de las columnas, a partir de unos restos ruinosos restablece los que otrora fueron adornos y pinturas murales, del mismo modo procede el analista cuando extrae sus conclusiones a partir de unos jirones de recuerdo, unas asociaciones y unas exteriorizaciones activas del analizado”.[13] Y sin embargo, reconoce que en el análisis dicha construcción solo es una tarea preliminar: No obstante, opina que “construcción es, con mucho, la designación más apropiada.Interpretación se refiere a lo que uno emprende con un elemento singular del material: una ocurrencia, una operación fallida, etc. Es construcción, en cambio, que al analizado se le presente una pieza de su prehistoria olvidada”.[14]

Freud mismo relaciona la construcción con el delirio. Al final de este texto dice: “Así como nuestra construcción produce su efecto por restituir un fragmento de biografíaLebengeschichte “historia objetiva de vida” del pasado, así también el delirio debe su fuerza de convicción a la parte de verdad histórico-vivencial que pone en el lugar de la realidad rechazada”.[15]

Lacan sigue este método de Freud cuando lo aplica a su análisis de Goethe dice: “si retoman el texto […] verán que lo que puede parecer aquí en una rápida exposición, una construcción, se confirma por toda clase de detalles extraordinariamente manifiestos y notables, incluyendo las analogías literarias”.[16]

Y también relaciona la construcción con el delirio: “subrayo con firmeza que los fenómenos elementales no son más elementales que lo que subyace al conjunto de la construcción del delirio. Son tan elementales como lo es, en relación a una planta, la hoja en la que se verán ciertos detalles del modo en que se imbrican e insertan las nervaduras: hay algo común a toda la planta que se reproduce en ciertas formas que componen su totalidad. Asimismo, encontramos estructuras análogas a nivel de la composición, de la motivación, de la tematización del delirio, y a nivel del fenómeno elemental. Dicho de otro modo, siempre la misma fuerza estructurante, si me permiten la expresión, ésta en obra en el delirio, ya lo consideremos en una de sus partes o en su totalidad”.[17]

Pero si el delirio es en la psicosis una construcción, también lo es en la neurosis el Nombre-del-Padre, así lo propone Lacan en el seminario IV: “el padre simbólico es una necesidad de la construcción simbólica, que sólo podemos situar en un más allá, casi diría como trascendente, en todo caso como un término que, como les dije de paso, sólo se alcanza mediante una construcción mítica”.[18] Son respuestas, tanto el delirio como el mito del padre simbólico, al agujero del que se hablaba al comienzo. El mito es aquí concebido en el sentido estructuralista.[19] Tanto los mitos colectivos como los mitos individuales, las fantasías neuróticas como los delirios psicóticos tendrán una homología estructural.

En el caso de la neurosis, dice Lacan, “toda construcción analítica se apoya en la consistencia del complejo de Edipo”.[20] Lo cual se traduce en el hecho de que no solo la interpretación, sino también la construcción, toman apoyo y consistencia en el Nombre-del-Padre.

Lacan encuentra, finalmente, que la construcción está en la serie de la creación, a propósito de Leonardo: “lo que él nos aporta es a menudo absolutamente admirable por su inventiva, su construcción, su creatividad”.[21]

Sea esta pues la presentación intuitiva de lo que será el trabajo de Jorge Chamorro en la elucidación del vacío y las construcciones en psicoanálisis: el síntoma. Ficciones, delirio y escritura.


[1] Sigmund Freud, La interpretación de los sueños, en: Obras Completas, vol. 5, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p. 519.

[2] Jacques Lacan, Le séminaire,livre II, le moi dans la théorie de Freud et dans la technique de la psychanalyse, Paris, Seuil, 1978, p. 130.

[3]Ibíd., p. 209.

[4]Jacques Lacan, Le séminaire, livre III, les psychoses, Paris, Seuil, 1981, p. 295.

[5]Jacques Lacan, La direction de la cure et les principes de son pouvoir, en : Écrits, Paris, Seuil, 1966, p. 587.

[6]Jacques Lacan, Remarque sur le rapport de Daniel Lagache, « Psychanalyse et structure de la personnalité », en : Écrits, Paris, Seuil, 1966, p. 655.

[7] Jacques Lacan, Le séminaire, libre VI, le désir et son interprétation, clase del 29 de Abril de 1959, inédito.

[8]Ibíd., clase del 10 de Junio de 1959, inédito.

[9] Jacques Lacan, Le séminaire, livre XI, les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse, Paris, Seuil, p. 213.

[10]Jacques Lacan, la science et la vérité, en: Écrits, Paris, Seuil, 1966, p. 868.

[11] Jacques Lacan, Le séminaire, livre XIV, la logique du fantasme, clase del 16 de Noviembre de 1966.

[12] Sigmund Freud, Esquema de psicoanálisis, en: Obras Completas, vol. XXIII, Buenos Aires, Amorrortu, 2004, p. 158.

[13] Sigmund Freud, Construcciones en el análisis,en: Obras Completas, vol. XXIII, Buenos Aires, Amorrortu, 2004, p. 261.

[14]Ibíd., p. 262.

[15]Ibíd., pp. 269-270.

[16] Jacques Lacan, Le mythe individuel du névrosé ou poésie et vérité dans la névrose, Paris, Seuil, 2007, p. 43.

[17]Jacques Lacan, Le séminaire, livre III, les psychoses, Paris, Seuil, 1981, p. 28.

[18] Jacques Lacan, Le séminaire, livre IV, la relation d’objet, Paris, Seuil, 1994, p. 219.

[19]Ibíd., p. 255.

[20]Ibíd., p. 396.

[21]Ibíd., p. 428.

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